Fue un invierno duro pero breve. Dejó de nevar a fines de febrero, y el pronóstico a largo plazo predecía que no habría más tormentas de invierno ni nevadas fuertes en Nueva Inglaterra. La primera semana de marzo fui a Boston, a divertirme con mis amigotes Jenkins y Lady Audrey en la oficina del abogado, para poner en marcha lo de las reparaciones de la casa de huéspedes. Cuando llegó el momento de hablar de dinero, parecían sorprendidos de que no me hubiera comunicado con Brandon.
—El señor Price dijo que se hiciera todo como usted quisiera y le enviáramos la cuenta —terció Jenkins.
—Oh, bien, ¿cuándo comenzamos?
—Los contratistas pueden ir la semana próxima —dijo la señorona.
—Que sean dos semanas, por favor. —Tuve que tragarme la risa, porque parecían sorprendidos de que me atreviera a cambiar sus pla
New York era… ¡Guau! Era New York y ésa es descripción suficiente. Me sorprendió descubrir que nos alojaríamos en Manhattan, a sólo una calle de Central Park. Era un hotel barato, y compartía cama con Trisha, mientras Amy se quedaba con la otra cama toda para ella. La decoración era básica y barata, el baño apenas calificaba como tal, y la única ventana parecía abrirse dentro de la cocina del apartamento de enfrente. Pero a quién le importaba: ¡era Manhattan!Salimos a caminar, cenamos temprano y regresamos al hotel a pasar la primera de cinco noches en la Gran Manzana.A la mañana siguiente, dejamos a Trisha durmiendo y tomamos un taxi para ir a conocer al famoso mentor de Amy. Hugo Walker era uno de esos jubilados que se dio cuenta mucho antes que sus contemporáneos que no precisaba ser una ruina a los setenta. Tenía setenta y cinco, y les apuesto mi mano derecha que podía ganarme una carrera de la mansión al Quabbin cuando quisiera. No se veía como me había imaginad
La única que no se quedó de una pieza fue la Barbie. Nos miró por encima de sus lentes de sol, alzando las cejas como preguntando por qué no saltábamos fuera del ascensor para hacerle lugar. No pude evitar sacarle una radiografía. Rubia teñida, lolas de cirugía apenas contenidas en un top ajustado, tan escotado que casi se le veía el ombligo. Jeans elásticos que más parecían pantis y tacones de cuarenta centímetros.No me pregunten cómo funciona mi cerebro. Ya les expliqué que es raro.Mi corazón latió dos veces mientras radiografiaba a la rubia, y fue como un sedante para caballos. Mi corazón dejó de martillearme el pecho y ya no me ardían las mejillas. No era una rival: era lo que a él le gustaba llevarse a la cama. Yo había sido la excepción que confirmaba la regla, y orgullosa de serlo.Lo enfrent&ea
A la mañana siguiente, decidí que no precisaba chaperona para ir a ver a Hugo. Tuve que respirar hondo antes de entrar al hotel, y la desilusión al no ver a Brandon me hizo sentir una estúpida. Hugo había dejado mi nombre completo en la recepción, así que me dejaron pasar sin inconvenientes. Esperar el ascensor fue otra dura prueba para mis nervios. Ni rastros de Brandon por aquí tampoco. Bien, era de esperarse.Hugo me recibió con un breve abrazo y besos en ambas mejillas, invitándome a entrar a su suite con su sonrisa plácida. Igual que el día anterior, tenía el té listo y me invitó a sentarme en la alfombra a tomarlo.No me pregunten cómo hizo, pero ni cinco minutos después estábamos hablando de Brandon. Y en menos de diez minutos yo lloraba como una magdalena, proclamando mis dudas y remordimientos. Hugo trajo una caja de pañuelos des
LIBRO 1: LA SOMBRA DEL CAZADOREn lo más oscuro de la nocheEsperando que llegue la luzCuando los demonios en tu menteTe recuerdan el daño causado.Siempre hablando, tanto por decirComo un fantasma que acosa desde la tumbaY el cielo parece tan lejano.—Daughtry, Changes Are Coming.* * *Cien PalabrasTodos conocemos a Brandon Price. Sabemos que es innovador y temerario. Carismático, arrogante, seductor, y la larga lista de adjetivos que críticos y admiradores de todo el mundo compiten por endilgarle.Para mí, Brandon Price es el hombre que enfrentó sus miedos más profundos, que toleró un dolor indescriptible, sólo por ayudarme.Porque no necesitaba venir. Seamos realistas: hay cien lugares mejores para un final de temporada. ¿Los que me vienen a la cabeza? Waverly Hills, Trans Allegheny, Brushy Mountain State Pen. Todos ofrecen material para una temporada entera, y un final de temporada por todo lo alto.Pero él regresó a Casa Blotter. Y lo hizo sólo para ayudarnos, a mí y a la e
Me sorprendió ver entrar al abogado menos de cinco minutos después, un señor mayor con un traje impecable, una carpeta de cuero negro y una sonrisa agradable.—Señorita Garner —me saludó, con modales tan impecables como su traje—. ¿Té, café?—No, gracias.—Entonces al asunto que nos ocupa. —Se sentó a la cabecera de la mesa y descansó ambas manos sobre la carpeta antes de volver a enfrentarme—. Dígame, señorita Garner, ¿le habló su difunta madre de la señorita Grace Blotter?Asentí. Sí, mamá me había contado sobre esta señora, una renombrada profesora de literatura que fuera su mentora en la universidad. Pero no se me ocurría qué podía tener que ver conmigo. ¿Y cómo era que este abogado de ricos y famosos sabía que mamá había muerto?Imagino que mi cara me delató, porque Jenkins sonrió y se explicó con tono de abuelo leyéndole un cuento a su nieto.—Su madre fue la alumna preferida de la señorita Blotter, entre todos los estudiantes que tuvo durante sus décadas de docencia en Harvard,
Los pasos me despertaron a medianoche. Parecía que alguien recorría la galería del segundo piso, bajaba las escaleras y se alejaba hacia la biblioteca.Contuve el aliento, paralizada de miedo, mi corazón batiendo como un tambor. Hasta que recordé donde estaba: una casa revestida en madera por dentro y por fuera en el medio de la nada. No era un ladrón. Era la casa crujiendo. Me di la vuelta y seguí durmiendo.Me tomó un par de días aburrirme de explorar la mansión, revisar cada habitación, admirar la decoración y las pinturas, estudiar cada retrato de los Blotter, vagar por el bosque hasta el Quabbin. Sentía que era imposible cansarme de disfrutar el paisaje y llenar mis pulmones con ese aire tan puro que olía a árboles. La mansión también tenía su olor particular. A casa antigua, por supuesto, pero también olía a hogar. El hogar de alguien que no era yo, aunque me sentía cómoda viviendo allí.De lunes a sábado, Susan y Mike llegaban a las nueve y se movían con sigilo, limpiando y arr
Una mañana salí a caminar más temprano de lo que solía, para no tener que andar esquivando a Susan y Mike. No sé por qué, pero cuando llegué al Quabbin, no me dio por sentarme a escuchar música y disfrutar el paisaje como hacía siempre. Sentía que necesitaba aprender más sobre comunicación con fantasmas y todo eso, así que decidí ver algo de lo que Trisha había llamado los profesionales.Después de tantas horas de Youtubers cazafantasmas, había notado que todos hablaban de un equipo llamado Los Cazadores, alabándolos como si fueran los abuelos de la investigación paranormal, superiores a los Warren y Hans Holzer. Una búsqueda rápida me informó que aunque distaban de haber sido los pioneros de ese género televisivo, ya iban por su novena temporada y eran considerados lo mejor de lo mejor. Las fotos me recordaron las bandas de rock que le gustaban a mamá: cuatro tipos vestidos de negro de pies a cabeza, en poses de macho que se precia, con un líder sexy y fornido. Su nombre era Brandon
Susan y Mike no dijeron una palabra cuando encontraron pequeñas pelotitas para gatos en cada cuarto, de esas con luces que se activan con movimiento, desde el foyer hasta el estudio del tercer piso. Ignoré la mirada que intercambiaron y no les di ninguna explicación.Tras un mes entero viviendo en la mansión, había aprendido que si bien los Blotter tenían su propia dimensión temporal, las coordenadas geográficas no cambiaban. Las pelotitas me permitían no perturbar sus rutinas, como entrar al salón oriental cuando Lizzie estaba dándoles clases a los mellizos, o molestar a Joseph o Edward mientras leían en la biblioteca. Así, ellos sólo precisaban mover una mano cerca de las pelotitas para que yo supiera que estaba interrumpiendo algo. Al mismo tiempo, las usaban para avisarme que uno de ellos se me unía donde yo estuviera, y la app me decía quién era.Me gustaba reunirme con ellos antes de la cena. A fines de agosto, casi me había habituado a que la TV de la cocina se encendiera sola