Confesiones

Me levanto de la cama y veo la cama manchada de sangre, no tengo tiempo a cambiar las sábanas cuando las chicas vienen a arreglar el cuarto, se miran entre ellas sonriendo.

Es tan vergonzoso que todo el mundo se tenga que enterar de lo que sucedió anoche. Estoy hecha polvo me duele hasta el último pelo de mi cabeza y y no digo nada de ahí abajo.

Bueno al menos me contaron que solo se hace una dos veces al mes.

Cuando voy a vestirme llega Madeleine y está me ayuda a colocarlo, también cepilla mi cabello y lo recoge.

Le digo que no es necesario, pero responde que para eso le pago. Así que no puedo hacer otra cosa que no sea sonreírle.

— Qué tal la habitación? Esta a tu gusto porque si no lo está, la puedo cambiar.—

— Es más de lo que merezco tenemos espacio de sobra para los dos, nunca antes en mi vida tuve un cuarto tan grande—

— Y el niño? No recuerdo su nombre, lo siento—

— Fred se ha quedado dentro, cuando termine le subiré algo para desayunar, si te parece bien—

Asiento con la cabe
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