En la sala de juntas, el ambiente era tenso. Las luces brillaban intensamente sobre la mesa de caoba, donde los socios se miraban entre sí, preocupados.—Ethan, necesitamos hablar sobre David Holmes —comenzó Clara, con la voz entrecortada. —Sus ataques han sido desmedidos y su ambición no conoce límites. Con Walton fuera del juego, se siente libre para desatar su furia. Nos está presionando para que vendamos nuestras acciones a un precio irrisorio.Ethan, con el ceño fruncido, respondió:—Entiendo la gravedad de la situación. Pero, ¿cuáles son nuestras alternativas? Podríamos considerar una fusión con otra empresa para fortalecer nuestra posición, pero eso conlleva riesgos significativos.—¿Y si decidimos contraatacar? —sugirió Javier, nervioso. —Podríamos invertir en marketing agresivo para recuperar nuestra imagen, pero eso también podría salirnos caro.La sala se llenó de murmullos, cada socio consciente de que cada decisión podría ser un juego de alto riesgo en un tablero donde la
Unos minutos más tarde, en el coche, el dolor que sentía Ethan se intensificó hasta volverse insoportable. Se aferró al asiento, su respiración se volvió errática y entrecortada.—Mateo, por favor, llévame a la clínica. Necesito ver al doctor Johnson. Apenas un susurro, cargado de angustia, logró salir de la boca de Ethan.Mateo, con el ceño fruncido y el corazón en un puño, dijo:—Voy a llevarte, Ethan. Serénate, por favor —respondió Mateo con voz temblorosa, mientras veía cómo la palidez de Ethan se intensificaba, como si la vida se le escapara poco a poco.—¿Estás bien? ¿Puedes escucharme?Ethan cerró los ojos, sintiendo que el mundo a su alrededor se hundía.—No… no puedo… —murmuró, y en un instante, la oscuridad lo envolvió. Su cuerpo se relajó y se desmayó, dejando caer la cabeza contra el respaldo del asiento.—¡Ethan! —gritó Mateo, presa del pánico. El conductor aumentó la velocidad, el motor rugió mientras se dirigía a la clínica de urgencias.—Por favor, aguanta. Estamos cas
Chris llegó al lujoso Hotel Marriot, un lugar que contrastaba con la tormenta emocional que llevaba dentro. Se dirigió rápidamente a una de las habitaciones presidenciales, donde lo esperaba un hombre mayor, de unos sesenta y cinco años, con una presencia imponente y una mirada astuta. Al entrar, el hombre se levantó y lo saludó con un apretón de manos firme.—Chris, es un placer verte —dijo el hombre, y su voz grave resonó en la habitación. —He estado revisando los movimientos de Holmes y creo que tengo algunas estrategias que podrían funcionar para resolver el problema de Walton Enterprises.Chris asintió, pero su mente estaba lejos, atrapada en la angustia por Ethan. El hombre continuó hablando, desglosando planes y tácticas, pero las palabras se desvanecían en un murmullo distante. Finalmente, el hombre se detuvo al percatarse de la distracción en el rostro de Chris.—¿Qué sucede? —preguntó con preocupación. —Pareces distante.Chris respiró hondo, sintiendo cómo la tristeza lo inv
Días después, en la habitación del hospital, un rayo de luz se colaba a través de las cortinas e iluminaba el rostro pálido de Ethan. Con un esfuerzo titánico, logró abrir los ojos y la enfermera, al notar el cambio, corrió a llamar a los médicos. En cuestión de minutos, el doctor Johnson y el doctor Müller, que había viajado desde Suiza, entraron en la habitación con gesto serio pero esperanzado.—Ethan, ¿puedes oírnos? —preguntó el doctor Johnson, acercándose a la cama con un tono suave, casi reverente.Ethan respondió con un sutil movimiento de cabeza. Sus ojos, aunque cansados, reflejaban una chispa de vida.—¿Qué... qué ha pasado? —logró articular con voz quebrada como un hilo de seda.El doctor Müller, con su acento suizo marcado, se inclinó hacia él con una mirada llena de compasión.—Has estado muy enfermo, Ethan. Pero estamos aquí para ayudarte.Ethan luchó por procesar la información y miró a ambos doctores con una mezcla de gratitud y temor.—¿Voy a... a salir de esta? —pre
Ethan, con una mezcla de ansiedad y esperanza, se tumbó en la cama del hospital y miró por la ventana mientras el sol se ponía. Su mente estaba llena de pensamientos sobre Isabella. Finalmente, decidió que necesitaba verla, así que llamó al doctor.—Doctor, ¿puedo ver a mi esposa? —preguntó Ethan, mientras su voz temblaba ligeramente.El doctor lo miró con comprensión, consciente de lo importante que era para Ethan.—Entiendo lo que sientes, Ethan. Pero solo será por unos minutos, haré lo posible para que puedas verla —respondió el doctor, asintiendo con la cabeza.Ethan sintió un alivio inmediato, pero también una inquietud creciente: ¿qué dirían?, ¿cómo se sentiría ella al verlo?El doctor salió de la habitación y se dirigió a la sala de espera. Al poco tiempo, regresó con Isabella, quien lucía un poco pálida, pero con una sonrisa que iluminó la habitación.—Ethan —dijo Isabella, acercándose lentamente. —No me creo que estés mejorando.—Isabella, te he echado mucho de menos —respond
Clínica de Washington.—Al grano, Johnson —dijo Dominique con impaciencia.El doctor Johnson, con una expresión grave que reflejaba la dureza de la realidad, se dirigió al abuelo de Ethan, Dominique, con un tono que no dejaba lugar a esperanzas.—Lamentablemente, la infección que ha afectado a la columna vertebral de Ethan es extremadamente grave. Ha causado un daño irreversible en los nervios que controlan sus extremidades, por lo que, a pesar de nuestros esfuerzos, no podrá volver a caminar. La pérdida de movilidad es devastadora y soy consciente de lo difícil que es oír esto.Las palabras del médico resonaron en el corazón de Dominique como un golpe brutal; sintió que se le escapaba el aire, como si un peso insoportable le aplastara el pecho. La imagen de su querido nieto, una vez lleno de vida y energía, ahora confinado de nuevo a una silla de ruedas, lo inundó de un dolor profundo y desgarrador, como si le diera un infarto emocional. La tristeza y la impotencia lo invadieron, y l
Ethan miraba por la ventana del coche mientras se acercaban a Illinois, sintiendo una mezcla de nerviosismo y esperanza. La familiaridad del paisaje lo envolvía, y aunque el peso de su nueva realidad aún lo acompañaba, sentía que el abrazo de su hogar lo reconfortaba. Sus trillizos, Lucas, Sofía y Tobías, reían y jugaban en el asiento trasero, y sus risas eran música para sus oídos. Cada carcajada era una muestra de que la vida continuaba y de que aún podían compartir momentos de alegría.—Papá, ¿vamos a pescar? —preguntó Isabella imitando la voz de Lucas, que tenía en brazos.Ethan sonrió, sintiendo un destello de su antiguo yo.—Claro que sí, campeón —respondió con voz llena de audacia.Mientras su esposa y su madre intercambiaban miradas de alivio, Ethan tomó una decisión firme. Había delegado temporalmente la gestión de sus empresas en Chris, confiando en que él podría mantener todo a flote mientras se dedicaba a su familia y a su propia sanación. Sabía que la tormenta no duraría
Dominique entró en el apartamento con su imponente presencia y recorrió la escena con la mirada oscura, como si no viera nada. James y Jonás se quedaron paralizados al reconocer al hombre que todos creían muerto.—¿Papá? —tartamudeó James, incapaz de ocultar la sorpresa y el miedo en su voz.—¡Sorpresa! —respondió Dominique, con una sonrisa sardónica. —Pensaste que podías deshacerte de mí, así como así, ¿verdad? Pero aquí estoy de vuelta para ver hasta dónde has llegado con tu pequeña empresa de prostitución.Jonás, nervioso, intentó intervenir. —Tío, esto no es lo que parece...—¿Ah, no? —interrumpió Dominique, acercándose con paso firme. — ¿No es acaso un espectáculo encantador? Mi hijo, el magnate de la inmoralidad, y su primo, el cómplice perfecto. ¿Qué te ha pasado, James? ¿Te has olvidado de la familia?James tragó saliva, su mente corriendo a mil por hora. —No... no sabía que seguías vivo. Pensé que te habías muerto.Dominique se rió con un sonido frío y calculador.—Eso es lo