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Quiero irme de aquí

— Qué es lo que te ha pasado?— dice mi esposo a mi espalda.

He estado a punto de gritar pero ya estoy empezando acostumbrarme a sus interrupciones.

— No es nada ya casi están curadas—

— Como puedes decir eso, si tienes las rodillas en carne viva—

— Apenas si duelen ya. Qué tal su viaje?—

— Bien..., Porque te vistes así, no tienes vestidos? porque podemos comprar nuevos—

— No es necesario, no quiero estropearlos—

Termino de vendar mis rodillas y me meto en la cama. Un rato después lo hace mi esposo.

— Por qué me tratas de usted si somos esposos?—

— No lo sé, me pareció lo correcto—

— Me gustaría que me llamaras por mi nombre—

— Está bien James—

Apago mi lámpara y cierro los ojos. Intento dormir pero no puedo. Se que el también está despierto.

— James le puedo, perdón te puedo hacer una pregunta—

— Pregunta—

— Puedes repudiarme si lo deseas ya se que no soy lo que esperabas, y no me molesta. En el tiempo que llevo aquí he aprendido muchas cosas creo que podría servir en alguna de las casas del pueblo—

— Por qué debería repudiarte?— dice levantando su tono de voz.

— Bueno se que la iglesia lo permite si no se ha consumado el matrimonio y creo que nosotros no lo hemos hecho ya que tú madre dijo que no era solo dormir, que tenia que pasar algo más y nosotros solo hemos dormido juntos y cruzado algunas palabras—

— No entiendo por qué dices eso, es por mi madre? Creo que debi pararle los pies antes—

— No, no es eso. Trabajo por qué quiero, así ella está feliz y no me regaña. Además si me repudias podré trabajar y cobrar por ello. Con el tiempo podré comprar una casa y un pequeño terreno. Y tú podrás estar con ella—

— Así que eras tú, la que salió corriendo. La rechace...—

— Lo se, lo escuche—

En ese justo momento me doy cuenta de que me he descubierto, vaya esta vez he metido la pata hasta el fondo—

— Desde cuando entiendes el idioma, mamá cree que eres una incompetente—

— Dos semanas después de estar aquí, empecé a comprender—

— Vaya eso sí que no me lo esperaba, la verdad—

— No me conoces, ni siquiera nadie se ha tomado la molestia en conocerme, desde que llegué aquí solo he sido la extranjera, la niña mimada, la débil y la horrible esposa de su señor. Nadie me ha preguntado a mi como me sentía, yo también fui obligada a casarme... Tuve que abandonar mi vida y a mis hermanas y para que? para estar sola y ser humillada!—

Ante mis palabras el se queda unos segundos callado.

Las lágrimas caen desbordadas por mi rostro. Agradezco la penumbra de la noche.

— No te voy a repudiar, es cierto que no eras lo que esperaba cuando llegue, pero habría dado igual si fueras tú o cualquiera de tus hermanas, no quería casarme por obligación, y no eres horrible, nada en ti lo es, así que no quiero volver a escucharlo—

Lo único que deseaba y también me lo ha quitado, tendré que resignarme y pasar el resto de mi vida así.

Me despierto temprano o es lo que yo creo ya que las cortinas están cerradas, no recuerdo haberlas cerrado anoche, desde el primer día en el que me dormí no lo he vuelto a hacer, así con los primeros rayos del día me podía despertar.

Descorro las cortinas y veo que ya es de día, me visto rápidamente hoy no tendré tiempo para desayunar. Maldigo mientras bajo a la cocina.

Veo como todas las chicas sacan baúles hasta el carruaje, será que James sale de viaje otra vez? Bueno eso ahora no me interesa.

Veo el pilón lleno de cacharros, me arremango y comienzo a lavarlos. Después cojo un canasto de sábanas y me dirijo al lavadero.

— Isabel—

Me volteo y veo a la señora frente a mi, dejo el canasto en el suelo y me acerco a ella.

— Me marcho es hora de volver a mi casa—

— No entiendo señora—

— Está no es mi casa es la de James, siento haberme comportado como una víbora, espero sepas perdóname algún día—

Me quedo parada un momento y veo como está se marcha en el carruaje, será que James la echo por mis palabras. Eso no está bien, deberé hablar con el más tarde.

Continuo con mis tareas hasta bien entrada la tarde. Me siento a comer muy tarde. James ya ha debido de comer así apenas si como y me dirijo al huerto. Solo me queda ararlo y podré descansar.

Termino sudando miro mis manos y estas están ásperas y agrietadas. Las vendo un momento con dos viejas telas. Más tarde las curare.

Voy hasta el pozo y saco dos cubos de agua. Entro en la cocina a sabiendas de que no voy a encontrarme a nadie. Hoy es la tarde libre del servicio por lo que a estas horas no hay nadie por aquí. He dejado la cena de James sobre la mesa por lo que si no ha terminado de cenar ya igual está en su despacho.

Los jueves para mí son los peores días ya que sobre mi recae todo el trabajo, hoy se han quedado un rato pero normalmente aquí no hay nadie, me acerco hasta la chimenea y coloco los cubos, espero a que se calienten y los dejo en el suelo.

Si no pesaran tanto los subiria hasta la primera planta, pero necesitaría cuatro para llenar la mitad de la bañera. Tengo las manos bastante dañadas y mientras dejara los primeros cubos y llevará los siguientes el agua estaría fría. Así que no merece la pena. Los jueves son mis días de baño. Me desvisto y me quedo con la camisola. Cojo un trapo y me lo paso por los brazos, después por las piernas hasta hacerlo por todo el cuerpo, vuelvo a mojar el trapo y lo escurro. Busco la pastilla de jabón que tengo para mi ropa ya que la mía se acabó hace tiempo y nadie me ha dado una nueva

Esta huele a grasa y un poquito a lavanda ya que cuando estaban haciendo el jabón robe un poco y le añadí unas gotas de mi perfume.

Me la paso por todo el cuerpo y comienzo a  enjuagarme.

— Qué estás haciendo? Porque te lavas aquí—

— Un día voy a morir, se que es tu casa pero podías avisar de tu presencia—

Se que mi camisola está mojada, pero un día escuché decir a las chicas que mi cuerpo no era del gusto del señor, por lo que aunque estoy un poco avergonzada sé que no se fijará en mí.

— No has respondido a mi pregunta, y por favor cubrete—

Ellas tenían razón, cojo mi vestido y me lo pongo de nuevo. Ahora subiré y me pondré el camisón, mientras el trabaja bajaré y lavaré mi vestido.

— Es demasiado trabajo sacar agua, calentarla y subirla hasta la primera planta, por lo que me aseo aquí—

— Te puede ver cualquiera, es que no tienes pudor—

Esas palabras lejos de molestarme me causan risa. El parece enfadado por lo que paro de inmediato.

— Los jueves no hay nadie aquí, todos tienen el día libre. Desde que llegué nadie trabaja los jueves. Por lo que nadie puede apreciar mi figura—

— No lo entiendo esto tiene que ser obra de mi madre, la mitad de los empleados tienen un día libre a la semana y la otra mitad otro. Es la primera vez que escucho que los jueves no trabaja nadie—

— Bueno yo si, pero no cuenta porque no cobro por ello— respondo pasando a su lado y subiendo hasta el dormitorio para quitar mi ropa mojada.

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