Deberes de esposa

Cierro la ventana, congelada pero al menos he quitado el sueño de mi cuerpo.

Voy hacia la chimenea y al levantar la cabeza lo veo ahí parado. Sin poder evitarlo doy un grito. Porque nadie en esta casa puede avisar de su llegada.

El me mira sorprendido y frunce el ceño algo que por otra parte ya se ha vuelto habitual, yo hago lo único que puedo hacer, es decir, pedir disculpas.

Me mira atentamente y no puedo evitar nada más que bajar la mirada.

— Mirame—

Recuerdo las palabras de la señora, debo obedecer, por lo que levantó la cabeza y lo miró los ojos. Durante unos segundos nuestras miradas se clavan en el otro.

— Vete a dormir, estoy cansando—

Me voy a la cama y me tapo con las mantas, no se en que momento me quedo dormida pero despierto cuando descorren las cortinas, me siento en la cama y veo como mi esposo ya no está en el dormitorio.

Las chicas hablan y ríen mientras cambian las sábanas, me miran disimuladamente pero se que se están riendo de mí.

Bajo a desayunar y soy la última para no variar, otra falta más para que la señora me pueda regañar. Después de recoger mi desayuno voy a lavarlo como se me ha indicado en la nota que me han dado. Lo segundo que debo hacer es lavar la ropa y por último tomar clases de gaélico.

Terminó de lavar la ropa acalorada y hecha polvo. Si mis hermanas vieran mi vida ahora de seguro no sentirían ninguna envidia.

Voy al saloncito y me siento, la señora llega con un libro en la mano y comienza la lección. Es diferente y complicado pero poco a poco iré aprendiendo. Por hoy ya no tengo más trabajo así que podré repasar un poco más. Lo único que no entiendo es porque ella no ha hecho nada, la he visto varias veces y lo único que hacía era bordar en un bastidor.

— Isabel, creo que fui clara con tus deberes de esposa—

— Señora hice lo que usted me dijo, espere a mi esposo despierta, me miró durante unos minutos y me mandó a dormir—

— Puedes irte— responde enfadada.

Me marcho del salón y subo un rato a mi dormitorio, la comida la hacemos la señora y yo solas. Por lo que una vez terminada me levanto, recojo la mesa y lavo los cacharros. Mientras estoy secando los platos pienso en si todos los días nos acompañarán los sirvientes porque no lo han hecho, quizás ayer fue una ocasión especial.

Salgo al exterior, y camino un poco intentando reconocer cada edificación. Hubiese sido más fácil si alguien me hiciese de guía pero esto no es lo que yo quiero. Es lo que hay!

Escucho a la señora hablar de manera acalorada con su hijo.

— Prometiste que la dejarías de ver y no lo has cumplido—

— Madre no he vuelto a verla, si es lo que le preocupa y debería de estar contenta ya me he casado como padre quería—

— No has consumado tu matrimonio, o crees que soy estúpida. Se que igual no es lo que esperabas pero pudiste cambiar a la hermana mediana y en cambio no dijiste nada—

— No quiero seguir hablando de eso madre, lo que pase en mi alcoba no es de su incumbencia. Y no me haga recordarle su posición en esta casa, no he dicho nada de lo que está haciendo con ella, ninguna dama en toda Escocia es tratada como una sirvienta...—

Cuando termina la conversación, hecho a correr, subo a mi dormitorio y comienzo a llorar. Acaso me merezco esto, acaso le he hecho algo malo, acaso no la he obedecido... Da igual lo que piense, simplemente no soy lo que esperaban.

No me veo con fuerzas de enfrentarla por lo que me excuso a la hora de cenar, alegando que la comida no me ha caído bien.

Esta vez no espero a mi esposo despierta aunque lo estoy, se que algo tenía que haber pasado ayer y no pasó, primero fueron las burlas de las criadas y luego la conversación.

Sea lo que sea mi esposo no está interesado en consumar nuestro matrimonio así que yo no voy a hacer nada para remediarlo.

— Qué es lo que te pasa? Necesitas que venga el doctor?— dice acercándose a la cama.

— No es necesario— respondo sin moverme de la cama.

El se desviste y se mete en la cama.

Me despierto antes de que vengan las chicas de ayer, busco un viejo vestido gris y quito los adornos. Me lo pongo y recojo mi pelo en un moño bajo, ahora si parezco una chica del servicio. No es acaso lo que esperan de mi, pues es lo que les voy a dar.

Realizo todas mis tareas y alguna más de las indicadas, tomo mi clase y así pasan las semanas....

Llevo un mes aquí, y siempre es lo mismo ya he aprendido bastante bien el idioma. Entiendo lo que hablan pero nadie lo sabe.

La señora pareció extrañada al verme con ese vestido pero no dijo nada. Lo lavo cada noche y me lo vuelvo a poner en la mañana.

Mi esposo salió de viaje hace tres semanas por lo que mi vida es tranquila, tengo comida y un techo bajo mi cabeza. No es lo que había pensado para mí, pero no está tan mal.

Estoy sentada cerca de los establos, aquí nadie suele venir por lo que es mi lugar favorito.

Escucho a una mujer discutir, me asomo un poco y veo que es pelirroja con el cabello rizado, lleva un vestido bonito y caro por lo que deduzco que no es del servicio.

— Por qué has venido Ingrid, sabes que no eres bien recibida en esta casa...— dice mi esposo con voz ronca.

— Entonces es verdad, te has casado. Dudo que ella te complazca en la cama como yo, además en el pueblo dicen que no vale mucho es poquita cosa. Por ese esperpento me has cambiado? Dudo que su cuerpo despierte deseo en ti...—

Una lágrima recorre mi rostro, un caballo da un relincho y salgo corriendo asustada, ellos me miran. Pero creo que ninguno me reconoce y de hacerlo dudo que sepan que he entendido cada una de las palabras que han dicho.

En la cena, me siento en mi lugar y como otro día más ceno en silencio.

— Madre creo que has llegado demasiado lejos, ahora hasta la vistes como una sirvienta—

— Yo no tengo nada que ver con eso, no le he dicho la ropa que debe llevar...—

No necesito escuchar más, me levanto y recojo la mesa. Después subo a mi dormitorio y curo las heridas de mis rodillas, nunca pensé que limpiar los suelos de piedra fuera tan duro. He escuchado decir a las chicas que pronto me saldrán callos y dejarán de sangrar.

Ahora me tratan algo mejor, me ayudan con el trabajo y y aunque creen que no las entiendo he podido escuchar cosas buenas sobre mi.

También he escuchado que si no se consuma el matrimonio este se puede disolver. Quizás sería lo mejor, aunque ser repudiada no está bien visto. Podría irme de aquí y trabajar en otro lugar. Allí me pagarían un jornal y con el tiempo podría comprar una casa y un pequeño terreno. No volvería a casa, eso sumiría a mi familia en la desgracia y es lo que menos deseo, prefiero que vivan en la ignorancia y crean que soy feliz.

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