—Sus medicamentos, señor Price —pidió Amy desde el hogar. No hubiera podido sonreírle aunque le fuera en ello la vida.
Price se volvió hacia ella ceñudo. —¿Perdón?
—Debe darme sus medicinas.
—Pero las necesito al mediodía para tomarlas.
Amy sostuvo su mirada un instante y se volvió hacia mí. —¿Me darías la bolsa, por favor?
Me apresuré hacia ella para devolverle la bolsita de tela, y me quedé tan cerca del calefactor como podía sin caerme dentro del hogar. Oh, sí, qué bueno era sentir esas llamas después de estar afuera en aquella mañana helada.
Price respiró hondo, molesto. Su voz atronó toda la casa.
—¡Isaac! ¡Nuestras medicinas!
El segundón se apresuró a bajar un momento después como buen caniche obediente,
No me gustaba eso de regresar a la mansión como si no estuviera ocurriendo nada, pero lo hice. No es que me costara separarme del príncipe Cazador. Se relacionaba más con ese hueco en el estómago que me aconsejaba no dejarlos solos, sin vigilancia.Encontramos a Trisha desayunando en pijamas en la cocina, compartiendo la mesa con los mellizos, que intentaban usar sus pizarras para practicar ortografía bajo la supervisión de Lizzie. Mi amiga nos recibió con una sonrisa radiante, tazón y waffle en sus manos y una mancha de mermelada en la punta de la nariz.—Me vendré a vivir aquí —dijo muy contenta cuando entramos—. Pasaré el resto de mi vida malcriando a estos niñatos adorables y platicando con Lizzie. Y si tienes algún problema, ya puedes buscarte un nuevo hogar.Sonreí, feliz de ver que mi amiga encajaba tanto mejor de lo que había esperad
Trisha soportó la limpieza sin chistar, a pesar que tardé mucho más de lo que le hubiera llevado a Amy. Abrió los ojos con una sonrisa serena que nunca le viera, sin prestar atención a los mechones húmedos que se le pegaban a las sienes y las mejillas. Le tomamos ambas manos para ayudarla a incorporarse en silencio, aguardando que hablara.—Podría irme flotando —dijo, y parecía brillar en la luz del sol que entraba por las ventanas de la cocina—. Pero mejor duermo una siesta.—Tienes una hora para descansar —asintió Amy.El abrazo de Trisha me tomó por sorpresa.—¡Gracias! —me susurró al oído, y se fue con un andar plácido que me dejó boquiabierta.—¿Ése es el efecto? —pregunté con curiosidad.—Si ya estás limpia, esto armoniza tus centros energéticos y te quita el stress. —Amy tomó la jarra de vidrio para ir por más agua—. Tu turno, Fran. Lo tuyo tomará un poco más, porque luego de limpiarte quiero protegerte con salvia, para que estés a cu
Huelga decir que Susan todavía no se había ido cuando regresamos a la mansión, riendo y hablando de la hora que pasáramos en la casa de huéspedes. Insistió en servirnos la cena mientras nos duchábamos, y casi tuve que sacarla a rastras para que nos dejara tranquilas.Apenas terminé de comer, bajé al sótano a ver cómo estaba Kujo. No sabía por qué, pero sentía la necesidad de cerciorarme que estaba bien.—¿Todavía huelo a salvia?—Apestas.—¡Serás desconsiderado! —protesté riendo.Joseph seguía allí y me demoré con ellos, contándoles cómo había ido la limpieza. Cuando volví a subir, me di cuenta que no me sentía cansada en absoluto, sino bien despierta, como para pasar toda la noche en vela.Amy y Trisha seguían en la
No debería sorprender a nadie que haya soñado con él toda la noche. Que trepaba a mi ventana, y me besaba apenas la abría para dejarlo entrar. Por supuesto que el sueño no terminaba ahí, pero les dejo la tarea de imaginar el resto. Desperté a las ocho treinta de una mañana fría y brillante, sintiendo que había dormido como doce horas seguidas, llena de energía, del mejor humor y lista para enfrentar lo que viniera.Me vestía mirando hacia afuera cuando recordé mi sueño y reí, meneando la cabeza. Mejor que me calmara un poco, porque iba a hacer el ridículo. El paisaje desde la ventana parecía llamarme, así que vestí mis ropas de correr y bajé ya trotando.Encontré a Amy en la cocina, preparando el desayuno. Ella también se veía contenta y rebosante de energía.—¿Sales tan temprano? &md
De regreso en la mansión, Amy nos mandó a ducharnos de nuevo y permaneció en la cocina, instruyendo a Susan sobre lo que quería que cocinara para el almuerzo. No sé si era a causa de nuestro encontronazo la semana anterior o porque Amy era casi de su edad y daba órdenes como un general, pero Susan le obedecía sin decir ni pío.Me sobresalté cuando Amy llamó a la puerta del baño mientras me duchaba y pidió permiso para entrar. Parecía preocupada después de ver cómo estaba tras la limpieza.—¿Te molestaría decirme qué sentiste?Terminé de ducharme mientras le explicaba lo diferente que había resultado en comparación con el día anterior. Me ayudó a envolverme en mi gruesa salida de baño y me siguió de regreso al dormitorio.—No hace falta que comas si no tienes hambre, Fran —dijo—. Pero deberías dormir al menos dos horas.Saqué ropa limpia del ropero todavía repasando lo que sucediera.—¿Acaso hice algo mal? —pregunté.—Todo lo contrario
Me hallé sentada en la cama, sin saber bien qué me había despertado. El siguiente golpe sacudió toda la casa. Salté de la cama y corrí fuera del dormitorio. Había una sola razón para que Kujo hiciera eso: Brandon se había acercado demasiado. Estaba a mitad de camino del primer piso cuando Amy salió corriendo de su habitación, gritándome que me detuviera. No lo hice, y corrí a la cocina, esperando encontrarlo llamando a la puerta trasera o algo así. Un escalofrío me corrió por la espalda al encontrar la puerta trasera abierta de par en par.Entonces vi que la puerta del sótano también estaba abierta, y escuché la voz de Brandon demandándole a Kujo que apareciera.—¡Muéstrate, demonio! —gritaba.¿Qué mierda le había picado? ¿Estaba loco?—¡Brandon! —
No tenía frío en el sótano. Las quemaduras dolían constantemente, sin importar cuántos calmantes tomara, de modo que Kujo pronto estaba en condiciones de mantenerme tibia sin inconvenientes. Dormí toda la mañana, y sólo me desperté cuando Amy bajó a traerme mis medicinas, algo de comer y ver cómo estábamos. Tomé las pastillas, devoré los emparedados, bebí toda el agua y volví a dormir. Trisha me despertó por la tarde para otra tanda de pastillas/comida/agua. Noté que habían limpiado el camino del rincón a la escalera. Como si me importara. Me di media vuelta y seguí durmiendo.Sólo dejaba el rincón para ir al toilette junto a la cocina. Y de ida y de vuelta, me acercaba a la cámara y le mostraba mi dedo mayor a quien estuviera mirando.Esa noche, Amy trajo mi teléfono junto con la cena.&md
Como si presenciar la limpieza me hubiera debilitado, tan pronto Isaac y Trisha dejaron el sótano me sentí mareada y fatigada. Amy me vio vacilar y me ayudó a volver a sentarme.—No puedes quedarte aquí, Fran —dijo preocupada.—Mañana —murmuré, tanteando para meterme en mi saco de dormir.Suspiró para tragarse lo que hubiera querido decirme y me ayudó a acomodarme.—Aquí está tu teléfono —dijo, deslizándolo en mi mano—. Kujo y Joseph cuidarán de ti, pero llámame si necesitas algo.Sólo asentí, cerrando los ojos. Me dormí tan rápido y tan profundo que ni siquiera la escuché marcharse.En un primer momento, no supe si el grito me despertó cinco minutos o una semana después, pero los gruñidos de Kujo me despabilaron al instante. El sótano estaba