Querer no es poder

Miro mis manos y veo que estás supuran, mis rodillas no están mucho mejor, lavarlas con agua y jabón no están causando el resultado deseado.

Supongo que debo visitar al doctor y que este me recete algún ungüento. Pero para hacerlo tengo que pedirle permiso a él, además de dinero. No sé dónde está el pueblo y tampoco puedo pagar. Me acerco hasta mi alcancía y veo unos pendientes de oro, me los compro mamá por mi quince cumpleaños. En serio estoy dispuesta a deshacerme de ellos por curar mis heridas.

Suspiro y me siento sobre la cama.

— James se que estás ahí, he escuchado tus pasos—

La puerta se abre y este pasa hasta el dormitorio, pasa al baño y cambia su ropa por la de dormir. Nunca antes me había dado cuenta de que hacía eso, o quizás es porque estoy despierta.

Se mete en la cama con un libro en la mano.

— Te molesta que lea?—

— No por mi está bien—

— Has echado a tu madre por mis palabras de anoche—

— No exactamente—

Le doy la espalda y cierro los ojos, una punzada de dolor recorre mi cuerpo. También siento calor y quitó las mantas que me cubren, no me encuentro demasiado bien, igual tengo calor que siento un frío que me hace castañear los dientes.

— Isabel que te pasa?—

— Nada James solo es un poco de frío, échare unos leños más a la chimenea, para entrar en calor—

Me siento en la cama y veo como las vendas de mis manos y mi camisón a la altura de mis rodillas están mojadas.

Me levanto pero estoy mareada, me vuelvo a sentar esperando a encontrarme mejor.

— James puedes llamar al doctor—

Esas son las últimas palabras que digo antes de caer en la más profunda oscuridad.

Despierto al sentir dolor en mis manos, intento retirarlas pero no puedo abro los ojos y veo como James me esta aplicando un ungüento.

— Me duele—

— Al fin despiertas, eres una inconsciente has estado al punto de morir y encima la culpa no es tuya es mía por no haber parado esto antes—

— Puedes darme un poco de agua—

El me acerca un vaso hasta la boca y me da de beber un poco de agua.

— Gracias ya me encuentro mejor, tengo mucho trabajo por hacer—

Intento levantarme pero James no me deja.

— Basta Isabel, llevas una semana debatiendote entre la vida y la muerte. Las heridas de tus manos y tus rodillas te han causado una infección que casi te llevan a la muerte. Eres la señora de la casa por lo que no debes trabajar y ya no lo voy a permitir más—

No puedo replicar ya que puedo ver el enfado en su cara. Se ve cansado y un poco descuidado, por mi culpa no ha descansado bien los últimos días.

Durante otros tres interminables días más no puedo dejar la cama. Al cuarto día el doctor me dice que ya me puedo levantar. Busco mi vestido pero no lo encuentro. Recuerdo haberlo lavado y haberlo dejado en la descalzadora pero este no está.

— No busques ese vestido porque no lo vas a encontrar, lo he quemado—

Suspiro y me acerco hasta el armario saco el vestido más sobrio que encuentro pero nada tiene que ver con el perdido.

Hoy suben las chicas y cepillan mi pelo, me he negado pero han dicho que eran órdenes del señor.

Veo que no me va a dejar trabajar, y tengo que pagar por los servicios del doctor, cojo mi alcancía y bajo hasta el despacho de James.

Tocó a la puerta y este da su permiso para que pueda entrar.

— Qué quieres Isabel, tengo mucho trabajo atrasado—

— Siento haberte causado molestias, pero seré rápida y no te quitaré mucho tiempo... —abro la alcancía y cojo los pendientes.

Los miro una última vez, y sin poder evitarlo una lágrima se escapa de mis ojos.

— Ten con esto espero cubrir los gastos del doctor—

Dejo los pendientes sobre la mesa y me volteo para que no me vea llorar, llorar es de débiles y yo ya no soy débil.

— Espera— dice cogiendo mi brazo.

— Por qué estás llorando—

— No es nada, solo es que todavía me siento un poco dolorida no debería haberme levantado de la cama—

— Isabel no me mientas, odio que me mientan—

— Necesito pagar y no tengo dinero lo único de valor que tengo son los pendientes y lo único que me queda de mi madre— respondo al fin entre sollozos.

El mira hacia la mesa, creo que ni siquiera se había dado cuenta de que los había dejado allí.

Los coje y me los pone en la mano, cierra mi mano con ellos en su interior.

— No necesito que pagues nada, yo soy el que te debe proveer. Sé que he hecho las cosas mal pero eso va a cambiar así que coge los pendientes y guárdalos— dice cargado de rabia.

Cuando habla así me produce miedo, es verdad que nunca me ha levantado la mano, y las veces que hemos hablado ha sido correcto conmigo.

Salgo del despacho y me siento en un sillón. No tengo nada que hacer y estoy tremendamente aburrida durante algo más de un mes he trabajado casi todas las horas del día y ahora simplemente no debo hacer nada..

La hora de la comida la paso sola, y no lo culpo ya que por mi culpa él tiene mucho trabajo atrasado.

Cojo mi plato y voy con las chicas a la cocina, comer aquí no es trabajar así que no estoy desobedeciendo ninguna orden.

La tarde no es mucho mejor, ya que también la paso sóla. Podría bordar pero nunca he sido buena en ello, en cambio Mary lo hacía de una manera perfecta.

El libro que me regaló mi primo ya lo leí hace mucho, por lo que salgo a dar un pequeño paseo por los alrededores de la casa.

Todo el mundo parece absorto en sus tareas, qué triste es tenerlo todo pero a la vez sentir que no tienes nada.

Quiero hacer cosas, sentirme útil pero por mucho que quiera no puedo. He pasado de ser una criada a ser un florero que adorna la casa. Si tan solo tuviese aquí a una de mis hermanas, o alguna amiga... mi vida sería un poco mejor.

Capítulos gratis disponibles en la App >

Capítulos relacionados

Último capítulo