Era el segundo día de viaje en el trasatlántico que los llevaba de regreso al hogar. Desde que habían ingresado al barco, Maddie no le había insistido a Blake para que hablara, pero sus ojos cada vez que lo miraban, le decían todo. Esa mañana, mientras Maddie desayunaba en la cama, él se sentó de espaldas en el otro extremo de la cama, luego se inclinó dejando a la vista su ancha espalda, entrelazó sus manos sobre sus piernas, tratando de buscar las palabras para confesar lo que tanto le torturaban. — ¿Sabes? —comenzó a decir por lo bajo— sabes, no es fácil hablar de mí. Nunca lo he hecho. En parte, porque mi pasado es muy doloroso y en parte —suspiró de manera profunda—, en parte porque no es nada agradable hacerlo. Maddie perpleja, dejó la taza en la bandeja, mirándolo sin saber que decir. Nunca esperó que Blake decidiera confesarle sus secretos en ese momento. Sabía que no podía forzarlo, porque cada vez que lo hacía, su esposo reaccionaba como un animal herido, se ponía a la
Maddie se despertó sobresaltada a mitad de la noche. Estaba sudorosa y agitada. Su palpitante pecho, le estaba avisando que había tenido una pesadilla. O quizás solo era que su mente, estaba recién procesando toda la información que Blake le había confesado. El atronador silencio era roto solo por el tic tac del reloj y las olas que chocaban suavemente contra el barco. Giró su cabeza y encontró a Blake, quien dormía profundamente. Levantó su mano y le quitó el mechón de su oscuro cabello que le cubría la frente. Él parecía mostrar una paz en su rostro que nunca había tenido. — Blake... quisiera odiarte, alejarme de ti, decirte que eres un monstruo, pero no puedo, simplemente, no puedo —balbuceó entre lágrimas—. Te amo tanto que no puedo hacerlo. No me importa lo que digan de ti, ni lo que hayas hecho. Sólo sé que siempre quiero estar contigo.Maddie dejó caer su mano al pecho de Blake, sintiendo el latido fuerte y constante bajo sus dedos. A pesar de su confesión, de todo lo que hab
El corazón de la joven latía con fuerza, dividido entre la ira por las verdades que Blake había revelado y la profunda conexión que aún sentía por él.—¡No puedes esperar que simplemente acepte esto! —exclamó, su voz temblando—. Todo lo que me has contado... es desgarrador. ¿Cómo puedes seguir ahí, en ese mundo, como si nada? Dime Blake, ¿Qué pasará si tú quieres dejar toda esa basura y comenzar de nuevo junto a mí y a tu hijo? Blake la miró fijamente, su expresión sombría y decidida.—No lo sé, Maddie. No lo sé por qué he estado atrapado en esto durante mucho tiempo. Nunca me lo cuestioné hasta que empecé a vivir junto a ti. Antes, aunque no estaba de acuerdo con muchas cosas, simplemente las hacía porque así me han educado, tanto mi padre como mi tío. Pero cada día que paso junto a ti me aleja más de quien yo debería ser. El día en que te vi, te quise para mí e hice todo por tenerte. Nunca pensé en las consecuencias de mi decisión, estaba tan enceguecido, tan obsesionado por ti...
La respiración de Maddie se volvió más pesada ante el profundo silencio y la cavilación de Blake, había una batalla interna entre la lealtad hacia un hombre que había sido figura paternal y el peso de una vida que él mismo admitía odiar. Su corazón se apretaba, comprendiendo que, por mucho que amara a Blake, siempre habría un abismo entre ellos. Ese abismo se llamaba Carlo Vitale.— Blake, entiendo que le debas mucho a tu tío, pero el precio que pagas por esa lealtad es demasiado alto —dijo con firmeza, sus ojos brillando con lágrimas contenidas—. No se trata solo de ti. Ahora somos nosotros. Nuestro hijo. ¡Nuestro, Blake! ¿Lo entiendes? No puedo permitir que esa sombra nos amenace, simplemente, no permitiré que toda esta basura arrastre a nuestra familia. Él asintió lentamente, como si cada palabra de Maddie fuera una sentencia que él sabía que debía aceptar, aunque le doliera.— Lo sé. Pero... ¿cómo se corta con el hombre que te salvó cuando nadie más lo hizo? —preguntó en voz baja
Nueva York, 25 de mayo de 1930 —¡Con permiso! —gritaba Grace, mientras se hacía espacio entre la multitud que esperaba a los pasajeros que bajaban del Aquitania—. Por favor, ¡déjenme pasar!, ¡con permiso! Mientras empujaba a la gente, pudo divisar a su amiga Maddie quien bajaba del trasatlántico con suma elegancia tomando el brazo de su esposo. —¡Maddie! —gritó, con desparpajo, elevando sus brazos y moviéndolos hacia ambos lados— Maddie, ¡soy yo, Grace! La otra joven giró su cabeza y sonrió al ver a la hermosa pelirroja que la saludaba de manera entusiasta. Blake, frunció el ceño al ver quien era. — Oh, Dios... pero ¿Qué hace esa mujer aquí? —musitó con disgusto—. ¿Acaso tú le dijiste? ... Blake no pudo terminar la oración, pues su joven esposa se soltó de su brazo y fue corriendo hacia su amiga, quien también corría hacia ella con los brazos abiertos, dejando al hombre totalmente desconcertado. — ¡Amiga! ¡Por fin has regresado! —le dijo, Grace dándole un gran abrazo a Maddie,
Desde que Blake había desaparecido de la vida pública, el club había caído en una rutina monótona. Los días se sucedían entre el murmullo de conversaciones apagadas y la tensión en el aire. Por eso, cuando las imponentes puertas de caoba se abrieron para revelar la figura inconfundible de Blake, un silencio sepulcral se adueñó del lugar.Con su habitual traje negro perfectamente ajustado, sus ojos oscuros recorrieron la sala con una mirada glacial que parecía atravesar a cada persona presente. Su porte, una mezcla de elegancia y amenaza, era suficiente para hacer que hasta los hombres más curtidos del lugar bajaran la vista. Las sombras bajo la luz tenue del club acentuaban las líneas duras de su rostro, dando la impresión de que el tiempo lejos no lo había suavizado, sino todo lo contrario.Sin embargo, Ava no apartó los ojos de él. Mientras los demás evitaban su mirada, ella lo observaba con una mezcla de admiración y anhelo. Desde la última vez que lo había visto allí, había contad
Que Maddie supiera cuál era la actividad oculta de su esposo no le daba más tranquilidad. Al contrario, sentía una intranquilidad constante y... ¿celos? Era una posibilidad que no quería admitir, pero el pensamiento de que Blake estaba en ese club, rodeado de mujeres dispuestas a entregarse a él sin dudarlo, la consumía. Mientras el auto avanzaba, Maddie mantenía la vista fija en el paisaje que pasaba por la ventana, aunque no lo veía realmente. Sus manos estaban tensas sobre su regazo, jugando con un hilo suelto de su guante. —Si no cambias esa cara, me bajaré del auto ahora mismo —protestó Grace, cruzándose de brazos y echándose hacia atrás en el asiento—. ¿No te basta con que te haya dicho la verdad? Si tanto desconfías de él, ¡ve ahora mismo a ese bendito club y sácale de allí! Deja de sufrir. Maddie giró la cabeza hacia ella con los ojos entrecerrados, claramente ofendida por la sugerencia. —No digas tonterías —respondió, su tono era mordaz, aunque el rubor en sus mejillas la
Patrick no podía apartar los ojos de Maddie. Había algo fascinante en esa pequeña mujer que, con su determinación y valentía, seguía desafiando los estrictos cánones de la alta sociedad. Era como si su sola existencia fuera una rebelión contra las normas. Pero más allá de la admiración, una chispa de satisfacción brillaba en sus ojos. La sola idea de cómo reaccionaría Blake al saber que él, Patrick, sería quien la apoyaría en este proyecto lo llenaba de una dulce revancha. Su antiguo amigo había destrozado la vida de Rose, y Patrick no había olvidado ni perdonado. —Así que has decidido estudiar leyes —dijo Patrick, apoyando las manos bajo su mentón y observándola con una mezcla de asombro y deleite—. Veo que estás completamente decidida a desafiar a tu esposo. La joven asintió con una sonrisa radiante que iluminó su rostro. —Gracias, Patrick. Sabía que no me fallarías. —Maddie unió las manos sobre su regazo, sus ojos brillando con una mezcla de gratitud y determinación—. Sé que