Blake estaba de pie junto a la ventana de la biblioteca, con un habano entre los dedos, observando las sombras que las luces proyectaban en las blancas paredes. Apenas Patrick cruzó el umbral, Blake exhaló un aro de humo, su mirada fija en el abogado, como si quisiera penetrar en sus pensamientos. —Conozco muy poco a John —dijo con voz pausada, casi casual, aunque la firmeza subyacente en su tono era inconfundible—, pero no creo que le agrade que pongas tus ojos en su pequeña Gracie. Blake giró ligeramente la cabeza, y sus ojos oscuros se clavaron en Patrick, evaluándolo como un cazador que mide a su presa. Este, con una actitud aparentemente impasible, continuó su marcha hasta detenerse frente a su antiguo amigo, aunque la leve rigidez en sus hombros delataba que el comentario no había pasado desapercibido. —¿Me citaste aquí para decirme cosas sin sentido? —respondió Patrick, esbozando una sonrisa incrédula, aunque la ligera tensión en su mandíbula le quitaba naturalidad a sus
Nueva York, 18 de julio de 1930 La celebración de cumpleaños de Maddie había sido un evento de tal magnitud que ocupó un lugar destacado en las páginas sociales de los principales periódicos. David, sin embargo, había enfrentado un dilema. Por un lado, sabía que un acontecimiento así merecía ser cubierto, pero por otro, no podía ignorar cómo afectaría a su esposa, Sarah, quien lidiaba con un embarazo complicado y un ánimo inestable. Finalmente, decidió que solo se publicara una breve reseña, suficiente para cumplir con los estándares periodísticos sin avivar innecesariamente la tensión en su hogar. —Dicen que la celebración de Maddie ha sido una fiesta maravillosa —comentó Sarah mientras desayunaban, sosteniendo una taza de té con sus manos temblorosas—. Mmm, no veo que Jason haya escrito mucho sobre ello. David suspiró, bajando la mirada hacia su plato de huevos revueltos, que apenas había tocado. Desde hacía un tiempo, el carácter de Sarah, usualmente dulce y cálido había dado un
Ava caminaba de un lado a otro, con los ojos desorbitados y las manos temblorosas. Sobre la mesa había una pila de periódicos abiertos, cada uno con titulares que hablaban de la fastuosa celebración de Maddie y fotografías en las que ella aparecía junto a Blake, sonrientes, radiantes. El corazón de la joven enfermera latía con furia desbocada, y una rabia casi animal se apoderó de ella. Una por una, arrancó las páginas en donde aparecieron Maddie y Blake, sus dedos crujientes haciendo pedazos el papel. Los trozos caían al suelo como si fueran restos de un naufragio, y ella los pateaba con un desprecio absoluto, como si destruir esas imágenes pudiera borrar la realidad que tanto la atormentaba. —¡Siempre perfecta! ¡Siempre feliz! —gritó, su voz rasgando el silencio del lugar—. ¡Pero no por mucho tiempo, Madelaine! Ava apretó los puños, sintiendo el dolor de las uñas clavándose en su propia piel, pero no le importaba. Cerró los ojos un momento, intentando controlar la mal carác
Nueva york, 18 de julio de 1930 3.00 p.m. El sol de la tarde bañaba las ventanas del hospital psiquiátrico, pero en el interior, las sombras parecían más densas de lo habitual. Ava caminaba por los pasillos con pasos medidos, el eco de sus tacones resonando como un metrónomo que marcaba el inicio de algo grande. En sus manos llevaba una pequeña caja, cuidadosamente cerrada, mientras su mirada se mantenía fría y calculadora. Sabía que no podía permitirse ningún error. Cada detalle había sido planeado con precisión. Desde la distracción del personal hasta el momento exacto en el que Rose estaría lista para salir. Pero aún había una última pieza que debía asegurarse: que Rose no dudara. Al llegar frente a la habitación de Rose, Ava respiró hondo y permitió que una sonrisa afectuosa se dibujara en su rostro, el disfraz perfecto para la oscuridad que llevaba dentro. Giró la manija y entró, encontrándose con los ojos ansiosos de Rose, quien parecía colgar de un hilo entre la resign
El golpe con la piedra llegó, y Rose sintió un escalofrío recorrerle la espalda. Ava cayó al suelo, y aunque claramente el golpe no había sido tan fuerte como para causar un daño serio, la imagen de su "amiga" sonriendo con sangre corriendo por su frente era espeluznante.—¡Ya está! —gruñó Ava, señalándolos con la mano como si ella fuera la directora de un espectáculo teatral—. Ahora largo de aquí los dos.Pero Rose no se movió. Sus piernas estaban clavadas al suelo mientras sus ojos se llenaban de lágrimas. "Esto está mal", pensó, pero no se atrevió a decirlo en voz alta. Durante semanas, Ava había sido su única fuente de consuelo, su única guía, la única persona que parecía tener un plan para sacarla de ese infierno. Pero ahora... ahora parecía que Ava era el infierno.Rose tragó saliva, sintiendo una opresión en el pecho. Lentamente, empezó a notar algo que no había querido admitir: Ava no la estaba salvando; Ava la estaba utilizando. Pero ¿Por qué haría algo así? ¿Por qué debía co
Blake podía verla vestida de gala una y mil veces, pero, aun así, contemplarla descendiendo la majestuosa escalera de mármol, envuelta en aquel vestido blanco que contrastaba con su oscuro cabello, sus ojos verde esmeralda y sus labios rojos, volvió a encender en él un amor y un deseo irrefrenables. Quería hacerla suya. Otra vez.—No puedes estar tan hermosa... Verte es como un milagro. Mi milagro —susurró, atrayéndola hacia él, envolviéndola en un abrazo—. Te deseo como jamás he deseado a nadie.Ella lo miró a los ojos y sonrió. Amaba a ese hombre. Era atractivo, protector y encantador. Ahora comprendía por qué cualquier mujer enloquecería por él… porque ella misma ya lo estaba.—¿Todavía te parezco irresistible, aunque esté engordando? —preguntó, acariciándose el incipiente vientre con un fingido puchero—. Dentro de unos meses estaré enorme, como un tonel. ¿Aun así, me seguirás deseando?Blake no respondió con palabras. En cambio, posó sus labios sobre los de ella, besándola suaveme
La nota no sólo era misteriosa sin también intrigante, Maddie frunció el ceño, releyó la nota para asegurarse de que no estaba viendo mal.“Madelaine Townsend” pensó “¿Es para mí, pero como llegó esto aquí?”Maddie observó a su alrededor, tratando de encontrar alguna pista sobre el origen de la nota. Decidió abrir el papel y leer la nota, sus nervios apenas le permitían abrirla disimuladamente.“Señora Townsend, si no quiere que asesinen a su esposo ahora mismo, no diga nada a nadie. La espero después del primer acto en el baño de damas que está al final del pasillo del primer piso. Hay algo muy importante que debe saber sobre un gran enemigo que quiere destruirlo”La joven quedó impávida al leerlo, apenas alcanzó a guardarlo, pues el telón comenzaba a subir y las luces apagarse. Conservó la nota en su mano, tratando de asimilar lo que acababa de leer. Mientras la obra comenzaba, Maddie trataba de mantener la calma, pero su mente no paraba de darle vueltas a la nota. ¿Quién podría ha
Maddie sintió el vacío bajo sus pies antes de que su cuerpo cayera. El aire le golpeó el rostro cuando rodó por los escalones, incapaz de aferrarse a nada. Un grito ahogado se escapó de su garganta antes de que su espalda impactara con el suelo de manera brutal. Un silencio sepulcral se extendió en la habitación. Por un instante, todo pareció suspendido en el tiempo. Rose miró con horror el cuerpo inmóvil de Maddie al pie de la escalera. Sus manos temblaban, su pecho subía y bajaba con rapidez. No podía pensar con claridad. ¡Ella no había querido esto! Pero allí estaba Maddie, su cabello esparcido como una mancha oscura sobre el suelo de mármol, su vestido arrugado, un brazo doblado en un ángulo extraño. El sonido de unos pasos resonó en el pasillo. Rose levantó la vista con desesperación. Y entonces la vio: Ava, con su figura esbelta recortada en la penumbra, observando la escena con una expresión inescrutable. —Oh, Rose… —murmuró Ava, con un susurro envenenado. Dio un par de p