Ethan se quedó absorto frente al retrato de su abuelo Walton, que colgaba en la pared de la mansión familiar. El cuadro parecía cobrar vida con cada destello de luz que lo iluminaba, a pesar del paso del tiempo. Su esposa Isabella se acercó, sonriendo con picardía.—¿Sabes, Ethan? —dijo ella, con una risa juguetona. —Si no supiera que está muerto, diría que está aquí, observándonos. ¡Es tan parecido a ti que hasta podría pensar que eres tú en versión vintage!Ethan soltó una risa nerviosa y miró de reojo el retrato.—¿Te imaginas? —respondió él, bromeando. —Tendría que pedirle consejo sobre cómo llevar esta familia. Aunque probablemente me diría que lo mejor es quedarme en la mansión y no salir nunca. Manejar la empresa cada día es más duro.Isabella se rió aún más, disfrutando del momento.—¡Exacto! Y mientras tú te quedas aquí, yo me encargaré de que no se te suban los colores del cuadro a la cabeza.—Tranquila, ¡no quiero convertirme en un fantasma como el abuelo!Ambos se rieron,
Ethan, al ver la expresión de enfado en el rostro de Isabella, se acercó con curiosidad.—¿Qué te ocurre, cariño? Pareces lista para lanzar un rayo.Isabella suspiró y se cruzó de brazos.—Es mi madre y su relación con Mateo. No puedo creer que se esté conformando con alguien así.Ethan soltó una risa, intentando aligerar el ambiente.—Vamos, Isabella. Es solo Mateo, puedes verlo como una comedia romántica en la que tu madre es la protagonista.Isabella frunció el ceño, aumentando su frustración.—No es gracioso, Ethan. Esto es serio. Si sigues burlándote, dormirás en el sofá y no tendrás sexo.La broma se desvaneció de inmediato del rostro de Ethan. Se puso serio y comprendió que había cruzado una línea.—Eh, no quiero dormir lejos de ti —se acercó más y tomó su mano. — Estoy aquí para ti, no para hacerte sentir peor.Isabella, que percibió su sinceridad, se relajó un poco.—Solo quiero que entienda que merece algo mejor. No quiero que se conforme.Ethan la miró a los ojos y habló en
Ethan se sentó en la consulta con la mirada perdida en el suelo, mientras el doctor revisaba los resultados de sus análisis. La habitación estaba en silencio, solo interrumpido por el suave zumbido de la máquina. Finalmente, el doctor levantó la vista y, con una voz calmada pero firme, dijo:—Ethan, tengo que ser honesto contigo. La fisura en la parte baja de la espalda es más grave de lo que esperábamos. El aparato que te colocamos, aunque diseñado para ayudarte a recuperar la movilidad, está ejerciendo una presión excesiva en tu columna. Esto puede estar causando el dolor y la incomodidad que sientes. Pero no todo está perdido. Vamos a ajustar tu tratamiento y trabajar en un plan de rehabilitación que te permita fortalecer tu cuerpo sin poner en riesgo tu salud. Te daré unos días de reposo.Ethan e Isabella se miraron incrédulos, pensando aún en la noticia del doctor. La idea de que el aparato que debía ayudarlo estaba causando daño era difícil de asimilar. Ethan, con el rostro páli
En la sala de juntas, el ambiente era tenso. Las luces brillaban intensamente sobre la mesa de caoba, donde los socios se miraban entre sí, preocupados.—Ethan, necesitamos hablar sobre David Holmes —comenzó Clara, con la voz entrecortada. —Sus ataques han sido desmedidos y su ambición no conoce límites. Con Walton fuera del juego, se siente libre para desatar su furia. Nos está presionando para que vendamos nuestras acciones a un precio irrisorio.Ethan, con el ceño fruncido, respondió:—Entiendo la gravedad de la situación. Pero, ¿cuáles son nuestras alternativas? Podríamos considerar una fusión con otra empresa para fortalecer nuestra posición, pero eso conlleva riesgos significativos.—¿Y si decidimos contraatacar? —sugirió Javier, nervioso. —Podríamos invertir en marketing agresivo para recuperar nuestra imagen, pero eso también podría salirnos caro.La sala se llenó de murmullos, cada socio consciente de que cada decisión podría ser un juego de alto riesgo en un tablero donde la
Unos minutos más tarde, en el coche, el dolor que sentía Ethan se intensificó hasta volverse insoportable. Se aferró al asiento, su respiración se volvió errática y entrecortada.—Mateo, por favor, llévame a la clínica. Necesito ver al doctor Johnson. Apenas un susurro, cargado de angustia, logró salir de la boca de Ethan.Mateo, con el ceño fruncido y el corazón en un puño, dijo:—Voy a llevarte, Ethan. Serénate, por favor —respondió Mateo con voz temblorosa, mientras veía cómo la palidez de Ethan se intensificaba, como si la vida se le escapara poco a poco.—¿Estás bien? ¿Puedes escucharme?Ethan cerró los ojos, sintiendo que el mundo a su alrededor se hundía.—No… no puedo… —murmuró, y en un instante, la oscuridad lo envolvió. Su cuerpo se relajó y se desmayó, dejando caer la cabeza contra el respaldo del asiento.—¡Ethan! —gritó Mateo, presa del pánico. El conductor aumentó la velocidad, el motor rugió mientras se dirigía a la clínica de urgencias.—Por favor, aguanta. Estamos cas
Chris llegó al lujoso Hotel Marriot, un lugar que contrastaba con la tormenta emocional que llevaba dentro. Se dirigió rápidamente a una de las habitaciones presidenciales, donde lo esperaba un hombre mayor, de unos sesenta y cinco años, con una presencia imponente y una mirada astuta. Al entrar, el hombre se levantó y lo saludó con un apretón de manos firme.—Chris, es un placer verte —dijo el hombre, y su voz grave resonó en la habitación. —He estado revisando los movimientos de Holmes y creo que tengo algunas estrategias que podrían funcionar para resolver el problema de Walton Enterprises.Chris asintió, pero su mente estaba lejos, atrapada en la angustia por Ethan. El hombre continuó hablando, desglosando planes y tácticas, pero las palabras se desvanecían en un murmullo distante. Finalmente, el hombre se detuvo al percatarse de la distracción en el rostro de Chris.—¿Qué sucede? —preguntó con preocupación. —Pareces distante.Chris respiró hondo, sintiendo cómo la tristeza lo inv
Días después, en la habitación del hospital, un rayo de luz se colaba a través de las cortinas e iluminaba el rostro pálido de Ethan. Con un esfuerzo titánico, logró abrir los ojos y la enfermera, al notar el cambio, corrió a llamar a los médicos. En cuestión de minutos, el doctor Johnson y el doctor Müller, que había viajado desde Suiza, entraron en la habitación con gesto serio pero esperanzado.—Ethan, ¿puedes oírnos? —preguntó el doctor Johnson, acercándose a la cama con un tono suave, casi reverente.Ethan respondió con un sutil movimiento de cabeza. Sus ojos, aunque cansados, reflejaban una chispa de vida.—¿Qué... qué ha pasado? —logró articular con voz quebrada como un hilo de seda.El doctor Müller, con su acento suizo marcado, se inclinó hacia él con una mirada llena de compasión.—Has estado muy enfermo, Ethan. Pero estamos aquí para ayudarte.Ethan luchó por procesar la información y miró a ambos doctores con una mezcla de gratitud y temor.—¿Voy a... a salir de esta? —pre
Ethan, con una mezcla de ansiedad y esperanza, se tumbó en la cama del hospital y miró por la ventana mientras el sol se ponía. Su mente estaba llena de pensamientos sobre Isabella. Finalmente, decidió que necesitaba verla, así que llamó al doctor.—Doctor, ¿puedo ver a mi esposa? —preguntó Ethan, mientras su voz temblaba ligeramente.El doctor lo miró con comprensión, consciente de lo importante que era para Ethan.—Entiendo lo que sientes, Ethan. Pero solo será por unos minutos, haré lo posible para que puedas verla —respondió el doctor, asintiendo con la cabeza.Ethan sintió un alivio inmediato, pero también una inquietud creciente: ¿qué dirían?, ¿cómo se sentiría ella al verlo?El doctor salió de la habitación y se dirigió a la sala de espera. Al poco tiempo, regresó con Isabella, quien lucía un poco pálida, pero con una sonrisa que iluminó la habitación.—Ethan —dijo Isabella, acercándose lentamente. —No me creo que estés mejorando.—Isabella, te he echado mucho de menos —respond