_ Quédate tranquilo Blake, ella está bien _ le dijo el doctor Smith mientras examinaba a Maddie, ante la atenta mirada de él. Maddie revoleo los ojos con cansancio. _ Es que ya se lo he dicho doctor, que estoy bien... ya no sé que prefiero _ miró a Blake entrecerrando los ojos_. Ya no sé si prefiero estar en esa habitación horrible o aquí en donde no me deja ni respirar... por favor doctor; dígale que no necesita estar encima de mí, que yo me sé cuidar sola. Smith, enmarcó una ceja y sonrió. _ Madelaine, tenías un poco de fiebre. Blake hizo bien en llamarme _ le dijo con tono conciliador _. Mis recomendaciones son para cumplirse. Debes alimentarte, descansar y no esforzarte. ¿Entiendes? _ suspiró _. Mira, vamos a hacer un trato: si tú haces todo lo que te pido por unos días, te prometo que hablaré con tu esposo _ miró a Blake sonriendo _. Para que ya te de autonomía y empieces a levantarte y hacer algo que te guste y que no te fatigue... ¿sí? Pero, mientras tanto... _ Mientr
_ No puedo imaginarme por qué vienes a verme. _ dijo Patrick con una sonrisa irónica, sirviendo un trago a su prima Rose. Al ver sus manos temblorosas mientras tomaba el vaso, su sonrisa se desvaneció. _ Blake no ha aparecido en días... no puedo comunicarme con él _dijo con la voz quebrada, apretando el vaso como si fuera su única ancla _. En el club me han dicho que tampoco va. Le insistí a Henry, ¡pero no ha querido decirme nada! _ El pánico comenzaba a asomar en su voz, y sus ojos parecían estar a punto de derramarse en lágrimas. Patrick suspiró profundamente, pasando una mano por su rostro, sintiendo una mezcla de agotamiento y frustración. Otra vez Blake. Siempre Blake. Esta situación se estaba volviendo insostenible. _ Rosie... Rosie... _ murmuró mientras se sentaba frente a ella, tomándola de las manos con suavidad, pero firmeza. Sus dedos, siempre seguros, se enredaron con los de ella, en un intento por transmitirle calma, aunque sabía que no funcionaría _. Blake no es p
Habían pasado un par de días y la salud de Maddie iba mejorando. Blake en ningún momento abandonó el cuidado de su esposa. Si algo tenía que solucionar, Henry era quien se ocupaba de todo, sobre todo en el club. De los otros negocios se hacía cargo desde su mansión, pero a Maddie no la había dejado ni un momento. La tregua que habían trazado con su esposa estaba funcionando relativamente pues muchas veces sus explosivos carácteres entraban en discrepancia, pero nada que hiciera llegar la sangre al río. Madelaine, se aburría en la cama, y más allá de que ya podía leer sin cansarse tanto, le gustaba que Blake le leyera o intentara hacerlo. La primera noche que lo hizo, él casi abandona en el primer párrafo. Blake tomó el libro con manos temblorosas, su mirada estaba fija en las letras que parecían bailar ante sus ojos. Madelaine, ajena a su tormento interno, sonreía con dulzura, esperando que él comenzara. _ Blake, ¿podrías leerme este capítulo? _ pidió, con su voz suave como un
Dos días después de la primer lectura… _ Vaya...al fin apareciste _ le dijo con reproche, Maddie al ver entrar a Blake _. Ya debes dejar que me levante y baje, me aburro aquí. Ya me siento mejor... Blake revoleo sus ojos y resopló. _ Sí, efectivamente ya se nota tu mejoría. Estás volviendo a ser tan molesta como siempre _ dijo con sorna _. He tenido cosas que hacer... yo... Ella imaginándose que entre sus cosas por hacer estaban Rose o alguna de esas mujeres, no quiso seguir escuchándolo. Lo que antes no le molestaba, paulatinamente lo estaba haciendo. _ No, no... ¡No tienes nada que decirme! _ le dijo cortante, frunciendo el ceño _. Tus asuntos no me interesan. Blake fue hasta ella con rapidez y firmeza. _ Pues tendrás que escucharme _ se sentó en la cama y la tomó de los hombros, obligándola a mirarlo _. No sé qué se te cruza por esa cabeza hueca que tienes, pero no me he movido de esta casa. Estoy trabajando en mi estudio... Ella seguía con su expresión de malestar
Livy había cumplido al pie de la letra el pedido de Blake. La luz cálida de las velas iluminaba tenuemente el cuarto de baño, reflejándose en la superficie del agua que llenaba la tina. El suave aroma de lavanda flotaba en el aire, creando una atmósfera relajante que contrastaba con la creciente tensión entre los dos. Blake estaba de pie frente a ella, arremangándose la camisa con lentitud, como si disfrutara alargando el momento. Maddie, sentada en el borde de la cama, lo observaba con una mezcla de nerviosismo y expectación, sin saber exactamente qué sentir. Quería negarse, decirle que no necesitaba su ayuda, pero las palabras se atascaban en su garganta. Y él, con esa sonrisa arrogante y segura de sí, lo sabía. Sabía que, por mucho que ella protestara, no iba a detenerlo. _ ¿Lista? _ preguntó Blake con una voz baja y envolvente, acercándose hasta quedar de pie frente a la joven. Su mirada era intensa, fija en la de ella, sin permitirle escapar. Maddie apretó los labios y asin
Blake continuaba acariciando su piel bajo el agua, sus manos iban deslizándose con lentitud sobre los hombros de Maddie. Cada roce la hacía estremecer, incapaz de contener el calor creciente que subía por su cuerpo. Pero de pronto, todo cambió. El ritmo pausado de Blake se detuvo un instante, como si algo en él hubiera cambiado. Sus ojos la observaron con una intensidad aún mayor, y sin previo aviso, se levantó. Maddie apenas tuvo tiempo de reaccionar antes de que Blake, con movimientos rápidos pero fluidos, comenzara a desabotonarse la camisa. Cada botón que caía revelaba más de su piel, y el aire de la habitación, ya cargado, pareció volverse más espeso. Ella observaba en silencio, atónita, sin poder apartar la vista mientras él se deshacía de cada prenda con una urgencia controlada, hasta que finalmente estuvo frente a ella, completamente desnudo. _ Qué... ¿qué vas a hacer? _ balbuceó ella, casi ahogándose con su saliva. Mientras se tapaba los ojos. El corazón de Maddie latía
Alice y Edith llegaron puntuales para la hora del té. Fueron recibidas por el mayordomo que, de manera solemne, las invitó a pasar al elegante salón de té. El lugar era un espacio lujoso con paredes revestidas de seda y paneles de madera oscura. Los muebles eran de caoba, con tapicería de terciopelo en tonos ricos como el burdeos y el dorado. La mesa estaba cubierta con un mantel de encaje y adornada con juego de té de porcelana fina y cubiertos de plata. Si bien Edith había sido criada en la opulencia en su Londres natal, no pudo evitar admirar la fastuosidad y elegancia de la gran mansión. Pensó que a pesar de las circunstancias en las que su hija se había casado con aquel hombre, ella había tomado la mejor decisión en haber propiciado la relación. _ Llamaré a la señora, por favor tomen asiento _ dijo Thomas con seriedad. _ ¿Mi yerno se encuentra aquí? _ preguntó Edith mientras tomaba asiento. _ El señor está trabajando en su estudio. Quizás más tarde venga a saludarlas
_ Señor, la señorita Rose Stanton pide hablar con usted _ dijo Thomas por lo bajo sabiendo bien quien era. Blake quien aún se encontraba en su estudio, levantó su mirada frunciendo el ceño. Rose ya se estaba convirtiendo en un gran dolor de cabeza para él. _ ¿Mi esposa donde está? _ fue lo primero que preguntó. _ La señora Madelaine aún sigue en el salón con su madre y su cuñada... Señor, ¿Qué le digo a la señorita Stanton? _ insistió con preocupación el mayordomo. Él resopló. _ Dile que no estoy _ le dijo disgustado, se quedó pensando un instante. La mujer había estado llamando sistemáticamente todos los días y él se negaba a atenderla. Era hora de poner las cosas en su lugar _ ¿Sabes qué? ... hablaré con ella. ¡Esto se termina hoy mismo! Tomó el teléfono con furia y respiró hondo. Ya no quería saber más nada con esa mujer, estaba hastiado de ella, de sus celos de su actitud demandante y posesiva. _ Sí, ¿Qué quieres? _ le respondió de manera áspera y huraña. Rose trag