Trisha se las arregló para volver a casa antes del anochecer del lunes. Había tenido que dejar su auto en Boston, tomar un bus a Worcester, otro de allí a Hardwick y caminar los cuatro kilómetros del pueblo a la mansión. Pero lo logró, y la agasajé con una buena cena, antes de mandarla a darse un baño relajante y dormir en su cama cómoda y calentita.
Yo todavía estaba toda alborotada por la llamada de Brandon, pero lo hice a un lado para escuchar las aventuras de mi amiga en la nieve. El martes por la mañana, cuando Trisha bajó para dejar que Susan hiciera ruido en el segundo piso, yo ya estaba más calmada y se lo conté con aire casual.
—Sí, me escribió anoche —dijo, luchando por pasar del estado parada al realmente despierta—. Unas pocas palabras: hagámoslo después de Año Nuevo. ¿Vuelves con él después de la fiesta?
Buena idea. Si los caminos estaban abiertos, tal vez aceptara la invitación a pasar un par de días conmigo en Casa Blotter. Sería
Por supuesto que estaba en el baño cuando sonó el timbre en lo de Amy. No cualquier baño, sino el más alejado de la puerta. Les presento a mi sexto sentido. Crucé el apartamento apresurada, el corazón desbocado, e irrumpí en la sala. Apenas me detuve a cerciorarme que era él. Un instante después, caía en sus brazos abiertos.No reímos, no hablamos, no nos besamos. Nos quedamos ahí parados, abrazándonos con fuerza. Y fue tan extraño. Porque en ese momento en sus brazos, mi mejilla contra el pecho donde su corazón latía con tanta fuerza como el mío, sintiendo el peso ínfimo de su cara contra mi cabello, sentí que desde que saliera de puntillas de su habitación del hotel, había estado echando en falta algo vital que ni siquiera había advertido que me faltaba. Pero ya no. Ahora volvía a estar completa, plena.No sé cuánto nos demoramos así, un minuto o un año. Pero en algún momento él besó mi cabello y aflojó su abrazo, lo suficiente para que alzara la vista hacia él. Tan
A la mañana siguiente, Boston había desaparecido en la tormenta. Brandon había planeado que fuéramos de compras, pero saltaba a la vista que no podríamos siquiera salir del hotel. Así que decretó que nos quedaríamos descansando hasta el almuerzo, y luego iríamos al spa. No que fuera a negarme.Le robé una camiseta, todas ellas blancas o gris claro, imagínense, para llevar la bandeja con los restos del desayuno a la cocinita. De regreso al dormitorio, descubrí que se había puesto los bóxer sin mi permiso y se había sentado en la cama a escribir algo apresurado en un cuaderno gordo. Cuando me vio volver, me indicó que regresara a la cama y arrojó el cuaderno a su bolso.Pasamos el resto de la mañana abrazados en la cama, platicando, mayormente sobre las cosas que seguía descubriendo desde la limpieza. Después del almuerzo, tuvimos qu
Fue una suerte que ya fuera tarde, de modo que el restaurante estaba casi vacío. Lo cual equivalía a que sólo lo interrumpieron una docena de veces. Para ser sincera, había que respetarle su paciencia para saludar a cada persona, dejar de comer, pararse para una selfie o firmar un autógrafo. No parecía disfrutarlo ni molestarlo. Como que era parte de su trabajo, de su vida, y ya lo tenía completamente asumido.Después de otra tarde de pereza, me sorprendió con reservaciones para uno de los mejores restaurantes de la ciudad. Los limpianieves habían estado trabajando sin pausa durante los últimos tres días, y ahora que la tormenta había amainado un poco, se podía conducir con precaución. Esta vez nos sentamos en un reservado, a un costado del salón principal, y nadie vino a interrumpirnos.De regreso al hotel, comentó que tenía que hacer unas llam
Me costaba dar crédito a mis ojos cuando me paré ante el espejo de cuerpo entero. Brandon había contratado a una estilista para que se encargara de mi peinado y mi maquillaje para la fiesta, y ahora que le había agregado el vestido que compráramos el día anterior, me parecía estar viendo a otra persona. Honestamente, no tenía idea que pudiera llegar a verme tan bonita.Brandon se paró detrás de mí y apoyó sus manos en mis hombros, mirando mi reflejo de arriba abajo con su sonrisa más cálida.—Mira. Ahí tienes a mi modelo preferida —susurró en mi oído.Antes que pudiera responder, me rodeó la cintura con su brazo y se apretó contra mi costado para la típica selfie en el espejo. Entonces giró hacia mí y dejó que sus ojos resbalaran hacia mis labios.—Mierda. Debería permitirte llegar a la fiesta con el maquillaje intacto, ¿no?—Te conviene —repliqué, muriendo por besarlo.Alzó un dedo y se apresuró a ir a buscar algo en su bolso. Regresó con u
Mike había limpiado la entrada de autos hasta el portón, así que Brandon no tuvo inconveniente en acceder con la camioneta para estacionarla a pocos pasos del porche de la mansión. Por suerte me acordé de activar la app apenas me apeé, porque la puerta principal se abrió sola un momento después. Brandon vaciló, así que tomé su mano para que caminara conmigo.—¡Feliz Año Nuevo!— ¡Felicidades, mellizos! ¿Trisha no está?—Aún no llega.—¡Ven, ven!—En un momento.Brandon se había detenido con expresión suspicaz. Solté su mano para abrir la app SLS y le mostré las dos figuras de palotes, de pie en el porche junto a la puerta abierta. Dos adultos.—Deben ser Ann Marie y Edward —tercié—. Para
LIBRO 2: EL CORAZÓN DEL CAZADORSeguiremos regresandoHasta que lo comprendamosHemos estado aquí un millón de vecesNo te olvidaréYa no logro recordarme sin tiPero no puedo llamarte mía.—Daughtry, Call You Mine*LA TIERRA DEL INVIERNOCalificar lo que siguió como un momento difícil sería casi una ironía.Trisha me halló dos días después en mi cama, donde me había derrumbado cuando Brandon se fuera, y donde seguía cuando ella volvió a casa, haciendo lo único que podía hacer: llorar. Sólo me levantaba para ir al baño, y en una de esas ocasiones vi la esquina del edredón asomando del ropero. El edredón con el que Brandon y yo nos habíamos abrigado la primera vez que durmiéramos juntos, antes de liberar a Kuj
El mal tiempo demoró la inspección de la Fundación hasta la primera semana de febrero. El representante de los Blotter llegó una mañana de sol en un lujoso Mercedes, a marcha lenta por el aguanieve y el barro de Greenwich Road. Salí al porche y vi que el conductor se apeaba para abrir la puerta trasera. Oh, bien, ¿Mercedes y chofer? ¿Un poquito ricos, como diría Trisha? El hombre ayudó a bajar a una mujer de unos sesenta años, que vestía un sobrio vestido negro bajo un grueso tapado negro con piel en el cuello y los puños. Háblame de clásicos.Desvió la vista hacia la casa de huéspedes de camino al porche, entonces alzó la vista para sonreírme y subió los escalones. Me envaré al escuchar que la puerta se abría sola a mis espaldas.—¿Francesca? —saludó la dama, y asintió hacia el resto
¡Pennhurst al fin! Hacía casi dos meses de mi última visita, y me costaba no acelerar en mi impaciencia por llegar. ¡Y ahora lo tenía a la vista!—Tranquila, muchacha —rió Amy—. Todavía es temprano para que vayas a ver a Kujo.Ni me molesté en responder. Por supuesto que Brett había solicitado la presencia de la médium, y por supuesto que ella no tenía absolutamente nada mejor que hacer que venir conmigo. Pero en mi auto, así no me la pasaría conteniendo el aliento, las manos en el panel y los pies apretados contra la alfombra, rezando por sobrevivir a esta curva o esa recta. Porque a Amy no le gustaban los autos deportivos sólo por el exterior.Brett nos aguardaba frente al edificio principal y nos llevó a su oficina, en lo que había sido un cuarto para pacientes. ¡Y me miraban raro porque vivía con seis fantasmas!—Me alegra que hayan venido —dijo, trayéndonos café en tazones humeantes con el logo de Pennhurst—. Preciso que me ayuden a entender lo que e