Dos días después de la primer lectura… _ Vaya...al fin apareciste _ le dijo con reproche, Maddie al ver entrar a Blake _. Ya debes dejar que me levante y baje, me aburro aquí. Ya me siento mejor... Blake revoleo sus ojos y resopló. _ Sí, efectivamente ya se nota tu mejoría. Estás volviendo a ser tan molesta como siempre _ dijo con sorna _. He tenido cosas que hacer... yo... Ella imaginándose que entre sus cosas por hacer estaban Rose o alguna de esas mujeres, no quiso seguir escuchándolo. Lo que antes no le molestaba, paulatinamente lo estaba haciendo. _ No, no... ¡No tienes nada que decirme! _ le dijo cortante, frunciendo el ceño _. Tus asuntos no me interesan. Blake fue hasta ella con rapidez y firmeza. _ Pues tendrás que escucharme _ se sentó en la cama y la tomó de los hombros, obligándola a mirarlo _. No sé qué se te cruza por esa cabeza hueca que tienes, pero no me he movido de esta casa. Estoy trabajando en mi estudio... Ella seguía con su expresión de malestar
Livy había cumplido al pie de la letra el pedido de Blake. La luz cálida de las velas iluminaba tenuemente el cuarto de baño, reflejándose en la superficie del agua que llenaba la tina. El suave aroma de lavanda flotaba en el aire, creando una atmósfera relajante que contrastaba con la creciente tensión entre los dos. Blake estaba de pie frente a ella, arremangándose la camisa con lentitud, como si disfrutara alargando el momento. Maddie, sentada en el borde de la cama, lo observaba con una mezcla de nerviosismo y expectación, sin saber exactamente qué sentir. Quería negarse, decirle que no necesitaba su ayuda, pero las palabras se atascaban en su garganta. Y él, con esa sonrisa arrogante y segura de sí, lo sabía. Sabía que, por mucho que ella protestara, no iba a detenerlo. _ ¿Lista? _ preguntó Blake con una voz baja y envolvente, acercándose hasta quedar de pie frente a la joven. Su mirada era intensa, fija en la de ella, sin permitirle escapar. Maddie apretó los labios y asin
Blake continuaba acariciando su piel bajo el agua, sus manos iban deslizándose con lentitud sobre los hombros de Maddie. Cada roce la hacía estremecer, incapaz de contener el calor creciente que subía por su cuerpo. Pero de pronto, todo cambió. El ritmo pausado de Blake se detuvo un instante, como si algo en él hubiera cambiado. Sus ojos la observaron con una intensidad aún mayor, y sin previo aviso, se levantó. Maddie apenas tuvo tiempo de reaccionar antes de que Blake, con movimientos rápidos pero fluidos, comenzara a desabotonarse la camisa. Cada botón que caía revelaba más de su piel, y el aire de la habitación, ya cargado, pareció volverse más espeso. Ella observaba en silencio, atónita, sin poder apartar la vista mientras él se deshacía de cada prenda con una urgencia controlada, hasta que finalmente estuvo frente a ella, completamente desnudo. _ Qué... ¿qué vas a hacer? _ balbuceó ella, casi ahogándose con su saliva. Mientras se tapaba los ojos. El corazón de Maddie latía
Alice y Edith llegaron puntuales para la hora del té. Fueron recibidas por el mayordomo que, de manera solemne, las invitó a pasar al elegante salón de té. El lugar era un espacio lujoso con paredes revestidas de seda y paneles de madera oscura. Los muebles eran de caoba, con tapicería de terciopelo en tonos ricos como el burdeos y el dorado. La mesa estaba cubierta con un mantel de encaje y adornada con juego de té de porcelana fina y cubiertos de plata. Si bien Edith había sido criada en la opulencia en su Londres natal, no pudo evitar admirar la fastuosidad y elegancia de la gran mansión. Pensó que a pesar de las circunstancias en las que su hija se había casado con aquel hombre, ella había tomado la mejor decisión en haber propiciado la relación. _ Llamaré a la señora, por favor tomen asiento _ dijo Thomas con seriedad. _ ¿Mi yerno se encuentra aquí? _ preguntó Edith mientras tomaba asiento. _ El señor está trabajando en su estudio. Quizás más tarde venga a saludarlas
_ Señor, la señorita Rose Stanton pide hablar con usted _ dijo Thomas por lo bajo sabiendo bien quien era. Blake quien aún se encontraba en su estudio, levantó su mirada frunciendo el ceño. Rose ya se estaba convirtiendo en un gran dolor de cabeza para él. _ ¿Mi esposa donde está? _ fue lo primero que preguntó. _ La señora Madelaine aún sigue en el salón con su madre y su cuñada... Señor, ¿Qué le digo a la señorita Stanton? _ insistió con preocupación el mayordomo. Él resopló. _ Dile que no estoy _ le dijo disgustado, se quedó pensando un instante. La mujer había estado llamando sistemáticamente todos los días y él se negaba a atenderla. Era hora de poner las cosas en su lugar _ ¿Sabes qué? ... hablaré con ella. ¡Esto se termina hoy mismo! Tomó el teléfono con furia y respiró hondo. Ya no quería saber más nada con esa mujer, estaba hastiado de ella, de sus celos de su actitud demandante y posesiva. _ Sí, ¿Qué quieres? _ le respondió de manera áspera y huraña. Rose trag
Apenas vio a su yerno entrar al salón el rostro de Edith se iluminó. _ Querido Blake, que sorpresa más grata verte aquí _ le dijo con una gran sonrisa _. Espero que vengas a compartir este exquisito té con nosotras y no solo hayas pasado a saludarnos. _ Señoras _ saludó con una sonrisa, mirando por un instante a Alice quien parecía asesinarlo con su mirada, luego apoyó su mano sobre el hombro de Maddie _. Querida _ le dio un suave beso en la mejilla _. ¿Cómo te sientes? Maddie sonrojada, giró levemente su cabeza, lo miró y esbozó una pequeña sonrisa, poniendo su mano sobre la de él. _ Muy bien... _ dijo con timidez. Edith estaba más que encantada al ver el comportamiento de su yerno para con su hija, no tenía ninguna duda de que Madelaine lo terminaría amando y se olvidaría de David. Pero en caso de que a ella le costara olvidarlo, Edith le daría un pequeño empujón para que lo hiciera. _ Oh, por cierto, querida Alice deberíamos irnos ya que aun debo ir por mi sombrero, lo
Blake la miraba fijamente mientras le acariciaba con suavidad el rostro, y Maddie le sostenía la mano, sonriéndole con timidez, aunque su corazón latía más rápido de lo que quería admitir. _ Eres tan hermosa... no puedo dejar de mirarte _ le susurró él, con la voz grave _. Si no fuera porque aún te encuentras débil... te juro que te haría el amor ahora mismo. Maddie se estremeció ligeramente ante sus palabras, pero intentó mantenerse tranquila. “Bueno... ¿hasta cuándo tendré que esperar? Este hombre pasó de ser un bruto, a tratarme como si fuera de cristal. ¿Quién lo entiende?” pensó, algo decepcionada. “¿Un momento, estoy pensando en que me muero porque me haga el amor? Dios, yo tampoco me entiendo”. _ Creo que me estás cuidando en demasía _ espetó sin pensar, revelando sus verdaderos deseos antes de que pudiera detenerse. Al instante se sonrojó, odiando su propia impulsividad. Blake la miró entrecerrando los ojos, con una sonrisa de lado que solo intensificó el calor en su c
Llegar al clímax, para Maddie fue una experiencia arrasadora. Nunca supo porque, pero su gemido profundo, acompañando el orgasmo fue como liberar ese sentimiento que llevaba muy atado dentro suyo. Blake la siguió y para él fue como tocar el cielo con las manos. Había estado con decenas de mujeres, pero nunca había vivido algo así. Esto era totalmente diferente. Nunca pensó que hacer el amor con Maddie lo llevara a tal estado de entrega. Aún permanecía sobre ella, ambos jadeantes y sudados. Se miraron a los ojos y sonrieron. _ ¿Estás bien? _ balbuceó él _. ¿Te ha gustado? Ella sonreía respirando de manera entrecortada. _ Nunca pensé que fuera algo así _ dijo con total ingenuidad y desparpajo. Blake salió de encima de ella y se recostó a su lado, sin dejar de mirarla. _ ¿Algo así? No entiendo ... _ le dijo mientras enredaba el cabello de Maddie con su dedo. Los verdes ojos de la joven brillaban, como su rostro. _ Pues ya sabes, es una sensación como si te sintieras más