Ines y su hermana Altagracia estaban en la habitación charlando mientras se iban a la celebración del compromiso. Ella iba a ser la madrina de bodas porque Lorenna así lo quiso. El padrino iba a ser Francisco, el tío de Fabrizio.Altagracia observó a Inés que se había arreglado muy elegante y había decidido ese día llevar su cabello rubio en un sencillo moño.—Estás muy elegante. Quién se iba a imaginar que algún día serías la madrina de bodas del hijo bastardo de tu marido; Dayanana, la eterna amante de tu esposo debe estar revolcándose en el infierno rindiese de ti.—No digas idioteces, sabes que acepté ser la madrina por Ignacio y su hija; ese bastardo no me interesa, por mí que se pudra igual que la sirvienta de su madre en una tumba.—¿Le estás deseando la muerte a Fabrizio?—No le deseo la muerte, pero tampoco me siento complacida con que él sea el heredero de la receta, la empresa de mi familia será dirigida por ese bastardo cuando debería hacerlo uno de mis hijos, no el hijo d
Mariangel le abrió a Juan Carlos una puerta pequeña que solo usaba el personal de limpieza.—Gracias Mariangel, te lo agradeceré toda la vida.—No me lo agradezcas, solo lo hago para fastidiar a Fabrizio.—Igual me estás beneficiando. ¿Dónde está ella?—En el jardín con todos, creo que es mejor que la esperes en el bungalow, yo le diré que estás aquí.—Está bien.Mariangel buscó a Lorenna, como no la vio en el jardín entró a la mansión, casualmente ella iba bajando las escaleras.—Te estaba buscando.—Si, ¿y para qué?—Juan Carlos está en el bungalow detrás del jardín.—¡¿Qué hace aquí?!—Vino porque quiere hacerte entrar en razón.—¿En razón de qué? ¿Y con qué derecho lo dejaste entrar?—Yo al igual que mis tíos deseo que Fabrizio se regrese por donde vino, además intento salvarte de esa locura que piensas cometer. Se supone que soy yo la de los errores, ahora resulta que tú vas a cometer el error del siglo. —Lorenna se acercó a Mariangel con una actitud intimidante y puso una mirada
Juan Carlos miró a Fabrizio con odio y le dijo:—No pienso rendirme, no dejaré que ella se case contigo.—¿De verdad crees que tienes lo que se necesita para pelear con alguien como yo? —Lo miró con menosprecio —. Para empezar, pertenezco a la misma clase social de Lorenna, conmigo está segura de que no me caso con ella por interés.—Si lo hace por interés, Mariangel me contó lo de la receta.—¿Y tú le crees a esa envidiosa? Mariangel está intentando hacer todo lo posible para que Lorenna y yo no estamos juntos, ella no puede aceptar que la rechacé cuando aún era la heredera, porque fui yo el que decidió buscar a Lorenna; es que ella es superior y mucho más mujer que Mariángel. Lorenna regresó, pensó que debía alejar a Fabrizio de Juan Carlos y así evitar una pelea.—Fabrizio, todos nos están esperando.—Si amor, ya voy. —Miró a Juan Carlos.—Lárgate y no vuelvas a acercarte a ella o verás las consecuencias.Fabrizio se acercó a Lorenna, la agarró de la mano y se fueron. Entraron a
Fabrizio regresó al jardín, agarró una copa de vino, bebió un gran sorbo. Lorenna ya se había marchado, seguir allí ya no tenía sentido. Fue a donde se encontraba Ramses.—Lorenna se marchó.—En serio.—Si, iré a avisarle a los demás y nos largamos de aquí.—Estupendo, aquí no hay como divertirse, lo único bonito que hay es Mariangel.—¿Te siguen gustando las brujas?—Ella es un ángel, mirala —Los dos se quedaron mirando hacia donde ella estaba—. Es tan linda; pero me mira como si tuviera balas asesinas en los ojos.—Para que te pare bolas tienes que hacerte mi enemigo y de paso debes demostrarlo metiéndome un tiro.Fabrizio fue a la mesa donde se encontraba Ignacio con Inés y Antonella, los tres pusieron sus ojos sobre él como si fuera una mosca en la sopa, Fabrizio sin preámbulos les dijo:—Señores, les anuncio que mi novia de mentiras se marchó hace algunos minutos de la mansión, se fue a su casa. —Antonella se desconcertó. —¿Cómo? ¿Lorenna se marchó?—Sí señora, se fue en su auto.
En la mañana Lorenna se levantó igual que siempre, Liliana le llevó su café.—Buenos días señorita.—Buenos días Liliana. Lorenna tenía tres atuendos de ejecutiva sobre la cama, todos de camisa y pantalón, nada distinto a lo de siempre.—¿Qué opinas? Cuál está mejor. —Liliana se quedó observando los atuendos.—Están bien, a usted todo le queda bonito.—Pero es que hoy necesito verme estupenda. —Liliana levantó las cejas.—Pero eso es lo que usa siempre, para verse estupenda debería ponerse el conjunto de animal print.—¡¡No!! —¿No quiere verse estupenda?—Si, pero que no se note que lo hago a propósito.—¿Un vestido corto? —Lorenna sonrió.Más tarde llegó a la oficina usando un vestido casual color blanco con rayas grises y falda semi acampanada y un cinturón de cuero con hebilla dorada que hacía juego con sus joyas; además llevó el cabello suelto, sus ondas se veían como ella se sentía, ligera y fresca.Saludó a Sheyla, su secretaria.—Que me tienes Sheila.—La agenda está según
Fabrizio entró a la oficina, Lorenna ya tenía frente de su una carpeta e hizo que estaba leyendo algún informe, la verdad era que en ese momento no tenía cabeza para hacer nada que no fuera pensar en Fabrizio. Él se quedó observándola por algunos segundos antes de saludarla, ella tenía las gafas puestas.—Hola —Dijo mirándola fijamente, ¿cómo terminaste de pasar la noche?—Bien, ¿y tú?—Bien, salvo que me tocó decirles a todos que te habías marchado de nuestra fiesta de compromiso.—No creo que eso te haya molestado.—Estás en lo cierto. —Hubo una leve pausa, luego Fabrizio sonrió con picardía y le dijo:—Anoche con tu comportamiento descubrí que eres una niña caprichosa, hacea lo que se te antoja y no le importa lo que digan los demás. Aunque aparenta ser una niña buena.Lorenna sonrió, se quedó mirándolo a través del cristal de sus gafas.—No suelo tener ese tipo de comportamiento, pero esa fiesta de compromiso estaba de demás ¿no crees? Inés vive apegada a las viejas acostumbres, p
José Ernesto estaba enardecido con Fabrizio por las críticas que había hecho con respecto a la competitividad de la empresa. Fue a la oficina de Inés, ella se encontraba en ese momento con Altagracia, Fabián entró y cerró la puerta, furioso se dirigió a su madre y le dijo:—¿Por qué tenías qué agachar la cabeza delante de ese bastardo?—¿De qué me hablas en ese tono? —Él se paró frente a su madre y le habló con carácter desafiante.—No tenías por qué aceptar delante de Fabrizio nada que él dijera en esa junta, tú eres la dueña y él solo es tu empleado, no tienes que agachar la cabeza.—Nadie agachó la cabeza, sabes muy bien que siempre mantengo mi postura; solo reconocí que este año hemos estado estancados, no creo que aceptar que algo incorrecto está sucediendo sea desfavorable.—Por lo visto piensas dejar que el hijo de la zorra limpie el piso contigo.—No me hables en ese tono José Ernesto.—Si ese bastardo puede decir cualquier cosa, yo también puedo decir lo que se me dé la gana
Por la tarde cuando Lorenna salió de la oficina, buscó su auto y salió del estacionamiento pensando en dirigirse al bar a encontrarse con sus amigos. En la calle, Juan Carlos la estaba esperando parado junto a su auto, en cuanto la vio salir la interceptó casi que atravesandose a mitad de carretera, Lorenna frenó de golpe, asustada lo miró con recelo, a él eso no le importó y se acercó por el lado de su ventallinna, Lorenna bajó el cristal.—¿Qué demonios te sucede? pude matarte.—Ya me estás matando con lo que estás haciendo con ese tipo.—¿Qué haces aquí? ¿hasta cuándo piensas dejarme en paz?—Hablemos por favor.—Fabrizio puede verte.—Ese idota ya salió hace más de media hora, ¿acaso no te avisó que se iba de la empresa?—Por supuesto que lo hizo, pero podría regresar. —Los conductores de los autos que estaba detrás de Lorenna comenzaron a tocar la bocina, Juan Carlos insistió:—Por favor, detén el auto. —Lorenna no deseaba hacerlo, y no supo ni como se dejó convencer, estacionó e