Luego de recibir aquella fuerte bofetada Hanna llevó su mano hasta su calurosa mejilla, lo que a ella más le dolía no era aquel golpe, mira la manera en que su padre la estaba tratando.

—He hecho hasta lo imposible para que los dos tengan un techo, ¿acaso crees que el tratamiento de mi madre es gratis? —trató de explicarle Hanna con su voz entrecortada.

—Ahora lo comprendo todo —espetó Jacob—. Todo lo has conseguido porque eres la mujerzuela que se revuelca con un mafioso, mientras que tú te diviertes, nosotros somos los que llevamos la peor parte, ¿acaso no te das cuenta? —preguntó él bastante enfadado.

»Ya ni siquiera podemos salir tranquilamente, vivimos rodeados las veinticuatro horas del día por hombres armados, nos has convertido en cómplices de un bandido —Hanna no podía contener el llanto ante las palabras de su padre.

»Ya no queremos tener nada que ver contigo ni con ese mundo oscuro que te rodea, estábamos mejor antes, en cualquier momento iremos a prisión por tu culpa —habl