Conocidos

Se detuvieron para descansar en una zona donde el sol bañaba la hierba, para poder beber agua y comer algo antes de seguir. No iban a sobre exigirse, era un riesgo y podía echar a perder toda la misión. Maya miró al cielo, la claridad del celeste era alentadora.

—Parece que nos tocaran lindos días. —dijo, sonriendo. Eva estaba compenetrada mirando uno de los árboles. Un cedro, alto e imponente. —¿Sucede algo? —preguntó desconcertada, parecía que estaba en un trance.

Eva no respondió, no la oía, estaba concentrada en aquel cedro. Tenía una sensación en el pecho, algo había allí que la llamaba. Se aproximó hacia él con cuidado, inspeccionándolo con la mirada y contempló las grietas producidas por garras. El aroma seguía allí, era su hombre oso. Podía reconocerlo ahora, estaban conectados por algo incomprensible. Había estado allí recientemente, su olor le era tan sencillo de reconocer con sus sentidos agudizados.

—¿No lo sientes? —preguntó a Eva, mirando a la joven, confundida por esta
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