Maddie se encaminó lo más rápido que pudo, siguiendo a Livy a través del oscuro y solitario pasillo que conducía a su antigua cárcel. Con solo mirar a su alrededor sintió que la angustia oprimía su pecho. No quería pensar en esos días en donde tuvo que experimentar la brutalidad de su implacable esposo. _ Mejor no pensar en eso. No quiero recordar a ese Blake malvado y vengativo... maldición es como si conviviera con dos personas a la vez. Un Jekyll y Hyde, un hombre que puede tener un acto de dulzura como lo tuvo anoche o alguien capaz de cometer los más terribles actos cuando enfurece. Se estremeció al pensarlo. Cuando la sirvienta abrió la puerta, Maddie entró a la habitación titubeante mirando hacia todos lados, se abrazó así misma recordando esos días en que estuvo encerrada allí. Soltó un profundo suspiro y cerró sus ojos. Era mejor no recordar eso, solo le originaba angustia. Quería centrarse en los días posteriores a esos en donde pudo conocer a otro Blake, ese al q
Como había dicho, Blake llegó para la hora del almuerzo. Había tratado por todos los medios de atender los asuntos más urgentes para estar lo antes posible junto a Maddie. Durante toda la mañana no había dejado de pensar en ella, en el aroma y la suavidad de su blanca piel, en lo hermosa y radiante que se veía después de que habían hecho el amor. De solo pensarla desnuda y entre sus brazos se excitaba. Varias veces tuvo que disimularlo, mientras estaba reunido. Maddie era como una droga para él, se estaba volviendo de manera irremediable, adicto a ella. “Es tan hermosa, tan sensual. Creo que ni ella es consciente de lo que provoca en los hombres. Y es mejor que sea así. Porque soy capaz de matar a cualquier imbécil que se acerque a ella” pensó apretando sus labios. A pesar de que Maddie se había entregado voluntariamente a él, los celos lo seguían dominando. El recuerdo de las palabras de la joven diciéndole que amaba a David, eran un constante martirio para él. _ ¿Dónde está
_ Disculpame querida _ dijo Blake suavemente _. Atiendo esta llamada y regreso. ¿Sí? Madelaine enmarcó una ceja. ¿Qué era tan importante como para abandonar el almuerzo? Ella asintió sin decir nada. Blake cruzó rápidamente el salón hasta el estudio. _ Hola... _ dijo con seriedad y preocupación. Del otro lado, se escuchó un carraspeo y luego, una tos ronca y pesada. _ ¿Qué diablos piensas que estás haciendo Santino? _ dijo furioso Don Carlo _. ¿Hasta cuándo estarás jugando con tu mujercita? Te recuerdo, que estamos con muchos problemas como para que abandones todo en manos de Henry. Tienes una obligación con la familia, y debes cumplirla. Blake respiró hondo, la presión de su tío cada vez era más feroz. Se estaba hartando de esa doble vida, pero a la vez, quería complacer a su tío al que consideraba su verdadero padre. _ Tío... _ dijo, tratando de ser cauto con sus palabras _. Mi esposa estuvo muy enferma, no me quedé junto a ella por capricho. Mi deber era estar junto
Mientras estaba recostado junto a Maddie, Blake se encontraba en un gran dilema: No quería irse del lado de su esposa, pero sabía que tenía que ir al club para controlar todo. Le había prometido a ella tratar de hacer que su matrimonio funcionara, pero equilibrar su vida matrimonial con el lado oscuro que ella desconocía, sería un gran problema. _ ¿Qué sucede Blake? _ interrogó ella frunciendo el ceño_. Parece que le estoy leyendo a las paredes ... Blake parpadeó ligeramente, la miró y sonrió. _ Lo siento, te estoy escuchando... creeme, pero es que ver tus hermosas piernas hacen que pierda mi concentración _ bromeó acariciándole la mejilla _. Sabes que me vuelves loco y me obligas a estar a tu lado, escuchando una historia que, en este momento, no me interesa... _ Blake, ¡tenemos un trato! _ protesto ella, mientras él comenzaba a besarle el cuello suavemente _ Blake... _ suspiró, tragando saliva _. Tenemos ... tenemos un...Él no le dejó terminar la frase, comenzó a besarle l
Madelaine, había hecho silencio ante la partida tan rauda de su esposo, pero no por eso, no dejaba de sentir una gran molestia. Algo que le oprimía con gran pesadez el pecho. ¿Dónde iba a esa hora? ¿A quién tenía que ver?_ Una reunión, si claro, ¡cómo no! _ se cruzó de brazos y se recostó contra el respaldo de la cama _. Estoy segura de que va a ver a esa víbora de Rose _ dijo apretando sus puños con fuerza _. Uff, ¡los odio! Ah, pero de mí no se van a burlar.De pronto, una gran incertidumbre se añadió en su alma._ Un momento... ¿Estoy sintiendo celos? _ dijo sentándose con rapidez en la cama _. ¿Esto que siento, son realmente, celos? ¿Será que él me gusta tanto como para sentirme así? Ya no sé qué es lo que me pasa... Yo solo sé que me gusta cuando ese maldito me besa y me toca... no se asemeja ni un poco a lo que me pasaba con David. Suspiró hondo. ¡Estaba tan confundida y a la vez tan negada a sentir eso por Blake! ¿Cómo era que le gustaba tanto un hombre cómo él? Tan huraño, b
Blake ingresó al club, bastante contrariado. Ya no soportaba estar allí sabiendo que Maddie lo esperaba en su casa. Su postura arrogante y adusta hizo que todos los empleados se incomodaran, pues le temían en gran manera. Podría ser que con su esposa fuera condescendiente, pero con los demás seguía siendo el mismo de siempre. Apenas lo vio, Ava se acomodó su cabello y lo miró fijamente, sonriendo, pero Blake ni siquiera la miró, pasando por su lado como si ella no existiera. _ Parece que el jefe ya se cansó de ti _ se burló Flora con una sonrisa sardónica al ver que a la joven se le demudaba el semblante _. Te dije que no te ilusionaras, para Blake Townsend no existe nadie más que él y ahora su hermosa esposa, claro está. Mejor que vuelvas a tus labores, muchachita, se te acabó el reinado... te duró muy poco. Flora había visto pasar a muchas como Ava: jóvenes y tontas que creían que podían domar al lobo. Ella misma había caído en ese error hace años, y la lección la había marcad
Nueva York, 29 de marzo de 1930. La boda de David Hamilton y Sarah Wade, era, después de la boda de Blake y Maddie, otro de los grandes acontecimientos que sucedían dentro del círculo aristocrático neoyorquino. Toda la crema innata del lugar estaban allí presente. Todos menos los recién casados, que, por razones obvias, no participaba. Mientras terminaba de ajustarse su traje, el joven David Hamilton se miraba al espejo, pensativo. Sabía que estaba cometiendo el error más grande de su vida, pero no tenía más opción que hacerlo. La alianza matrimonial había sido pactada por su padre hacía más de un año, con la sola razón de fortalecer su posición dentro de la sociedad y ahora que los Wade, dueños de una empresa farmacéutica eran uno de los pocos que habían logrado no sucumbir ante la gran crisis global, la presión para que se casara con Sarah había sido muy grande. Con tan solo 24 años, tenía que asumir una responsabilidad para la cual no se sentía listo. No amaba a Sarah, nunca
Ese día, los sentimientos de Madelaine estaban encontrados. No podía evitar sentirse así. Sentía una gran atracción por Blake, pero en su corazón aún subyacía el amor que había o sentía por David. El saber que ese día el hombre que durante años había ocupado su mente y alma, se casaba con otra, le dolía. Luchaba con todas sus fuerzas por no mostrarse triste delante de su atento esposo, porque consideraba que ahora que habían logrado estabilizarse, no valía la pena retroceder solo por recuerdos de antaño y por un amor que ya, no podría realizarse. Pero Blake, no era ningún estúpido, podía percibir la tristeza por la que ella estaba atravesando, por más que tratara de disimularlo. Se tragó sus inmensos celos y su gran orgullo, decidido a borrar cualquier rastro que su enemigo podría haber dejado en su mujer. Temprano en la mañana, él le había llevado el desayuno como lo había hecho durante los días en los que ella había estado enferma. _ Me estás malcriando Blake, no quiero que