Axara estaba sentada al borde de la pequeña cama de Gael, con la mirada fija en su rostro mientras sus dedos recorrían suavemente su mejilla. El niño había logrado quedarse dormido después de la tormenta emocional que había vivido, y ahora su respiración era pausada, un leve susurro que rompía el silencio de la habitación. A la luz tenue de la lámpara nocturna, su expresión era serena, completamente opuesta al caos que había mostrado horas antes. Axara sentía un nudo en el pecho al pensar en lo vulnerable que había sido.El crujido de la puerta al abrirse hizo que levantara la cabeza. Allí estaba Cael, con los hombros tensos y una expresión que mostraba una mezcla de cansancio y culpa. Caminó con pasos ligeros, tratando de no hacer ruido.—Él parece más calmado ahora —dijo en un susurro, sus ojos descansando sobre su hijo mientras avanzaba hacia ellos.Axara apartó la mano del rostro de Gael con cuidado, como si temiera romper la paz que lo envolvía. Se levantó despacio, su cuerpo aún
Las últimas dos semanas habían transcurrido con una calma que se sentía casi irreal después del torbellino de emociones y tensiones previas. Axara había aceptado tomarse un tiempo de descanso tras insistencia de Cael, reconociendo que su cuerpo necesitaba ese espacio para enfocarse en su embarazo y también para recuperar la paz emocional. Estar en casa cuidando de Gael le había permitido conectar más con él, y juntos habían logrado crear una rutina que llenaba los días de risas y pequeños momentos de felicidad.Mientras tanto, Cael se encontraba inmerso en el trabajo, tratando de equilibrar su rol de padre, pareja y líder empresarial. Esa mañana, el ambiente en la oficina estaba cargado de expectativas. Una importante reunión para cerrar la venta de los diseños otoñales estaba programada, y Cael estaba decidido a que todo saliera perfecto.—Carmen —llamó con firmeza mientras cruzaba el pasillo hacia su oficina, los pasos resonando en el suelo pulido—, esta mañana tengo una reunión cru
La puerta de la oficina de Cael se abrió con un ligero golpe mientras Carmen entraba con un fajo de informes impresos en las manos. Su andar era ágil, pero no apresurado, y su rostro mantenía la seriedad profesional que la caracterizaba. Había decidido imprimir los informes para facilitarle la lectura a su jefe, sabiendo que él prefería revisar los documentos en físico cuando los temas eran importantes.—Señor Van Der Wijk —dijo Carmen con voz firme, colocándolos cuidadosamente sobre el escritorio frente a él.Cael levantó la vista de la pantalla de su computadora y extendió la mano, tomando los documentos con un movimiento rápido y preciso. Revisó las primeras páginas en silencio, su ceño ligeramente fruncido mientras absorbía la información. Entonces, de forma inesperada, alzó la mirada hacia Carmen, sus ojos azules brillando con un destello inquisitivo.—¿Cuánto tiempo lleva Kevin trabajando para nosotros? —preguntó de pronto, dejando el informe de lado.La pregunta la tomó por sor
Cael miró la pantalla de su computadora una vez más, intentando enfocarse en los números y proyecciones que aparecían frente a él, pero su mente simplemente no lograba centrarse. Había demasiadas preguntas sin respuesta, demasiadas sombras alrededor de Laura, Axara y Derek. Se levantó bruscamente de su silla, ajustándose el reloj en la muñeca, y sacó su teléfono del bolsillo. Habían pasado días desde que le pidió a Kang que se encargara de Laura, pero no había hecho ningún seguimiento. El desconocimiento comenzaba a carcomerlo.Marcó el número de Kang, esperando con impaciencia mientras los tonos de llamada resonaban. Finalmente, la voz del hombre respondió al otro lado de la línea.—Señor Van Der Wijk, ¿necesita otro servicio? —preguntó Kang con su tono habitual, neutral pero con un dejo de alerta.Cael no perdió tiempo en formalidades.—Necesito que me digas qué hiciste con Laura —dijo de inmediato, su voz baja pero cargada de tensión—. Y, sobre todo, si dijo algo importante antes d
El sonido de unos tacones apresurados resonó entre los escombros, rompiendo el inquietante silencio del pasillo. Cael, aún aturdido por la explosión, giró la cabeza hacia el origen del ruido. Entre la neblina de humo, una figura femenina emergió con prisa. Era una joven rubia, de rostro pálido y ojos decididos.—Señor Cael, soy Amanda. Le ayudaré a salir —dijo ella, extendiendo una mano firme hacia él.Cael la miró con incredulidad. No esperaba encontrar a nadie ahí, mucho menos a Amanda, la amiga de Axara. Sin embargo, la urgencia en su mirada lo hizo reaccionar. Apretó su mano, sintiendo la fuerza de su agarre mientras ella lo guiaba, colocando uno de sus brazos sobre su hombro para estabilizarlo.—Amanda... ¿qué ha pasado? ¿Dónde están todos? —preguntó con voz ronca, tosiendo ligeramente por el polvo que aún flotaba en el aire.—Los guardias evacuaron a todos a tiempo. Pero ellos no sabían que usted estaba aquí —respondió ella rápidamente, su tono reflejando tanto alivio como preoc
Axara salió del taxi apresuradamente, ignorando el ruido del tráfico y el caos que rodeaba la entrada a la empresa. Su corazón latía con fuerza mientras observaba el panorama desolador: vidrios rotos, paredes ennegrecidas por el humo y una multitud de policías, paramédicos y curiosos que no dejaban de murmurar sobre lo ocurrido. Sentía un nudo en el estómago mientras sus ojos recorrían con desesperación cada ambulancia estacionada cerca.El aire era denso, mezclado con el olor a quemado y la tensión palpable que se respiraba en el ambiente. Axara, envuelta en una mezcla de ansiedad y miedo, no dejaba de preguntarse si Cael estaría bien.Finalmente, después de pasar junto a varias camillas y personal médico ocupado atendiendo a los heridos, lo vio. Estaba sentado en el borde de una ambulancia, con un paramédico revisándole las costillas. Su camisa estaba manchada y ligeramente rasgada, y aunque parecía físicamente bien, su expresión seria delataba que algo más profundo lo atormentaba.
Cael revisaba frenéticamente los documentos en su escritorio, asegurándose de que no olvidara nada importante. Contratos, pasaportes, identificaciones… cada papel parecía representar un fragmento de la vida que estaban dejando atrás. Su mente trabajaba a toda velocidad, calculando cada detalle del plan que debía ejecutar sin errores. Había ordenado que su jet privado estuviera listo en menos de una hora y, aunque todo estaba saliendo según lo planeado, el peso de la decisión lo aplastaba.Mientras tanto, en el cuarto de Gael, Axara doblaba cuidadosamente su ropa y la guardaba en una maleta azul. Se movía con rapidez, pero su mente estaba distraída. La urgencia en los movimientos de Cael y la tensión en su mirada desde que salió del hospital no dejaban de inquietarla. Había algo más grande sucediendo, algo que él no estaba dispuesto a contarle del todo.—Amor, ya hice las maletas —dijo Axara mientras entraba al cuarto principal, donde Cael terminaba de organizar sus pertenencias.Él es
El avión volaba en la inmensidad del cielo nocturno, con un suave zumbido que parecía calmar todo lo que había sucedido en las últimas horas. Axara sostenía la mano de Cael con fuerza, como si ese simple contacto pudiera anclarla a la realidad. En el asiento junto a ellos, Gael dormía profundamente, ajeno a la turbulencia emocional de sus padres. Su pequeña cabeza reposaba contra la ventanilla, con una manta cubriéndolo hasta el cuello.Axara desvió la mirada hacia Cael, su rostro iluminado tenuemente por las luces tenues de la cabina. Su semblante estaba serio, casi distante, mientras observaba a su hijo.—¿Crees que él pueda adaptarse a un nuevo país? —preguntó Axara, rompiendo el silencio. Su voz era suave, cargada de preocupación—. Otra cultura, otro idioma... es mucho para él.Cael giró el rostro hacia ella, sus ojos reflejando una mezcla de cansancio y determinación.—Es la única manera que tengo de protegerlos —respondió, mirando brevemente a Gael antes de volver la vista al fr