En el reino, las cosas estaban fuera de control. Felipe no logró encontrar a su condesa, por lo que sería castigado por el rey. Para colmo de males, el príncipe se ausentaba y la princesa había entrado en una histeria. La corona flaqueaba, se perdía el control. El conde no poseía un talento para la estrategia, siendo torpe en un momento de tanta furia.Felipe no creía del todo como su esposa se había burlado de él y continuaba humillándolo. Su rencor era profundo, incluso antes de que se enamorara de su hermano Daren. Ella siempre lo rechazaba, lo menospreciaba y ahora, le estaba ganando en su juego. La quería de regreso, necesitaba tenerla en su poder como a un tesoro.En todas las ciudades se corría la voz de que la condesa había huido y la gente se mofaba de él, los rumores decían que era un mal esposo, incluso que tenía el miembro pequeño y no sabía cómo complacer a una mujer. La rabia lo poseía la mayor parte del día, cuando alguien le mencionaba el asunto. El hermano de Eva recl
Preparada para un nuevo día, Eva abrió los ojos totalmente descansada luego de dormir unas cuantas horas. Su noche había tenido demasiada actividad, cuando Astor entró a su recamara y lo hicieron como si no hubiera un mañana. Estuvo exhausta y satisfecha, por lo que durmió plácidamente cuando él se marchó a su cuarto. Se sentía culpable, lo presentía, la había marcado y ahora no había vuelta atrás. Ella lo deseaba, queriendo tenerlo dentro suyo cada vez que cerraba los ojos por las noches, necesitaba el calor de su cuerpo inmenso y su fuerza descomunal.Durmieron en cuartos separados, pero a Eva poco le importó, estaba cansada y quería dormir. No tuvo nauseas, sino solo mareos al levantarse de golpe. Agradeció no tenerlas y creyó, que la enfermedad estaba disminuyendo. Ahora que era de Astor por completo, el destino se veía próximo a cumplirse. Se vistió con uno de los vestidos que Maya le prestó, uno de color violeta con bordados en negro y una falda cómoda, era un vestido abrigado y
Una nueva carta que jugar, una respuesta había llegado del cielo. Felipe no podía estar más contento con lo sucedido, al fin la vida le respondía para bien. Habló con su guardia hasta sacarle el último gramo de información y luego, se fue a su recamara para pensar un poco. Era su venganza, llegaba el momento y estaba listo.Fue hacia el estudio del príncipe, con una sonrisa irónica y triunfal en sus labios. Había hallado el modo de seguir en su lujo y realeza, tenía una parte ganada.—Majestad, debo hablar con usted. —Le dijo, entrando al lugar y haciendo la correspondiente reverencia. Louis no estaba feliz de verlo.—¿Vienes a sacar tus cosas de mi castillo? —preguntó el príncipe, burlándose y rebajándolo con la mirada.Felipe lo soportó, ya no le importaba el orgullo.—No por ahora, señor. —hizo una débil mueca triunfal. —Creo que me necesitará más que nunca, me temo que hemos sido traicionados. He venido con usted y luego iré a confesárselo al rey, debo advertirle sobre un complot.
Los soldados se desplegaban rápidamente por las calles, la plaza quedó inundada y todas las miradas se desviaban por el miedo. Era una sentencia drástica, aquel que callase tendría un mal destino. Eva se cubrió el rostro con la capucha de su abrigo y Astor la abrazó, simulando ser una simple pareja, hasta que estuvieron en una calle menos transitada.—¿Cómo esquivaremos a los guardias? —preguntó Eva, con la desesperación encarnada en su piel, estaban al borde de ser descubiertos y si eran atrapados ya no habría vuelta atrás.—No lo sé. —Astor estaba serio y nervioso, su rostro develaba su ira. No podía pensar en un escape que no llamase la atención, tampoco sabía como irían por el pueblo sin que alguien los viera como forasteros.—¿No conoces a alguien…? —Eva quería pensar rápido, no quería morir ni perder su libertad nuevamente. Ya imaginaba a Felipe con sus manos sobre ella, otra vez en su poder. Lo odiaba con toda su alma y prefería la muerte antes que volver a su lado.—No. —Astor
Astor debió convertirse al instante para defender a su dama de esos hombres que querían robarle la libertad. La bestia quedó desatada, en un movimiento rápido y logró hacerse paso entre los soldados, acabando rápidamente con varios de ellos. Eva seguía desnuda, tratando de buscar su ropa para vestirse y ayudar a su hombre a escapar. No podía encontrar sus prendas, estaban al otro lado de su habitación.El oso blanco atacaba sin piedad, con una furia descomunal, pero eran muchos hombres. Eva no conseguía llegar a su ropa por los soldados que estaban en su camino, no quería que la viesen desnuda. Se debía de armar de valor, no podía seguir escondiéndose. Solo quedaba un soldado en su camino, los otros estaban tratando de derribar al oso, debía actuar rápido. Con la fuerza que sacó de su alma, se puso de pie y el soldado la vio completamente desnuda. No le importó, sino que corrió hacia su vestido y lo recuperó. Sintió unas manos que querían capturarla, pero el oso era insaciable, no dej
Los guardias anunciaron el toque de queda, nadie pudo hallar a los lobos ni a la dama a tiempo. Eva subió al lomo de su hombre enigmático, huyendo hacia el bosque junto con los lobos, no pudo ni siquiera estabilizarse por la necesidad de escapar lo antes posible. En las calles el pánico reinaba, las personas hablaban y se quejaban, los lobos habían perdido el juicio y ahora eran vistos como criaturas peligrosas. Las personas habían vivido al lado de los hombres lobo por mucho tiempo, pero siempre había conflictos esporádicos que hacían que se fragmentasen los pueblos. El rey se jactaba de mantener bajo control esas relaciones, pero la cruel verdad yacía en que solo los habían dividido para que no molestasen ni osasen hacer un levantamiento. El rey los esclavizaba, a los más conflictivos hasta que se volvían irracionales y los mandaba a matar. Como era sabido entre los lobos que el rey tenía mucho poder sobre el pueblo, no podían desafiarlo y debían vivir a sus órdenes. Ninguno podía t
Mirando a los árboles, en la plena oscuridad de la noche, Seth, Maya y Eva aguardaban que Astor regresara, en su forma humana, para reírse a carcajadas y poder compartir una cena agradable. No lo hacía, sin embargo, la espera se prolongaba. Ninguno decía nada, la esperanza hacía que se aferraran a que volvería, como a veces sucedía, que volvería a tener el control sobre su transformación. No obstante, las horas pasaron y no había rastros, ni pistas, ni nada en lo absoluto. Eva lloraba en silencio, tratando de llamarlo con su corazón, podía sentir su conexión y lo necesitaba, era parte de su vida y el amor que los rodeaba la hacía sentir viva. Quería verlo regresar, se ataba a ese momento al posible final feliz.Seth fue el primero en rendirse.—No vendrá, al menos no esta noche. —dijo cuando ya el frío comenzó a calarles los huesos. No quería aceptarlo, pero había visto alguna vez ese tipo de comportamiento en su amigo.—Pero… —Eva se dijo a sí misma que si volvería, porque se amaban,
La mañana estaba soleada, un día hermoso para unos corazones afligidos. Eva no paraba de mirar hacia la arboleda por donde su amor se había marchado, con el brillo en sus ojos que develaba su esperanza por estar junto a él de nuevo. En su corazón sabía que volvería, lo esperaría, ella era suya de por vida. Miró hacia las rocas y los arboles tupidos, allí el oso se había mezclado con la hierba y se perdió de vista por el terreno sinuoso. Divisó que algo se movía entre los arbustos y estuvo a punto de gritar de felicidad, hasta que vio al lobo salir de allí. Gale la miró con una sonrisa al volver a su forma humana, pero al ver su mirada de decepción bajó la vista al suelo.Eva soltó un suspiro, no era su amor. Esperaba a ese hombre de gran tamaño e increíble fuerza, con su rostro severo y sus tatuajes misteriosos. No quería a nadie más. Gale era apuesto, pero no rozaba ni de cerca la ferocidad de su hombre enigmático.—¿Pudiste averiguar algo? —preguntó Eva, sin prestar mucha atención a