La tarde había caído en Atenas, y la oficina de Dimitrios estaba impregnada de una tensión palpable cuando Leonidas irrumpió sin previo aviso. Dimitrios, quien estaba revisando unos informes junto a su equipo, alzó la mirada con calma, pero sus ojos azules fulminaron al intruso como cuchillos afilados.—¿Qué haces aquí, Leonidas? —preguntó Dimitrios con una voz baja pero cargada de autoridad.Leonidas cerró la puerta tras de sí y se acercó con una actitud relajada, aunque sus palabras mostraban el veneno que traía consigo.—Necesitamos hablar, Dimitrios. Hombre a hombre.—¿Hablar? No creo que tengamos nada que discutir. —Dimitrios dejó los documentos a un lado, entrelazó los dedos sobre el escritorio y lo miró fijamente.Leonidas sonrió con burla, se acomodó en una de las sillas frente al escritorio y cruzó las piernas.—Oh, creo que sí. Sobre Amara.El simple hecho de escuchar su nombre de los labios de Leonidas hizo que la mandíbula de Dimitrios se tensara, pero su postura seguía tr
El sol se dentraba a raudales por las ventanas del apartamento de Amara y Dimitrios, llenando la estancia con una luz cálida que hacía brillar cada rincón. Amara estaba en la cocina, moviéndose con soltura mientras terminaba de preparar el almuerzo. Llevaba unos jeans ajustados que resaltaban sus curvas y una blusa de cuello alto negra, sencilla pero elegante. Su cabello estaba recogido en una coleta alta, dejando al descubierto su rostro radiante y natural.En la sala, Dimitrios charlaba con su hermana menor, Helena, una joven de piel blanca lechosa y ojos azul profundo, al igual que su hermano mayor. Helena había llegado temprano y, al entrar, no pudo evitar notar a Amara, quien estaba terminando de sazonar un plato.—Es hermosísima, Dimitrios —murmuró Helena mientras lo abrazaba en un saludo.—Lo sé —respondió Dimitrios con una sonrisa orgullosa, sin apartar la vista de su prometida mientras ella trabajaba en la cocina.Cuando el almuerzo estuvo listo, todos se reunieron alrededor
Capítulo 66: Últimos Preparativos y Pasión en la OficinaEl último día en la oficina antes de las tan esperadas vacaciones transcurría con una mezcla de emoción y estrés. Amara revisaba cuidadosamente los detalles del itinerario para el viaje a República Dominicana. Quería que la familia de Dimitrios tuviera una experiencia inolvidable, así que había planificado cada momento con precisión.En su escritorio, con un cuaderno lleno de anotaciones, Amara marcaba los lugares que visitarían: playas paradisíacas, restaurantes con gastronomía auténtica, y visitas a pueblos llenos de historia y cultura. Sabía que era su oportunidad para mostrarles la riqueza de su país y todo lo que lo hacía especial.Marcó el último punto en su lista y tomó el teléfono para llamar a su hermano, Luis.—Luis, ¿pudiste comprar el vehículo grande? —preguntó, con su tono siempre firme pero cariñoso.—Claro que sí, hermanita. Todo está listo para cuando lleguen. Aquí los esperamos con los brazos abiertos —respondió
El ambiente en el aeropuerto de Punta Cana era vibrante, lleno de risas, música y el murmullo de turistas emocionados. La familia de Dimitrios caminaba por el pasillo de llegadas, empujando un carrito cargado de maletas mientras sus ojos exploraban cada rincón con fascinación. El sol dominicano, aún dentro del edificio, parecía acariciarles la piel con su calidez.En el exterior, Jairo esperaba con impaciencia, apoyado contra su viejo Toyota Corolla. Vestía con jeans desgastados y una camisa blanca, su sonrisa amplia y contagiosa. Cuando vio a Dimitrios y su familia cruzar las puertas automáticas, levantó la mano para llamar su atención.—¡Aquí, aquí! —gritó con energía.Dimitrios lo reconoció al instante y se acercó, estrechándole la mano con firmeza y luego abrazándolo, algo que ya había aprendido de la cultura latina. Tras él, su hermana, Katerina, observaba con curiosidad. Tenía el cabello rubio recogido en una coleta alta y vestía cómodamente para el vuelo, pero su elegancia natur
La noche en Punta Cana era vibrante, iluminada por luces neón y acompañada por los ritmos pegajosos de la música que salía de las discotecas más populares. Amara, Dimitrios, Jairo y Katerina llegaron a una de las discotecas más exclusivas de la zona. El lugar era conocido no solo por su ambiente electrizante, sino también por ser un punto de encuentro para turistas y personas de renombre que venían a cerrar negocios entre bailes y tragos.Amara caminaba con seguridad, envuelta en una falda corta de cuero que resaltaba sus curvas, acompañada por una blusa de tirantes que dejaba sus hombros al descubierto. Su cabello rizado caía libre, rebelde y en perfecta armonía con su actitud deslumbrante. Era imposible no notar cómo las miradas se dirigían hacia ella mientras avanzaba junto a los demás. Dimitrios, por su parte, no podía apartar los ojos de ella, aunque intentaba disimularlo. Jairo y Katerina, con su creciente conexión, caminaban más atrás, compartiendo sonrisas cómplices.Desde el
El sol brillaba con fuerza sobre la costa, un paisaje que parecía sacado de un sueño. Las olas rompían suavemente sobre la arena blanca, mientras el viento jugaba con los cabellos de Amara, que caminaba hacia la orilla. La villa era el refugio perfecto para descansar, pero en el aire flotaba una tensión palpable, algo que ninguno de ellos había anticipado.Amara se quitó el vestido largo que llevaba, dejando al descubierto su traje de baño amarillo brillante, el cual destacaba su figura de una manera que no pasaba desapercibida. El viento movía su sombrero, que se caía una y otra vez, pero no le importaba. Estaba disfrutando del agua fresca, dejando que las olas acariciaran su piel. Con una sonrisa, levantó a Mave en brazos, la niña que siempre lograba sacarle una risa genuina en los momentos más tranquilos. La conexión entre ellas era evidente, y Amara se olvidó por un momento de todo lo demás, de lo que había sucedido, de las miradas que la seguían.Lo que no sabía era que alguien o
La villa parecía un paraíso apartado del mundo, pero en su interior la calma era solo una fachada. La amenaza de Piero flotaba como una sombra sobre Amara y Dimitrios. Cada mirada furtiva que se cruzaba entre ellos estaba cargada de una energía inconfesable, de una tensión que no podían ignorar. La noche caía lentamente sobre la playa, y el sonido de las olas se mezclaba con los susurros del viento. Sin embargo, en ese espacio idílico, el aire se sentía denso, cargado de una necesidad que ambos intentaban reprimir.Amara caminaba por la terraza de la villa, la brisa marina acariciando su piel. No podía dejar de pensar en lo que había ocurrido con Piero. Aunque había sido Dimitrios quien la había protegido, algo en la forma en que Piero la había mirado la había perturbado profundamente. ¿Por qué Piero había insistido tanto? pensaba. Pero lo que más la desconcertaba era que, a pesar de lo que había ocurrido, su mente y su corazón seguían enfocados en una sola persona: Dimitrios. No sent
El viaje por los diversos pueblos de la República Dominicana fue una experiencia maravillosa para Amara y Dimitrios. Cada día estaba lleno de exploraciones, risas y momentos compartidos. Disfrutaron de las playas paradisíacas, la calidez de las gentes y la cultura vibrante. Aunque había sido un tiempo de descanso, también era el escape de las tensiones que aún los acechaban. Durante esos días, se sumergieron en su propio mundo, sin pensar en lo que podría estar aguardando al final de su regreso.El tiempo juntos les permitió conectar más profundamente, y las noches de pasión fueron una constante en su relación, reforzando el lazo entre ellos. No había dudas ni inseguridades, solo una promesa implícita de que enfrentarían todo lo que viniera como un equipo.Cuando finalmente regresaron a Grecia, la sensación de alivio fue palpable. El peso de la amenaza de Piero parecía desvanecerse, y la vida comenzó a retomar su curso normal. Dimitrios volvió a sus responsabilidades en la empresa, mi