Abril 2021
Narrador Omnisciente
Erika Camel y Julie Peterson fueron amigas desde la primera infancia. Se conocieron desde mucho antes de que el padre de Julie perdiera todos sus bienes en apuestas clandestinas y su casa hipotecada fuera rematada por el banco. Desde entonces las niñas jamás se habían separado.
La familia Camel acogió a Julie como a otra hija, y ella ciertamente veía en Érika a su única hermana.
Ambas habían prosperado juntas, habías sido educadas bajo los mismos principios morales. Ambas habían matriculado y se graduaron en la misma universidad y a sus 26 años de edad eran aún inseparables.
Si Erika tenía que despachar a su flamante novio de seis largos años de relación, el diputado Mark Weber, por pasar más tiempo con Julie,lo hacia sin ponerse la mano en el corazón.
Pero aunque la crianza había sido la misma, eran mujeres muy diferentes.
Erika era más decidida, emprendedora, empoderada. No conocía la palabra “imposible”, mucho menos la palabra “difícil”. Era tan empecinada que no esperana otra cosa de la vida que salirse con la suya. Pareciese que había nacido con una Estrella.
Más en su vida personal era otra persona. No era decidida, y la mejor prueba de ello era Mark Weber..., ¿Quién en su sano juicio aguantaba ese hombre estirado y de carácter agrio? ¿O quién mantenía un noviazgo por seis años sin pensar en matrimonio?...Erika, era la respuesta.
Y por supuesto... Mark; él no se marcharía con las manos vacías, esperar por seis años que ella saliera de una y otra junta, le iba a proporcionar una lista interminable de propiedades y cientos de millones de los cuales su novia era la única heredera. Era cuestión de tiempo que Érika Camel por fin accediera a casarse. O eso prefería pensar el diputado Weber.
Julie Peterson era mucho menos abnegada en su vida empresarial. Se conformaba con ser la feliz y eficiente asistente de Erika Camel.
No cargaba en sus hombros otra responsabilidad que mantener un archivo milimetricamente organizado, y en eso era bastante buena.
No poseía grandes ambiciones, ya tenia lo suficiente para vivir satisfecha en todos los sentidos.
En su vida personal era un espíritu libre, tomaba de sus amantes lo que quisieran ofrecerle y no se comprometía. Cuando las cosas comenzaban a ponerse serias salía huyendo como un venado.
Por lo menos en ese aspecto se parecía mucho a Erika. «Jamás se casarían»
O al menos eso pensaban.
{***}
Derek era el mayor de los hermanos Meyer. Siempre había sido el protector, él cabeza de familia, después que a los trece años quedó huérfano de padre. Su educación había sido estrictamente monitoreada por su madre, que tratando de formar el carácter de su hijo mayor, lo matriculó un año después de la muerte de su progenitor, en un internado militar donde a golpes de madrugones, duchas frías, y férrea disciplina le inculcaron los valores, que su madre quería resaltar en la personalidad del chico.
Derek se adaptó como ninguno. Era un líder nato, un triunfador por excelencia. Su familia no esperaba menos de él. Al acabar la vida escolar resultó ser el mejor en todas las materias. Además de eso, era el más apuesto de toda la academia militar.
Matriculó en la universidad de Múnich y allí también se graduó con honores. Pero aún su madre no consideraba que estaba listo para tomar la presidencia de un imperio como el de la familia Meyer, así que condenó a su hijo al destierro para terminar de moldear a su modo al diamante en bruto que había resultado ser el muchacho. Eso y el hecho de no querer retirar de la presidencia de la empresa a su hermano.
Derek partió a New York, y allí inició una nueva vida. Se desprendió por completo de los lazos que lo unían a Alemania y llevó la pequeña sucursal de la empresa familiar asignada a su máxima expresión.
En aquella empresa había dejado parte de su juventud y a sus treinta y cinco años, se negaba a regresar a Alemania a hacerse cargo de algo que ya no sentía como suyo. Su vida estaba en New York, allí tenía logros, sueños y una prometida.
Dominico su hermano menor, era...era..., bueno era Dominico. Cuando le dijeron que lo matricularían en la misma escuela militar a la que asistió Derek, literalmente se enloqueció. Se tiró al piso, exaltado, y pidiendo por clemencia para su vida. Así que su madre desistió de la idea, por no afectar la salud mental del chico, y disfrutó de la compañía del menos de sus hijos.
Su madre tenía esperanzas y anhelos puestos en él, esperanzas y anhelos que Dominico se encargó de tirar por la borda.
¿Medicina? ¿Médico él? ¡Jamás!, dejo claro. Dominico era un maestro con los números y los computadores. Finalmente se había graduado con una Maestría en Finanzas. Luego de tratar colarse en la empresa familiar en Múnich, desistió al darse cuenta que no sería bienvenido allí. Así que un buen día compro un boleto a Estados Unidos de America y se fue tras los pasos de su hermano mayor, "El Camaleón".
Dominico era distinto. Él no deseaba echar raíces como Derek, pero allí estaba: Ocupando un cuarto de la casa de su hermano, y odiando a la entrometida prometida del mayor de los Meyer.
Había sido un mes duro para ambos, luego de luchar contra un cancer sumamente agresivo, su amada y estricta madre había muerto. El sentimiento de pérdida y dolor los embargaba, y poco a poco superaban el deceso de su respetada aunque intolerante madre.
Sin dudas, se encontraban ambos en una situación difícil. Había demasiado en juego, una patrimonio familiar en Alemania y ambos carecían del interés de regresar para tomar el puesto que les correspondía.
Con todos estos problemas a la orden del día, Derek había decidido cancelar la boda fijada para poco menos de un mes, o al menos posponerla. Él se negaba a celebrar una boda de tal magnitud, el mismo mes en que había enterrado a su madre.
Pero Rocci, Rocci sin duda no estaría de acuerdo con esta decisión.
Derek Meyer Mi Nombre es Derek Meyer, CEO de una de las empresas más importantes en el rublo de la tecnología con cedé en Manhattan, New York. Mi fama de prepotente, arrogante y dominante me antecede. Soy implacable a la hora de hacer negocios, y mantengo lejos mi vida sentimental de mi organizada y exitosa vida laboral. Tengo 33 años y actualmente soy soltero, después que mi prometida decidió romper nuestro compromiso. O más bien me presionó a llevar a cabo una boda a pocos días de haber muerto mi madre. Eso detonó mi mal genio, pues me negué este sentado en un banquete de bodas sabiendo que ese mismo mes enterré a mi madre. No ha nacido la mujer que juegue conmigo, o me ponga un ultimátum. Ella sabia ese día que jugó su última carta, me perdería para siempre. Casi enloqueció cuando mi hermano comentó que debería viajar a Alemania a arreglar asuntos urgentes sobre el futuro del patrimonio que habíamos heredado, pero eso no justifica su terrible actitud. Ademas, en este viaje al
Erika CamelSalí de New York en medio de una terrible nevada. El frío me calaba hasta los huesos y me hacía sentir melancólica y abstraída. La nieve siempre me transportaba a aquel invierno en que mi madre murió, después de haber luchado por años contra una penosa enfermedad. Aunque era bien pequeña,aún me llegan varios recuerdos con la suficiente nitidez como para saltarme las lágrimas. Intenté fervientemente de apartar esos pensamientos tristes de mi cabeza, como cada vez que me abordaban los recuerdos desafortunados de esa época. Me sentía emocionalmente agotada, después de cada discusión con Mark. Ya esa relación no me
Erika Camel Luego de estar un rato fuera hablando telefónicamente con Julie regresé al salón donde se estaba desarrollando el cóctel. Fui al baño, repasé mi maquillaje quedando otra vez impecable y me dispuse a salir para comerme al mundo, o a cierto CEO sensual en su defecto. Caminé contoneando mis caderas sabiéndome sexy, mi cuerpo siempre había dado de que hablar entre la población masculina que me rodeaba, así que por qué no usar eso a mi favor por una vez en la vida. Me posicioné cerca del bar con un martini Bombay en mano y espere tranquilamente saboreando una aceituna que Derek Meyer se acercara por una bebida. La noche era
Derek Meyer —Yo la asistente de Emiliano Alberti— explicó—ahora estoy trabajando por mi cuenta. Eso explicaba que Emiliano estuviera con ella. Cada vez más impresionado sonreí como un niño y me obligué a apartar la vista de ella. No quería acosarla. Tendría que hablar con mi hermano al volver a casa y pedirle consejos o regresar con Rocci, porque mis dotes como conquistador y amante de una noche me estaban comenzando a preocupar. El taxi se detuvo frente a su hotel, que casualmente era el mío. Ni siquiera me había dando cuenta cuando ella le soltó el nombre al taxista de lo atontado que me sentía obse
Erika Camel Caminamos saliendo del bar tomados de la mano, sonriendo como dos niños, aunque nada más lejos de la realidad, no había inocencia en lo que haríamos. «Eso lo podía garantizar, de mi cuenta corría». Esas eran las ventajas de ser libre, la capacidad de poder tener sexo consensuado sin tener que darle explicaciones absolutamente a nadie. Solo la llama del deseo daba las órdenes esta noche, y de nosotros dependía únicamente si lo repetíamos, si nos buscábamos luego. Estaba deseosa de él, y mientras más sucios mis pensamientos , más sensacional se volvía la ocasión. La anticipación me tenia más excitada que en cualquiera otra noche de sexo anterior en los últimos seis años. Eso, unido a la euforia de haber logrado arrastrarlo conmigo a mi hotel, me tenían radiante. Ya nada se interponía entre su cuerpo y el mío desnudos, o bueno si, quizás un poco de ropa. Eso se arreglaría tan pronto la puerta se cerrará a mi espalda. En el ascensor fue imposible que ese hombre, casi un a
Derek Meyer¿Cómo diablos paré trayendo a mi cama a una hembra de fuego y volcán? Sería una buena interrogante, aunque la respuesta era sencilla. Esa diabla me había ganado la partida desde que la vi sentada en la primera fila del auditorio, aún dictaba la conferencia cuando ya había comenzado a fantasear con su cuerpo, con tenerla así dispuesta y solo para mi. No era solo su belleza salvaje, era esa forma de mirarme, la atención que me ponía. Su forma de hacerme sentir el centro de atención, y no es que fuera geocéntrico, es que nadie me ponía esa atención. Nadie me miraba así.
Erika CamelDesperté un poco adolorida, me ardía entre las piernas, y la pelvis la sentía como si hubiese corrido una maratón; de hecho eso era exactamente lo que había ocurrido, un maratón de sexo intenso. Recién me di cuenta que el cuerpo desnudo de Derek Meyer estaba junto al mío, y me volví a sentir radiante. Si antes quería tenerlo en mi cama, ahora lo necesito con desesperación en mi vida. Este hombre tienen que ser mi amante, mi folla amigo, mi amigo con derecho... lo que sea, pero lo necesito en mi vida.Sus brazos bronceados estaban sobre mi, ¿abrazándome?, ¿podría alguien ser tan violentamente vehemente y tierno a la vez?
Derek Meyer Quedé en la puerta de mi habitación hasta que aquella mujer ataviada con sensual vestido de fiesta siendo plenas dos de la tarde desapareció por el elegante corredor del piso de las exclusivas Suite Presidenciales del hotel Ritz, no sin antes voltearse a mirarme, lanzarme un beso y despedirse agitando su mano.Podría decir que se veía ridícula, cursi, incluso falsa por un gesto tan intimo a apenas unas pocas horas de conocernos; o que su pelo alborotado por la pasión de mis manos se veía desaliñado y mal, pero no, solo tenía ojos para su perfecto par me nalgas alejándose de mi. Me quede en el umbral hasta que la perdí de vista, me mantuve allí unos breves segundos fantaseando con el momento en que regresaba corriendo a mis brazos y ambos perdíamos los vuelos. «¡Mier