Blake ingresó al club, bastante contrariado. Ya no soportaba estar allí sabiendo que Maddie lo esperaba en su casa. Su postura arrogante y adusta hizo que todos los empleados se incomodaran, pues le temían en gran manera. Podría ser que con su esposa fuera condescendiente, pero con los demás seguía siendo el mismo de siempre. Apenas lo vio, Ava se acomodó su cabello y lo miró fijamente, sonriendo, pero Blake ni siquiera la miró, pasando por su lado como si ella no existiera. _ Parece que el jefe ya se cansó de ti _ se burló Flora con una sonrisa sardónica al ver que a la joven se le demudaba el semblante _. Te dije que no te ilusionaras, para Blake Townsend no existe nadie más que él y ahora su hermosa esposa, claro está. Mejor que vuelvas a tus labores, muchachita, se te acabó el reinado... te duró muy poco. Flora había visto pasar a muchas como Ava: jóvenes y tontas que creían que podían domar al lobo. Ella misma había caído en ese error hace años, y la lección la había marcad
Nueva York, 29 de marzo de 1930. La boda de David Hamilton y Sarah Wade, era, después de la boda de Blake y Maddie, otro de los grandes acontecimientos que sucedían dentro del círculo aristocrático neoyorquino. Toda la crema innata del lugar estaban allí presente. Todos menos los recién casados, que, por razones obvias, no participaba. Mientras terminaba de ajustarse su traje, el joven David Hamilton se miraba al espejo, pensativo. Sabía que estaba cometiendo el error más grande de su vida, pero no tenía más opción que hacerlo. La alianza matrimonial había sido pactada por su padre hacía más de un año, con la sola razón de fortalecer su posición dentro de la sociedad y ahora que los Wade, dueños de una empresa farmacéutica eran uno de los pocos que habían logrado no sucumbir ante la gran crisis global, la presión para que se casara con Sarah había sido muy grande. Con tan solo 24 años, tenía que asumir una responsabilidad para la cual no se sentía listo. No amaba a Sarah, nunca
Ese día, los sentimientos de Madelaine estaban encontrados. No podía evitar sentirse así. Sentía una gran atracción por Blake, pero en su corazón aún subyacía el amor que había o sentía por David. El saber que ese día el hombre que durante años había ocupado su mente y alma, se casaba con otra, le dolía. Luchaba con todas sus fuerzas por no mostrarse triste delante de su atento esposo, porque consideraba que ahora que habían logrado estabilizarse, no valía la pena retroceder solo por recuerdos de antaño y por un amor que ya, no podría realizarse. Pero Blake, no era ningún estúpido, podía percibir la tristeza por la que ella estaba atravesando, por más que tratara de disimularlo. Se tragó sus inmensos celos y su gran orgullo, decidido a borrar cualquier rastro que su enemigo podría haber dejado en su mujer. Temprano en la mañana, él le había llevado el desayuno como lo había hecho durante los días en los que ella había estado enferma. _ Me estás malcriando Blake, no quiero que
Blake tensó su mandíbula. Sabía que esa pieza estaba atada a David, el hombre que, aunque hacía tiempo se había ido, aún ocupaba un rincón del corazón de Maddie. No era estúpido. Podía sentir el fantasma de ese amor presente en cada nota que ella tocaba. Aunque jamás lo admitiría en voz alta, el orgullo de Blake se quebró un poco al comprender que había una parte de su esposa a la que él no podía acceder. Una parte que parecía que siempre sería de otro. Se cruzó de brazos, intentando no ceder al creciente odio que lo invadía. "¿Cómo es posible?", pensó, "¿Cómo es que todavía piensa en él después de todo lo que le he dado?". Pero detrás de esa rabia, había una sensación aún más temible: el miedo. El miedo de que nunca llegaría a borrar por completo el pasado de Maddie, de que siempre habría un rincón de su alma que él jamás podría reclamar. El hombre respiró profundamente, intentando calmarse. No podía dejar que los celos lo dominaran, no ahora. Pero cuanto más la miraba, más le co
Nueva York, 31 de marzo de 1930Madelaine, despertó con una sonrisa traviesa en sus labios, con sus ojos entrecerrados observó a su esposo, quien aún seguía dormido. Después de la conversación que habían tenido, su relación parecía estar fortaleciéndose paso a paso.Ese fin de semana, habían pasado tiempo juntos, yendo a diferentes lugares y aunque Blake estaba renuente a hablar de él, Maddie pudo descubrir otros aspectos de él que le gustaban. Estando de buen humor, su esposo era una persona divertida o al menos con ella, lo era. Se acercó a Blake sigilosamente y puso su pequeña y delicada mano sobre el pecho de él. La calidez de su piel bajo sus dedos la hizo sonreír. Tamborileó suavemente sus dedos sobre el hombre, tratando de despertarlo. El hombre echó un suspiro y luego un carraspeo, un tanto aturdido. _ Maddie _ dijo entre suspiros, parpadeando _. ¿Qué sucede? ¿Estás bien?Ella trataba de no delatarse, no quería que Blake averiguara de que sabía la verdad sobre su cumpl
Blake se encontraba en su oficina esperando al director del Metropolitan News, el periódico que pensaba utilizar para atacar al de los Hamilton. Parte de ese diario, estaba en poder de los Vitale, es decir de la mafia.Mientras esperaba, no podía dejar de recordar a su esposa quien particularmente estaba radiante y amable con él. Maddie tenía un carácter para nada dócil, y aunque ahora se llevaran bien, ella no siempre accedía a ser tan condescendiente con él. _ ¿Será que ella sabe que hoy es mi cumpleaños? _ se dijo llevándose el dedo pulgar a la barbilla _. No, casi nadie lo sabe... ah no ser que Patrick se lo haya dicho... No, él no lo haría sabe bien, que no quiero que nadie lo sepa... Blake odiaba celebrar su cumpleaños. En realidad, ni siquiera quería recordar esa fecha, pues se sentía dividido. En su acta de nacimiento tenía un nombre y en el de la adopción, otro. Esa dualidad inescrutable que existía en él, siempre lo mantenía en una especie de limbo del que no parecía po
Blake, sentado en el auto, intentaba no perder la compostura. El solo hecho de pensar de que Maddie enfermara nuevamente y pudiera perderla, lo consumía. El doctor le había advertido de que ella se debía cuidar porque podía recaer y empeorar. Cerró su puño y se lo llevó a la boca, apretando los labios. Quería controlar sus emociones, pero no podía. En su mente solo una imagen lo dominaba: Maddie, pálida y enferma en una cama. El miedo lo asfixiaba, ese miedo que tanto odiaba porque lo hacía vulnerable. No podía permitirse perderla... no como había perdido a su madre. El recuerdo de su madre, débil e incapaz de luchar contra la enfermedad, lo golpeaba como una maldición que no podía quitarse de encima. No estaba preparado para revivir ese dolor. No esta vez. No con Maddie. _ Diablos, Maddie no debí dejar que te levantaras, no debí haberte llevado de paseo... ¿En qué diablos estaba pensando? _ se dijo a si mismo desencajado _. No supe cuidarla... no supe hacerlo. _ musitó angustia
Mientras Blake celebraba su cumpleaños junto a su esposa, su familia y amigos, había alguien que estaba sufriendo por la soledad y, sobre todo, por el rechazo de este. Rose Stanton, estaba en su departamento totalmente agobiada y deprimida. Hacia un año atrás había sido ella la que estaba junto a Blake, en ese mismo departamento. En esa ocasión Patrick también estaba con ellos, pero ahora, todo aquello se había acabado. Las botellas vacías en la mesa de café y las copas medio llenas eran testigos de su angustia. Todo a su alrededor parecía desmoronarse, reflejando su propia decadencia emocional. _ Maldit@ Madelaine, mil veces maldit@ _ dijo entre dientes, mientras se servía más licor _. Todo es tu culpa, tú me lo has robado... pero juro que no te será tan fácil deshacerte de mí... Blake es mío, él es mío... Mientras las lágrimas corrían por sus mejillas, en su mente una y otra vez, trataba de sacar a flote los recuerdos que tenía junto al hombre, retroalimentando a su ya crecien