Sorprendida

Hanna se encontraba con los brazos cruzados, fijó la mirada a través de el cristal de la puerta, observando como las gotas golpeaban, su piel se puso de puntitos, en su rostro se podía anotar la tristeza que había en ella, una delgada y fina lágrima rodó a través de su mejilla.

Enzo simplemente la observaba detalladamente a través del rabillo del ojo, sin brindarle demasiada importancia, para él, ella era una rosa triste y a punto de morir; y sí, Enzo no se equivocaba, Hanna no tenía nada ni nadie con quien poder desahogar aquel dolor que había en su interior.

Los autos se fueron deteniendo, los vidrios se encontraban opacos debido al clima; Emilio abrió la puerta del costado donde se encontraba ella, abrió el paraguas y con una seña le indicó que bajara.

Hanna observó bajo el paraguas que llovía a cántaros, dando pasos largos fueron directo a la entrada principal, al estar bajo techo se dio vuelta y fijó la mirada atrás.

Más precisamente en Enzo, él se encontraba justo al lado del
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