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Perder la esperanza

Las dos semanas de plazo estaban a punto de concluir y lo inevitable llegaba a su fin. Aunque por otra parte mi prometido no había llegado aún, una chispa de esperanza volvió a invadir mi corazón.

La mansión era un hervidero, los sirvientes corrían de un lado a otro preparandolo todo, la celebración se haría en el jardín y nada parecía estropearlo. Aunque el otoño ya había hecho acto de presencia las mañanas aún eran cálidas y nada hacía presagiar de que el tiempo fuera a empeorar.

Me me dirigía hacia el jardín trasero con un libro sobre el antiguo Egipto entre mis manos, gracias a mi primo Edwin había podido conseguir tan magnífico ejemplar. Mi padre nunca me lo hubiera comprado.

La voz de mi padre me hizo parar en seco.

— Isabel, tu prometido ha llegado, ven a recibirlo junto a tus hermanas— dijo con su característico tono de voz.

Alise la falda de mi vestido y me coloque al lado izquierdo de mi padre, Mary lo hizo a mi lado y a su lado Corina. Siempre odie el tener que colocarnos así, la hermana mayor la primera, la mediana y después la pequeña.

Pero como era novedad no podía objetar nada al respecto, primero le debía obediencia a mi padre y después a mi esposo.

Un carruaje paro en la entrada de la propiedad, de él bajo una dama con los cabellos rojizos, está debía ser la madre de mi prometido pero dónde estaba él? Unos segundos después desmonto un caballero a pocos pasos del carruaje. Acompañado de otro caballero, cual de ellos sería! uno se veía joven y apuesto en cambio el otro era bajito y hasta diría que jorobado.

— Isa te imaginas que tú prometido es el jorobado — susurra Mary cerca de mi oído.

Mi padre carraspeó haciendo entender que debíamos permanecer en silencio.

La señora y los dos caballeros se acercaron hasta mi posición. Mi padre bajo los escalones que nos separaban de ellos y saludó educadamente a la señora.

— Barón ha sido un viaje muy largo necesito descansar antes de la boda, sepa que nunca fui partidaria de los trueques, pero mi esposo dio su palabra y mi hijo la va a cumplir. Ahora si, dígame cuál de estas señoritas es Isabel?—

Camino unos pasos y me pongo a su altura.

— Yo soy Isabel, encantada de conoceros señora—

Esta no dice nada, me mira de arriba abajo y sonríe. Antes de marcharse dice algo en bajito pero que soy capaz de escuchar:

** Ya veremos si aguanta el viaje de vuelta**

Que habrá querido decir? Es verdad que estoy delgada pero mi salud es buena o al menos siempre lo ha sido.

Los caballeros pasan a mi lado saludan a mi padre pero en cambio a mí ninguno me dirige un saludo. Ni tan siquiera una mirada. Ahora estoy todavía más confusa si cabe, uno de esos dos caballeros se convertirá mañana en mi esposo.

— Has visto su cara cuando ha dicho que ella era Isabel, el hombre apuesto a subido una de sus cejas...— comenta Mary con Corina.

— Ya dejen eso! Sé que no soy precisamente una beldad, pero al menos ustedes dos podrían mostrar un poco de cariño hacia mi persona—

— Lo siento Isabel no quise ofenderte, iré a investigar cual de los dos es tu prometido si es el que creo, has tenido mucha suerte hermanita— dice Corina saliendo de la habitación.

— Es apuesto, a saber que nos ha tocado a nosotras. Igual nos tocan unos viejos asquerosos...— dice Mary un poco enfadada.

— Te lo regalo, si es lo que quieres. No me apetece nada dejarlas solas y marcharme a Escocia—respondo apenada.

— Lo siento de verdad hermana, no hagas caso a la estúpida de tu hermana, solo es que estoy abrumada ahora te vas tú y la próxima seré yo, siento lástima por Corina ella se quedará un año sola en esta casa—

— Igual padre le permite pasar una temporada con alguna de nosotras, aunque dudo que sea conmigo ya que me manda tan lejos que pareciese querer librarse de mi para siempre—

Suspiro apenada y resignada al mismo tiempo. En unas horas llegará la hora de la cena por lo que debo cambiar mi ropa por otra más formal.

Sostengo un vestido borgoña entre las manos, este vestido perteneció a mamá y es uno de mis favoritos.

— Ni lo sueñes mientras no estás casada no puedes usar esos colores— dice Corina entregándome un vestido malva.

Bajo hasta el comedor y todos están sentados, pensé que sería la primera y en cambio he llegado la última, pido disculpas y tomo asiento.

Frente a mí está sentado el caballero apuesto, el otro caballero no está sentado en la mesa, desconozco la razón pero igual está indispuesto.

La cena comienza y solo es interrumpida por la pequeña conversación que mantienen mi padre y la señora. Durante ella descubro que el caballero sentando a mi frente es mi prometido su nombre es James y el es el Duque de Duncan, aunque allí no van los títulos nobiliarios de la misma manera según escucho decir a su madre ellos pertenecen al clan Duncan.

Lo miro disimuladamente varias veces, está con el ceño fruncido y no levanta la vista del plato. Será que está enfadado por tener que casarse con alguien como yo?

Después de cenar todos se retiran a sus dormitorios, la boda se celebrará temprano por lo que la celebración será más corta. Apenas comamos partiremos para Escocia, por lo que he escuchado tenemos más de siete días de viaje.

****

La boda se ha celebrado y ya estoy oficialmente casada, ahora soy del clan Duncan.

Me despido de mis hermanas ya que mi padre está encerrado en su despacho, no puedo evitar llorar, no solo por lo que el destino me depare ahora, si no porque las dejo solas y quizás esta sea la última vez que las vea.

Subo al carruaje y me siento frente a la señora, no digo nada me mantengo en silencio, esta me dedica una mirada que no se descifrar.

Cuando la noche comienza a caer el carruaje para, la señora baja un momento y yo me quedo dentro, no entiendo porque paramos en medio de la nada.

Pasados unos minutos la señora vuelve y se acomoda. Una voz me saca de mi ensoñación.

— No pararemos hasta pasado el medio día, te recomiendo que hagas tus necesidades o te las harás encima. Ya hemos perdido bastantes días teniendo que venir hasta aquí— dice mi esposo de manera amarga desde el portón del carruaje.

Bajo del carruaje y busco un lugar un tanto apartado, es la primera vez que tengo que hacer esto fuera de casa.

Me doy toda la prisa que puedo, está empezando a oscurecer y escucho varios ruidos que me asustan. Salgo corriendo y caígo de bruces. Gracias al cielo James me agarra justo a tiempo de estrellar mi cara contra el suelo

Levanto mi cara ruborizada por su contacto y mi torpeza y lo miro con ojos tiernos.

— Además de débil eres torpe, me he llevado el premio gordo contigo—

Sus palabras llegan al fondo de mi alma, partiendo mi corazón en mil pedazos.

— Lo siento—

Es lo único que atino a decir, subo al carruaje y me arropó con unas pieles, al menos la señora no parece haberse enterado ya que está plácidamente dormida.

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