Poseído

Como si presenciar la limpieza me hubiera debilitado, tan pronto Isaac y Trisha dejaron el sótano me sentí mareada y fatigada. Amy me vio vacilar y me ayudó a volver a sentarme.

—No puedes quedarte aquí, Fran —dijo preocupada.

—Mañana —murmuré, tanteando para meterme en mi saco de dormir.

Suspiró para tragarse lo que hubiera querido decirme y me ayudó a acomodarme.

—Aquí está tu teléfono —dijo, deslizándolo en mi mano—. Kujo y Joseph cuidarán de ti, pero llámame si necesitas algo.

Sólo asentí, cerrando los ojos. Me dormí tan rápido y tan profundo que ni siquiera la escuché marcharse.

En un primer momento, no supe si el grito me despertó cinco minutos o una semana después, pero los gruñidos de Kujo me despabilaron al instante. El sótano estaba

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