Madelaine irrumpió en el edificio del Daily News con pasos firmes y decididos. Su porte inflexible y la mirada encendida solo anunciaban una cosa: un inminente dolor de cabeza para David Hamilton. Los empleados que se cruzaban en su camino se apartaban instintivamente, sintiendo la tormenta que se avecinaba.La secretaria de David advirtió la intempestiva llegada de la joven y se paró de su escritorio de inmediato para detenerla.— ¡Señorita... señorita no puede pasar! —le gritó interponiéndose en su camino.Maddie se detuvo y la miró con altivez.— Señora —la corrigió —. Soy la señora Townsend y le guste o no, voy a ver a su jefe. Así que, apártese ahora mismo de mi camino o la derribaré a usted y a cualquiera que se interponga en mi camino.La secretaria se quedó impávida ante la declaración de la joven quien, ante la inacción de esta, Maddie le dio un leve empujón sacándola de su camino. Entró a la oficina de Hamilton, abriendo la puerta de manera intempestiva y cerrándola detrás d
— Don Vitale, en la puerta hay una dama que exige hablar con usted de inmediato —le susurró al oído el hombre, pues Carlo estaba en una reunión con jefes de distintas familias.El Don lo miró frunciendo el ceño.— ¿Una mujer? Pero ¿Qué quiere? —le dijo por lo bajo con voz firme, pero con enojo—. Sabes muy bien que no me gusta que me molesten.— Es que la dama insiste en verlo y dice que no se moverá de la puerta hasta que hable con usted, que lo que tiene que decirle, es muy importante.El poderoso hombre suspiró profundamente. Él no era de atender reclamos y mucho menos si venía de las mujeres. Pero asintió.— Va bene, dejala pasar y que me espere. ¿Te dijo cómo se llamaba?— Eh, sí. Su nombre es, Eleanor Parker.Don Carlo frunció el ceño y lo miró.— Mmm, no la conozco. ¿Qué tanto querrá hablar conmigo?— No lo sé Don Vitale. Lo único que sé es que es una dama muy distinguida.El Don asintió con la cabeza, pero la curiosidad lo invadió. Si bien no era de su costumbre, había algo en
La sala quedó en un pesado silencio, roto solo por los sollozos de Carlo. La figura de Gianna, ante él, era como una sombra del pasado, pero viviente. El Don, generalmente tan firme y calculador, ahora se veía completamente quebrado por la aparición de su hermana, una figura que creía perdida para siempre.Gianna se mantuvo de pie frente a él, con la misma compostura que la había caracterizado en sus días de vida, pero con una furia contenida que la hacía aún más intimidante. Eleanor, a su lado, la observaba en silencio, mientras Carlo intentaba recobrar algo de su compostura.— ¿Cómo? —musitó Carlo, su voz quebrada por la emoción—. ¿Cómo es posible? Creí que... creí que te había perdido para siempre...Gianna lo miró fijamente, su expresión era mezcla de dolor y rabia, pero también de una determinación feroz.— ¡¿Perdido?! —dijo, con desdén— Por favor, Carlo. No me vengas con ese teatro. Sé toda la verdad, él mismo Mark me lo dijo el día en el que se llevó a Blake.Carlo levantó su m
La noticia de la libertad de Blake no se hizo esperar mucho. Fue tan sorpresiva que ni siquiera Patrick tuvo el tiempo suficiente como para llegar a la jefatura e informarse como había sucedido eso.Para cuando llegó los reporteros ya estaban agolpados en la puerta del lugar, incluso el del Daily News.El abogado alcanzó a divisarlo y disimuladamente, se acercó a él.— Espero que esta vez, te dignes a escribir la verdad y no sigas las estúpidas instrucciones de tu jefe —le susurró amenazante—. Porque te prometo que iniciaré una demanda contra ti y ese periódico de mierd@ y los hundiré en papeles.— ¿Me está amenazando abogado? —dijo, el periodista, de manera desafiante—. Le recuerdo que existe la libertad de prensa, no es nadie para hacer eso.Patrick esbozó una media sonrisa, mostrando su desdén.— No, yo nunca amenazo. Es una promesa y yo siempre cumplo mi palabra. De eso, no tenga dudas —dijo, tocándose su elegante sombrero y con un leve movimiento de su cabeza, despidiéndose.Patr
Apenas entraron en la habitación matrimonial que poseían en su mansión, Blake atrapó a Maddie entre sus fuertes brazos, decido a no dejarla escapar nunca más.Después de muchos días sin ella, tenerla entre sus brazos le parecía un sueño hecho realidad.— Aun no puedo creer que estés aquí conmigo, en nuestra casa —le dijo, dándole un suave y profundo beso en la frente—. Juro por el amor que te tengo, que pensé que esto jamás volvería a suceder... mi pequeña... mi pequeña y dulce gatita.Maddie sonrió coqueta y complacida. Le acarició la mejilla y luego se puso en punta de pies para depositarle varios besos leves en los labios al hombre.— Gatita, si haces eso no podré contenerme por mucho tiempo y lo sabes. Pero sé que en tú condición no podemos hacer lo que tanto deseo —suspiró con resignación—. Eres tan bella... tan única y mía, toda mía.La besó apasionadamente, sus lenguas se entrelazaron en una danza vigorosa y sedienta, rogando por más que lo que en ese momento estaban dándose.L
El amanecer los sorprendió abrazados. Blake no pudo evitar sonreír al ver a Maddie durmiendo plácidamente sobre su pecho.Ella, como si percibiera la poderosa mirada de su esposo sobre ella, comenzó a moverse despacio entre sus brazos.— Buenos días, mi amor—le susurró él con voz ronca, dándole un beso en la frente—. Espero que hayas dormido bien.Ella elevó su cabeza y le dio un suave beso en los labios.— Siempre dormiré bien, mientras estés mi lado. Prometelo, Blake. Prometeme, que nunca más nos vamos a separar. No importa lo que suceda, no permitas que nada ni nadie nos vuelva a separar. Ni siquiera yo, ni mis estupideces.Blake le sonrió mirándola con ternura.— Gatita... luchar contra ti es lo último que quiero. Eres demasiado testaruda y sabes herir el orgullo de cualquiera cuando te lo propones —le dijo, entre suspiros—. Creeme, no quisiera ser tu enemigo... ¡eres una chica de armas tomar!Ella se movió entre los brazos del hombre, poniéndose encima de él.— No sé porque te di
Don Vitale había pasado prácticamente, la noche en vela. La fachada de hombre duro y estratega había sido difícil de mantener a la hora de enfrentar a solas a su hermana quien permanecía inconmovible. Lo había tratado con tanta frialdad y desapego que no tenía manera de llegar hasta ella y mucho menos, manipularla.La noche anterior, durante la cena Gianna lo había ignorado por completo no así a su cuñada Claudia quien, ante la sorpresa de saberla con vida lloró de alegría. Estaba tan feliz que ordenó una magnífica cena en su honor y dispuso la mejor habitación de la residencia para ella.La mujer en su corazón sintió que de alguna manera había un poco de justicia para ella. Aunque durante años había guardado silencio, sentía un profundo resentimiento hacia su esposo por la muerte de su hijo.El inesperado y sorpresivo regreso de su cuñada, era un regalo que jamás esperó. Por fin todas las verdades que ella se había visto obligada a callar estaban siendo develadas.Mientras las mujere
Gianna sintió cómo el suelo se le desmoronaba bajo los pies. Su hijo estaba allí. No estaba preparada para enfrentarlo, no así, no de esa manera. Su corazón comenzó a latir con violencia mientras trataba de procesar las palabras de su cuñada.—No... no puede ser —susurró, sintiendo que la habitación daba vueltas a su alrededor.Claudia le sujetó las manos con fuerza, tratando de transmitirle calma, aunque su propio cuerpo temblaba.—Sí, Gianna. Está con Carlo en su despacho. Exigió verlo de inmediato. No sé qué está pasando, pero Santino ha venido con una determinación aterradora. Tienes que hacer algo —la miró de manera inquisitiva —, o ¿aun no estás lista para verlo?La mente de Gianna se llenó de posibilidades. ¿Por qué había venido Santino? ¿Qué era lo tan urgente que tenía que hablar con Carlo? ¿Estaba aquí para enfrentarse a Carlo o, peor aún, para unirse a él, en agradecimiento por salvarlo? El miedo se enredó en su pecho. No podía permitir que su hijo quedara atrapado en la re