Muchas horas después, cuando pude quitarme mi vestido de princesa y las tontas máscaras que usara toda la noche, no pude evitar pensar en Brandon. Nos habíamos pasado toda la noche girando en círculos, manteniéndonos siempre a la vista mutuamente pero nunca cerca. Él desviaba la vista si lo miraba, y yo hacía lo mismo para evitar su mirada. Jugamos nuestro papel de la mano de otros y nos fuimos con ellos en direcciones opuestas.
¿Cómo es que habíamos resultado ser tan cobardes?
Sólo entonces caí en la cuenta que él no sabía por qué yo tenía prisa en volver a la mansión, y que estaba convencido que yo estaba saliendo con Harry. No tenía idea del efecto dominó que su discusión con Edward estaba teniendo en mi vida.
No queda mucho para decir.
Y sí, si me había cerrado completamente a él.
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A la mañana siguiente, Amy tuvo que levantar a Trisha a puntapiés para dejar la habitación a tiempo. No nos corría ninguna prisa en llegar al aeropuerto, así que hicimos unas compras antes de dirigirnos al hotel de Hugo. Las dejé adelantarse hacia los elevadores de la suite y aguardé junto al mostrador de la recepción. Había comprado un sobre bien bonito y sobrio para poner la carta, y lo había cerrado con pegamento, de tal forma que Brandon sabría si alguien lo había abierto antes que él.Aguardé con paciencia hasta que uno de los recepcionistas tuvo un momento para atenderme. Era la primera vez que lo veía. Seguramente rotaban personal en los fines de semana. Me saludó con una sonrisa cortés como para enmarcarla y colgarla en la pared tras él.—Precisaría dejarle esto al señor Price, por favor —dije, tendiéndole el sobre cerrado.—Por supuesto. ¿Número de habitación?Ouch. —Lo siento, no lo sé. El nombre completo es Brandon Price.El hombre fingi
El vuelo de regreso a Boston fue rapidísimo, mientras yo intentaba explicarles a Amy y Trisha mis idas y venidas con Brandon en los últimos días.—Al menos vuelves a casa con un final feliz —dijo Amy—. Estar bien de ánimos te ayudará esta semana.—Sí —murmuré respirando hondo.Tenía razón. Mi alegría por cómo se había solucionado todo con Brandon no cambiaba lo que pasaría en los próximos días.Me sorprendió que Trisha dijera que no volvía conmigo a la mansión.—Padme rompió con su novio y necesita un paño de lágrimas, así que me quedaré con ella. No quiero molestar en la mansión en un momento tan delicado. Pero avísame si necesitas que vaya, ¿de acuerdo?—¿No quieres que te lleve?—Sin ánimos de ofender, la bestia roja se ve mejor para ir por ahí.La abracé con fuerza y le di las gracias.—Llámame cuando Ann te diga que quiere que vaya —terció Amy—. Estoy lista para dejar todo e ir a la mansión.Así que ahí me fu
El sábado por la mañana pareció durar cuarenta horas en mi impaciencia por ver a Brandon. Cuando le avisé a Susan que precisaríamos comida vegana para dos días, armó una lista y mandó a Mike de compras. Creo que mi humor risueño la intrigaba, pero se hubiera cortado un dedo antes de preguntar. Me ayudó a limpiar mi dormitorio y decidí que ya habíamos fraternizado demasiado, así que la dejé trabajar tranquila.Llamé a mi querida doctora Arbosky para avisarle que tal vez precisara sus servicios el lunes o martes. Por suerte, me aseguró que estaría disponible, ya fuera para consultarla en persona o por teléfono. Con la advertencia de Ann en mente, le anticipé que sería como en octubre, que precisaría que me ayudara a revisar documentos que necesitaba firmar antes del miércoles. Me dijo que fuera a verla apenas los tuviera, o la
Brandon se enamoró del estudio. Exploró cada rincón de la enorme habitación, que ocupaba el equivalente a medio segundo piso.—¡Hombre, es increíble!Entonces descubrió el escritorio, donde estaba mi laptop. Se acercó a descansar sus manos en el respaldo del sillón, acolchado y giratorio, que no tenía nada que ver con el resto del mobiliario. Se inclinó un poco hacia adelante, mirando por la ventana, y giró el sillón para sentarse.Lo vi allí, un codo en el brazo del sillón, su otra mano sobre mi laptop cerrada, los ojos en el Quabbin al otro lado de la ventana, y tomé mi teléfono, retrocediendo. No se dio cuenta. Tal vez estaba tan habituado a estar rodeado de cámaras todo el tiempo, que había aprendido a ignorarlas.Mi cámara no capturó del todo la atmósfera del momento, la forma en que el sol lo
Me sorprendió que se ofreciera a ayudarme con la cena, demostrando que era un excelente cocinero, al menos con recetas veganas. Cuando nos sentamos a comer, le mostré una investigación de los hermanos Fourman.—Te dije que es aburrido —dijo, señalando la televisión con el tenedor—. Si hubiéramos tan siquiera intentado hacer un show así, nos hubieran cancelado a mitad de la primera temporada.—Por eso ellos se negaron a firmar contrato con tu compañía.—¿De verdad?—Sí. Querían mantenerse realistas. El problema es que tu estilo se convirtió en la norma, así que si algo no lo copia, no sirve. Pero el nicho necesita más como ellos.Ladeó la cabeza masticando y asintió. —¿Sabes? Isaac sería un punto medio interesante, si hiciera esto con su estilo grandilocuente.—Por
Lunes por la mañana.Lady Audrey llegó a las nueve, su Mercedes precediendo una camioneta grandota con dos tipos grandotes que, tal como Ann anticipara, no querían mujeres metiendo la nariz en su trabajo, especialmente una chica tan corpulenta como una ardilla que parecía recién egresada de la secundaria.Apenas entraron en la casa de huéspedes, empezaron a hablar de derribar paredes, cambiar baños de lugar y hacer esto o aquello. Cuando traté de hablar, Lady Audrey me palmeó el hombro con ese aire de superioridad que me daba ganas de abofetearla.—Deja que los profesionales decidan, querida —dijo—. Ellos saben.No me molesté en responderle. Saqué el teléfono y llamé a Brandon, que atendió todavía en cama, como si en la Costa Oeste fueran sólo las seis de la mañana.—Hola, amor —murmuró, los ojos apenas abiertos—. ¿Algún problema por allí?—Lo que esperábamos.—Bien. Te llamo en cinco minutos.Cortó y enfrenté a los grandotes e
Martes.Segundo día de la semana y ya estaba agotada.Puse a Mike a cargo de vigilar y dirigir a los contratistas y su gente cuando llegaran a las nueve, lo cual pareció complacer al casero. Quién lo hubiera dicho.Greta y yo fuimos juntas a la Cuna de la Libertad y a las oficinas de Jenkins. La recepcionista por poco nos carga en andas hasta una sala de reuniones, donde nos esperaba el abogado.Todo el asunto demoró unas tres horas, porque Greta y yo queríamos leer hasta la última línea de cada documento, y ella indicó algunas modificaciones para aclarar tecnicismos ambiguos. Luego exigió que volvieran a imprimirlos, porque los documentos ya estaban certificados por un notario aun sin mi firma, lo cual no era legal. Así, los oficios quedaban más claros que libro de primaria, y Jenkins se había visto obligado a dejarla actuar como notaria, y ella le cobraría hasta el último centavo.Por mi parte, hice agregar una cláusula designando a la Fundación
Los días siguientes fueron ruidosos y ajetreados, con los contratistas preparándose para comenzar a trabajar el lunes. Y la semana siguiente me bastó para saber que me la pasaría tachando días como un preso hasta que terminaran la obra y se largaran. Los ruidos y gritos constantes no eran lo peor, ni siquiera el desastre que hicieron de ese lado del jardín, ni el polvo que ninguna ventana cerrada detenía si tan siguiera soplaba una leve brisa desde la casa de huéspedes. No, lo peor era que estos tipos nos consideraban a Mike y a mí una molestia, y trataban de contradecir nuestras instrucciones apenas les dábamos la espalda.Había creído que podría tomarme un par de días para ir a Pennhurst. Cambiar el ruido de la obra por una noche en el bosque con Kujo sonaba irresistible, pero para el tercer día ya había quedado claro que estaba prisionera en la mansión de lunes a sábado hasta que terminaran la obra.A pesar de todo, abril fue un mes tranquilo. Me adapté a la rutina