Ruth leía entre sus dedos la carta enviada por Lilia, su cuerpo no le respondía, comenzando a temblar. Lo que decía era aberrante, una completa locura. Eva se había salido con la suya, desperdigando la cantidad de secretos que por una u otra razón del destino sabía. Tenía la esperanza de atrapar a la condesa antes de que pudiera abrir la boca, pero había burlado a la muerte.Sola en su cuarto, Ruth la maldijo en todos los idiomas posibles, su odio crecía conforme pasaban los minutos. Debía contactarse con su amante de forma urgente, su secreto estaba completamente expuesto.“Querida Ruth, te comento que he visitado a una vieja amiga. Me siento ofendida, jamás me contaste que diste a luz y te convertiste en madre, creí que éramos amigas. Afortunadamente, ya he conocido a tu bebé. Estaré contenta de que nos podamos reunir.Saludos cordiales.Lilia”La carta estaba firmada y cada vez que la leía sentía escalofríos en toda la espalda. En su mente, culpaba al niño de develar su identidad y
Desde su ventana, Eva sentía una cruda nostalgia y un fuerte miedo al futuro. Astor le había revelado su verdad, por qué no debían estar juntos y eso la llenaba de dudas. No había vuelto a verlo desde el entonces y no habían estado a solas para hablar, continuar con esa charla tan incomoda y complicada. La tensión le generaba ansiedad y no sabía cómo actuar ni que decisión tomar. Los sucesos que acontecieron empequeñecían en comparación a lo que pasaba en su corazón, esa confusión le quebraba el alma.Quería estar a su lado, lo supo desde un primer momento cuando lo vio al llegar al bosque por primera vez. Era su hombre oso enigmático y fuerte, todo lo que amaba y le gustaba, conectando con él en sus sentidos. Astor había querido protegerla desde un inicio, pero ahora no quería que la salvara más. Su decisión sería drástica y si aceptaba seguir a su enamorado corazón, la muerte podría alcanzarla. Una enfermedad, supuso que así se agotaría su vida al estar envuelta con Astor, tal como
El destino de Eva cruzaba los mares, en una cuerda floja que solo se sostenía de amor. Al ir corriendo al sanitario con las náuseas subiendo sin control, supo que las decisiones de su corazón le estaban pasando factura. Su cuerpo había sufrido los efectos inmediatos que Astor le advirtió. En el fondo, pensó que quizás fuera sugestión. Lo mantendría en secreto, para no preocupar a nadie por su estado. Necesitaba más respuestas y su hombre enigmático no se las daría con facilidad, era un tema difícil de conversar.Con el pasar de los días, se había vuelto más cercana a Maya, trataría de buscar con ella la verdad.—Oh Eva… No sabía que tú y Astor… —Maya tenía el rostro sumamente compungido, ella no se había percatado del romance de ambos, estando tan preocupada por la misión de su esposo. —¿Desde hace cuánto?—No sé, supongo que desde que vivimos en la cabaña… —Eva tragó saliva, se sentía ingenua, él le explicó que solo podía hacerle daño si se involucraba sentimentalmente. Se planteó si
Maya fue a ver a Teo a su cuarto, para llevarle el desayuno y ver como estaba. Para ella, era como volver a ser madre nuevamente luego de tanto dolor. El niño era bueno y además la necesitaba, estando siempre atenta de que no le sucediera nada. Ese día lo ayudó a ordenar las grandes cantidades de dibujos que ahora hacía. Como no lo regañaban, podía pintar en papel todo lo que quisiera. Se quedaba mucho solo, porque le gustaba el silencio, ya que en su anterior hogar el señor Hubello gritaba todo el tiempo.La chica no asimilaba aún lo confesado por Eva, debió darse cuenta antes. Era cierto que veía que entre los dos había química, pero nunca creyó que ya estaban teniendo algo más serio. Astor no era así con las mujeres, solo pasaba noches de descontrol y luego al otro día las olvidaba. Con la joven era diferente, algo en ella lo mantenía a su lado. Maya pensó para sus adentros, que la vida se estaba tornando sumamente caótica. Al decirle a Eva que se alejase, estaba dándole una advert
En el reino, las cosas estaban fuera de control. Felipe no logró encontrar a su condesa, por lo que sería castigado por el rey. Para colmo de males, el príncipe se ausentaba y la princesa había entrado en una histeria. La corona flaqueaba, se perdía el control. El conde no poseía un talento para la estrategia, siendo torpe en un momento de tanta furia.Felipe no creía del todo como su esposa se había burlado de él y continuaba humillándolo. Su rencor era profundo, incluso antes de que se enamorara de su hermano Daren. Ella siempre lo rechazaba, lo menospreciaba y ahora, le estaba ganando en su juego. La quería de regreso, necesitaba tenerla en su poder como a un tesoro.En todas las ciudades se corría la voz de que la condesa había huido y la gente se mofaba de él, los rumores decían que era un mal esposo, incluso que tenía el miembro pequeño y no sabía cómo complacer a una mujer. La rabia lo poseía la mayor parte del día, cuando alguien le mencionaba el asunto. El hermano de Eva recl
Preparada para un nuevo día, Eva abrió los ojos totalmente descansada luego de dormir unas cuantas horas. Su noche había tenido demasiada actividad, cuando Astor entró a su recamara y lo hicieron como si no hubiera un mañana. Estuvo exhausta y satisfecha, por lo que durmió plácidamente cuando él se marchó a su cuarto. Se sentía culpable, lo presentía, la había marcado y ahora no había vuelta atrás. Ella lo deseaba, queriendo tenerlo dentro suyo cada vez que cerraba los ojos por las noches, necesitaba el calor de su cuerpo inmenso y su fuerza descomunal.Durmieron en cuartos separados, pero a Eva poco le importó, estaba cansada y quería dormir. No tuvo nauseas, sino solo mareos al levantarse de golpe. Agradeció no tenerlas y creyó, que la enfermedad estaba disminuyendo. Ahora que era de Astor por completo, el destino se veía próximo a cumplirse. Se vistió con uno de los vestidos que Maya le prestó, uno de color violeta con bordados en negro y una falda cómoda, era un vestido abrigado y
Una nueva carta que jugar, una respuesta había llegado del cielo. Felipe no podía estar más contento con lo sucedido, al fin la vida le respondía para bien. Habló con su guardia hasta sacarle el último gramo de información y luego, se fue a su recamara para pensar un poco. Era su venganza, llegaba el momento y estaba listo.Fue hacia el estudio del príncipe, con una sonrisa irónica y triunfal en sus labios. Había hallado el modo de seguir en su lujo y realeza, tenía una parte ganada.—Majestad, debo hablar con usted. —Le dijo, entrando al lugar y haciendo la correspondiente reverencia. Louis no estaba feliz de verlo.—¿Vienes a sacar tus cosas de mi castillo? —preguntó el príncipe, burlándose y rebajándolo con la mirada.Felipe lo soportó, ya no le importaba el orgullo.—No por ahora, señor. —hizo una débil mueca triunfal. —Creo que me necesitará más que nunca, me temo que hemos sido traicionados. He venido con usted y luego iré a confesárselo al rey, debo advertirle sobre un complot.
Los soldados se desplegaban rápidamente por las calles, la plaza quedó inundada y todas las miradas se desviaban por el miedo. Era una sentencia drástica, aquel que callase tendría un mal destino. Eva se cubrió el rostro con la capucha de su abrigo y Astor la abrazó, simulando ser una simple pareja, hasta que estuvieron en una calle menos transitada.—¿Cómo esquivaremos a los guardias? —preguntó Eva, con la desesperación encarnada en su piel, estaban al borde de ser descubiertos y si eran atrapados ya no habría vuelta atrás.—No lo sé. —Astor estaba serio y nervioso, su rostro develaba su ira. No podía pensar en un escape que no llamase la atención, tampoco sabía como irían por el pueblo sin que alguien los viera como forasteros.—¿No conoces a alguien…? —Eva quería pensar rápido, no quería morir ni perder su libertad nuevamente. Ya imaginaba a Felipe con sus manos sobre ella, otra vez en su poder. Lo odiaba con toda su alma y prefería la muerte antes que volver a su lado.—No. —Astor