Las cosas no se hicieron más fáciles para Michael cuando Diego y Rebeka decidieron casarse en Las Vegas, por supuesto Guadalupe y él fueron testigos del enlace. Guadalupe de manera bastante sugerente le informó a Michael que el día anterior había cumplido año, ya podía ser testigo, era mayor de edad. Después de que los novios fueran a pasar su noche de bodas en el lujoso hotel de las Vegas del tío de Rebeka, Michael regresó con Guadalupe a la casa segura de Halcón en Las Vegas. Michael pensaba pasar de largo a su habitación, pero Guadalupe no se lo pondría fácil. «Nunca me lo pones fácil, niña» —Guadalupe, estoy cansado —dijo sin mirarla. —Perdóname por lo que pasó en la madrugada, es que bueno, era mi cumpleaños… Michael se sintió peor. —Santa madre de Dios —expresó cansado—. Lupita, no tienes que pedirme perdón, yo debo pedirte perdón a ti. — ¿Por qué? Reaccionaste porque estabas borracho, lo mismo te hubiera dado besar a una mula. Michael arrugó el ceñ
Victoria abrió mucho los ojos y aunque a Stefan le hubiera gustado que se enrojecieran sus mejillas, por el contrario ella se puso muy pálida. Eso le enfureció, no podía creer que fuera tan repugnante para ella. —Prometiste dejarme ir —susurró Victoria. Stefan se calmó a sí mismo, sabía que debía ser astuto. —Y mantengo mi palabra, si al final de este viaje te quieres ir podrás hacerlo, pero confío en que preferirás quedarte. Victoria no dijo nada, pero estaba más que segura que no sería el caso. —Sé que no quieres, pero es porque no me has dado una oportunidad —objetó Stefan—, desde que estamos aquí te he demostrado que soy alguien tan normal como cualquiera. —Eres un asesino Stefan —susurró ella. —Difiero en eso, pienso que un asesino es el que mata por placer, yo solo hago lo necesario. —Te crees con poder sobre la vida de quienes te rodean, y cualquier megalómano se conforma con hacerlos sentir miserables si te desafían, tú los matas directamente.
Stefan llevó a Victoria a un restaurante, su apariencia era relajada, una camisa desabotonada hasta el tercer botón aunque era manga larga, de color azul oscuro contrastaba con sus ojos claros dejaba ver una cadena gruesa de oro y sus tatuajes. Victoria llevaba un vestido rojo de minifalda y sandalias altísimas. El restaurante era muy bonito y lujoso, Stefan le abrió la silla para que se sentara y estaba de buen humor. Victoria seguía desconfiada. — ¿Por qué me ves así? —Preguntó Stefan. —Espero que en cualquier momento explotes. —No soy un hombre amargado, aunque tú sabes sacar mi mal humor. Victoria sonrió. —Yo suelo sacar de quicio a la gente. —Y te has propuesto cambiar, así que procura portarte bien. —Pero tú no cambias y sigues dándome órdenes. —No fue mi intención, quería ser chistoso, pero al parecer es muy duro cambiar tu impresión de mí. —Ya sabes lo que dicen, la primera impresión es lo que cuenta El mozo trajo la carta y ordenaron l
Victoria sorprendida no sabía qué decir. —Eso no podría pasar —emitió con voz entrecortada. —Imaginemos que sí puede pasar. Victoria suspiró y decidió ser sincera. —Dejemos claro que es obvio que no ocurrirá. Me iría con él sin dudarlo… — ¿Por qué es obvio que no puede ser? Supongo que tuvieron una historia llena de amor y promesas… —Él me dejó —le interrumpió Victoria siendo tajante y se le notaba que no quería hablar de eso—, prefirió ser un mafioso y desvincularse de mí. —Quizás lo hizo para protegerte —masculló Stefan y sus palabras le supieron a hiel, pero tenía que decirlo. Victoria negó con la cabeza. —Es una tontería, a mí no me hubiera importado, él lo sabía. En fin… —Sí, es una tontería, debió llevarte, así como su amigo que no le ha importado y está con Rebeka Larsson, la llevó a su mundo y ella es muy feliz con él, aunque no hayan tenido una boda cómo debía tener una mujer de su posición. — ¡¿Qué?! —Exclamó Victoria—. Me dices que Rebeka s
Victoria entregó el teléfono a Stefan de mala gana, ya no quería ver fotos de Rebeka feliz sin ella como su dama de honor, ahora tenía a Guadalupe y al lado de Michael. «Al parecer la tal Guadalupe no me suplanta solo con Rebeka» —Si ya confías en mí, quiero un teléfono al menos, estoy harta, no es la época de las tabernas. —No es justo que te pongas de mal humor conmigo, esa parte de tu vida finalizó. —Stefan, debes dejar de darme órdenes, me has dicho que soy libre, tú no puedes dictaminar que termina en mi visa —espetó Victoria de mal humor. —Pero es que no lo determiné yo. Victoria, creí que habías entendido que en el momento que nos hicieron caer por un acantilado demostraron que no les importaba tu vida. —No quiero hablar de ellos. —Me parece bien, vinimos a hablar de nosotros. La verdad estoy cansada y quiero regresar a casa. —No debí mostrarte nada —se lamentó Stefan—. No quería decepcionar a mi madre regresando temprano, está muy emocionada contigo.
Victoria despertó cuando escuchó a Stefan quejarse de dolor, él se dio cuenta cuando volteó a la cama que ella se había despertado asustada. —Buenos días, perdón por despertarte —comentó Stefan estirándose como un gato. Ya el sol iluminaba por completo el día. — ¿Qué te pasó? —Inquirió Victoria. —Nada, es mi espalda, este sofá no me ayuda. — ¿Es por el disparo? —Preguntó Victoria y siente un poco de remordimiento por haberlo lastimado más el día que le metió las uñas en la herida, cosa que antes no sentía. —No es eso, solo son viejas lesiones. —Acércate —le pidió Victoria dando un golpecito en la cama junto a ella. Stefan se sentó en la cama y Victoria movió sus manos por la espalda palpando los nudos en los músculos y desviación en su espina dorsal. —Estudie fisioterapia, no terminé la carrera, pero creo que puedo ayudarte, te sentirás mejor, y tienes razón, ese sofá no te ayuda. —Me dejarás dormir contigo por fin. —Te ayudaré con tu espalda —contestó
Victoria regresó con Stefan a New York. Adriana los abrazó muy fuerte antes de despedirse de ellos, primero a su hermano y después a Victoria. —Ahora debo ir a trabajar al hospital y seguro no tendré tiempo para nada, pero quiero que sepas que te considero mi amiga y que puedes llamarme si quieres quejarte de Stefan. — ¿Quejas de mí? —Interpeló Stefan— Si yo no la molesto, apenas tengo tiempo para verla, siempre estoy trabajando. Adriana negó con la cabeza. —Hermanito, debes tener tiempo para tu novia. —Aparte de cuando me da masaje… —Ya Stefan, no quiero conocer su intimidad, eres muy capaz de decirlo —expresó Adriana con angustia. —Nunca tuve en mi vida una novia con manos tan mágicas, te voy a contar, ella primero frota sus manos con aceite... Victoria se echó a reír cuando Adriana tapó sus orejas y comenzó a tararear haciendo que Stefan callara y contuviera su risa guiñando un ojo a Victoria cuando Adriana no podía verlo. Adriana había interpretado t
Victoria descansó toda la tarde, tocaron ligeramente su puerta y era Adelina. Traía una caja grande, obviamente era un vestido. —Buenas tardes señorita, el señor le manda esto. —Pero Stefan está loco, tengo un armario lleno de ropa. Victoria tomó la caja y la llevó a la cama, la abrió y quedó maravillada con el vestido. Era de un tono muy claro, pero no podía distinguirse, estaba tejido con muchísimos brillantes tornasol. Junto al vestido había una máscara que hacía juego con el vestido. — ¿Una fiesta de disfraces? —Murmuró Victoria y Adelina no respondió, ella no tenía idea. Victoria se arregló con esmero, se puso el vestido que le quedaba como un guante, el vestido era de una malla muy fina en el torso y los pechos eran cubiertos por el efecto del bordado de pedrerías, la falda era en corte sirena ceñido hasta las rodillas y luego se soltaba un hermoso drapeado, no tenía mangas, solo unas finas tiras casi invisibles. Victoria dejó su cabello suelto y abri