Brandon pausó su cámara sólo lo indispensable para tenderme un detector de triple campo en un soporte que incluía una GoPro para filmar las mediciones.
—Ahí tienes. Encárgate de las lecturas y yo filmaré todo.
—Sí, mi capitán. ¿Adónde vamos?
—Al sótano.
—¿No deberíamos esperar a Isaac y Trisha? O al menos dejar que ellos lo filmen.
Brandon alzó la vista al techo suspirando y asintió. Me di cuenta que detestaba dar un paso al costado en esto, así que quité el detector del soporte y se lo tendí.
—Eso no significa que no podemos bajar a ver qué pasa.
Sonrió aceptando el detector. —Tienes razón. Vamos.
Era la primera vez que bajaba al sótano desde que liberáramos a Kujo, y resultaba extraño. Se veía tan vacío.
Susan parecía ansiosa por hacer buena letra, o ver qué había pasado en el tercer piso, no estoy segura, y se ofreció a quedarse hasta más tarde para limpiar el estudio. Así que Mike tuvo que hacer a un lado sus planes de jardinería para ayudarla.Después de almorzar, llamé a San Aloysius para cerciorarme que el padre Thompson estaría allí. Cuando me dijo que estaba esperándonos, ayudé a Brandon a cargar en su camioneta todo lo que necesitaría para la entrevista e intenté quedarme en la mansión, sintiendo que él todavía precisaba estar solo. Pero se negó de plano.—Tengo todo el tiempo del mundo para estar solo en casa —replicó—. Así que ve por tu chaqueta, porque vienes conmigo.—Sí, mi capitán —murmuré, dirigiéndome a la cocina. Cómo le gustaba ponerse dramático. Todo el tiempo del mundo para estar solo en casa. Sí, por supuesto. Saltando de cama en cama, el maldito.Tan pronto salimos a Greenwich Road, me di cuenta que me estaba mordiendo la le
Lo seguí al tercer piso en completo silencio. Me hizo entrar al estudio y trabó la puerta. Bien, sin interrupciones. ¿Qué pasaba?Miraba a mi alrededor, asombrada de que la enorme habitación no mostrara el menor rastro de lo que había pasado, cuando sus brazos aparecieron a rodear mi pecho desde atrás. El roce tibio de sus labios contra mi piel me causó un escalofrío.—Ven —susurró en mi oído—. Quiero que aclaremos esto de una buena vez.Volví la cara hacia él y alcé la mano para deslizar mis dedos por su pelo corto, besándolo.—Te amo —murmuré.—Yo también. —Me soltó para ir hacia uno de los sillones—. Ven, sentémonos.—Suenas demasiado serio.No me gustó su expresión cuando arqueó las cejas. —Porque esto es serio.M
LIBRO 1: LA SOMBRA DEL CAZADOREn lo más oscuro de la nocheEsperando que llegue la luzCuando los demonios en tu menteTe recuerdan el daño causado.Siempre hablando, tanto por decirComo un fantasma que acosa desde la tumbaY el cielo parece tan lejano.—Daughtry, Changes Are Coming.* * *Cien PalabrasTodos conocemos a Brandon Price. Sabemos que es innovador y temerario. Carismático, arrogante, seductor, y la larga lista de adjetivos que críticos y admiradores de todo el mundo compiten por endilgarle.Para mí, Brandon Price es el hombre que enfrentó sus miedos más profundos, que toleró un dolor indescriptible, sólo por ayudarme.Porque no necesitaba venir. Seamos realistas: hay cien lugares mejores para un final de temporada. ¿Los que me vienen a la cabeza? Waverly Hills, Trans Allegheny, Brushy Mountain State Pen. Todos ofrecen material para una temporada entera, y un final de temporada por todo lo alto.Pero él regresó a Casa Blotter. Y lo hizo sólo para ayudarnos, a mí y a la e
Me sorprendió ver entrar al abogado menos de cinco minutos después, un señor mayor con un traje impecable, una carpeta de cuero negro y una sonrisa agradable.—Señorita Garner —me saludó, con modales tan impecables como su traje—. ¿Té, café?—No, gracias.—Entonces al asunto que nos ocupa. —Se sentó a la cabecera de la mesa y descansó ambas manos sobre la carpeta antes de volver a enfrentarme—. Dígame, señorita Garner, ¿le habló su difunta madre de la señorita Grace Blotter?Asentí. Sí, mamá me había contado sobre esta señora, una renombrada profesora de literatura que fuera su mentora en la universidad. Pero no se me ocurría qué podía tener que ver conmigo. ¿Y cómo era que este abogado de ricos y famosos sabía que mamá había muerto?Imagino que mi cara me delató, porque Jenkins sonrió y se explicó con tono de abuelo leyéndole un cuento a su nieto.—Su madre fue la alumna preferida de la señorita Blotter, entre todos los estudiantes que tuvo durante sus décadas de docencia en Harvard,
Los pasos me despertaron a medianoche. Parecía que alguien recorría la galería del segundo piso, bajaba las escaleras y se alejaba hacia la biblioteca.Contuve el aliento, paralizada de miedo, mi corazón batiendo como un tambor. Hasta que recordé donde estaba: una casa revestida en madera por dentro y por fuera en el medio de la nada. No era un ladrón. Era la casa crujiendo. Me di la vuelta y seguí durmiendo.Me tomó un par de días aburrirme de explorar la mansión, revisar cada habitación, admirar la decoración y las pinturas, estudiar cada retrato de los Blotter, vagar por el bosque hasta el Quabbin. Sentía que era imposible cansarme de disfrutar el paisaje y llenar mis pulmones con ese aire tan puro que olía a árboles. La mansión también tenía su olor particular. A casa antigua, por supuesto, pero también olía a hogar. El hogar de alguien que no era yo, aunque me sentía cómoda viviendo allí.De lunes a sábado, Susan y Mike llegaban a las nueve y se movían con sigilo, limpiando y arr
Una mañana salí a caminar más temprano de lo que solía, para no tener que andar esquivando a Susan y Mike. No sé por qué, pero cuando llegué al Quabbin, no me dio por sentarme a escuchar música y disfrutar el paisaje como hacía siempre. Sentía que necesitaba aprender más sobre comunicación con fantasmas y todo eso, así que decidí ver algo de lo que Trisha había llamado los profesionales.Después de tantas horas de Youtubers cazafantasmas, había notado que todos hablaban de un equipo llamado Los Cazadores, alabándolos como si fueran los abuelos de la investigación paranormal, superiores a los Warren y Hans Holzer. Una búsqueda rápida me informó que aunque distaban de haber sido los pioneros de ese género televisivo, ya iban por su novena temporada y eran considerados lo mejor de lo mejor. Las fotos me recordaron las bandas de rock que le gustaban a mamá: cuatro tipos vestidos de negro de pies a cabeza, en poses de macho que se precia, con un líder sexy y fornido. Su nombre era Brandon
Susan y Mike no dijeron una palabra cuando encontraron pequeñas pelotitas para gatos en cada cuarto, de esas con luces que se activan con movimiento, desde el foyer hasta el estudio del tercer piso. Ignoré la mirada que intercambiaron y no les di ninguna explicación.Tras un mes entero viviendo en la mansión, había aprendido que si bien los Blotter tenían su propia dimensión temporal, las coordenadas geográficas no cambiaban. Las pelotitas me permitían no perturbar sus rutinas, como entrar al salón oriental cuando Lizzie estaba dándoles clases a los mellizos, o molestar a Joseph o Edward mientras leían en la biblioteca. Así, ellos sólo precisaban mover una mano cerca de las pelotitas para que yo supiera que estaba interrumpiendo algo. Al mismo tiempo, las usaban para avisarme que uno de ellos se me unía donde yo estuviera, y la app me decía quién era.Me gustaba reunirme con ellos antes de la cena. A fines de agosto, casi me había habituado a que la TV de la cocina se encendiera sola
Los golpes continuaron toda la noche, cada hora, hasta que el cielo comenzó a aclararse. Se oían apagados desde mi dormitorio en el segundo piso, pero aun así me despertaban. Cada vez que abría los ojos sobresaltada, la pelotita sobre la cajonera se encendía, para que supiera que uno de los Blotter permanecía allí cuidándome.Sólo al amanecer, cuando los golpes cesaron, pude dormir dos o tres horas seguidas. Los Collins ya habían llegado cuando me levanté, agotada y nerviosa. Me crucé con Mike en el corredor principal del primer piso y lo detuve.—Buenos días, Mike. Preciso la llave del sótano.Mi voz atrajo a Susan, que se asomó desde la cocina. —Buenos días, señorita Garner, el desayuno está… —Se interrumpió al advertir lo turbado que se veía su esposo.—¿La llave del sótano? —repitió Mike—. Yo puedo subirle cualquier cosa que precise de allí.—Lo que necesito es la llave —respondí forzando una sonrisa, y me volví hacia Susan—. También necesito el nombre del sacerdote que bendijo la