Apenas Amber despertó aquella mañana, su primer pensamiento fue que Liam debía mantener en secreto sus planes, pero estaba decidida a arreglar todo, entrenar a Brigitte y dejarla encargada de dirigir la agencia.

“Ahora lo más importante para mí es él, no el dinero ni el trabajo, no debo contar mis planes ni a mi mamá, pues correría a decirle a Liam y no sé cuál emoción puede desencadenar un mal mayor”.

De pronto un desagradable líquido le subió por la garganta y debió ir de prisa al baño, vomitó y mientras se recuperaba intentó pensar qué podría haberle sentado mal de lo que comió la noche anterior.

—Hija, ¿te encuentras bien?—preguntó su madre preocupada, tenía algunos días notándola un poco descompuesta.

— Si mamá, creo que comí demasiado anoche.

— Pienso que deberías ir al médico, llevas varios días así, has vivido mucha tensión, no te alimentas ni duermes bien.

— De hecho, quiero tomarme unos días luego que nos mudemos y pueda delegar mi trabajo.

— Pero me preocupa, creo que no de