Días después, en la habitación del hospital, un rayo de luz se colaba a través de las cortinas e iluminaba el rostro pálido de Ethan. Con un esfuerzo titánico, logró abrir los ojos y la enfermera, al notar el cambio, corrió a llamar a los médicos. En cuestión de minutos, el doctor Johnson y el doctor Müller, que había viajado desde Suiza, entraron en la habitación con gesto serio pero esperanzado.—Ethan, ¿puedes oírnos? —preguntó el doctor Johnson, acercándose a la cama con un tono suave, casi reverente.Ethan respondió con un sutil movimiento de cabeza. Sus ojos, aunque cansados, reflejaban una chispa de vida.—¿Qué... qué ha pasado? —logró articular con voz quebrada como un hilo de seda.El doctor Müller, con su acento suizo marcado, se inclinó hacia él con una mirada llena de compasión.—Has estado muy enfermo, Ethan. Pero estamos aquí para ayudarte.Ethan luchó por procesar la información y miró a ambos doctores con una mezcla de gratitud y temor.—¿Voy a... a salir de esta? —pre
Ethan, con una mezcla de ansiedad y esperanza, se tumbó en la cama del hospital y miró por la ventana mientras el sol se ponía. Su mente estaba llena de pensamientos sobre Isabella. Finalmente, decidió que necesitaba verla, así que llamó al doctor.—Doctor, ¿puedo ver a mi esposa? —preguntó Ethan, mientras su voz temblaba ligeramente.El doctor lo miró con comprensión, consciente de lo importante que era para Ethan.—Entiendo lo que sientes, Ethan. Pero solo será por unos minutos, haré lo posible para que puedas verla —respondió el doctor, asintiendo con la cabeza.Ethan sintió un alivio inmediato, pero también una inquietud creciente: ¿qué dirían?, ¿cómo se sentiría ella al verlo?El doctor salió de la habitación y se dirigió a la sala de espera. Al poco tiempo, regresó con Isabella, quien lucía un poco pálida, pero con una sonrisa que iluminó la habitación.—Ethan —dijo Isabella, acercándose lentamente. —No me creo que estés mejorando.—Isabella, te he echado mucho de menos —respond
Clínica de Washington.—Al grano, Johnson —dijo Dominique con impaciencia.El doctor Johnson, con una expresión grave que reflejaba la dureza de la realidad, se dirigió al abuelo de Ethan, Dominique, con un tono que no dejaba lugar a esperanzas.—Lamentablemente, la infección que ha afectado a la columna vertebral de Ethan es extremadamente grave. Ha causado un daño irreversible en los nervios que controlan sus extremidades, por lo que, a pesar de nuestros esfuerzos, no podrá volver a caminar. La pérdida de movilidad es devastadora y soy consciente de lo difícil que es oír esto.Las palabras del médico resonaron en el corazón de Dominique como un golpe brutal; sintió que se le escapaba el aire, como si un peso insoportable le aplastara el pecho. La imagen de su querido nieto, una vez lleno de vida y energía, ahora confinado de nuevo a una silla de ruedas, lo inundó de un dolor profundo y desgarrador, como si le diera un infarto emocional. La tristeza y la impotencia lo invadieron, y l
Ethan miraba por la ventana del coche mientras se acercaban a Illinois, sintiendo una mezcla de nerviosismo y esperanza. La familiaridad del paisaje lo envolvía, y aunque el peso de su nueva realidad aún lo acompañaba, sentía que el abrazo de su hogar lo reconfortaba. Sus trillizos, Lucas, Sofía y Tobías, reían y jugaban en el asiento trasero, y sus risas eran música para sus oídos. Cada carcajada era una muestra de que la vida continuaba y de que aún podían compartir momentos de alegría.—Papá, ¿vamos a pescar? —preguntó Isabella imitando la voz de Lucas, que tenía en brazos.Ethan sonrió, sintiendo un destello de su antiguo yo.—Claro que sí, campeón —respondió con voz llena de audacia.Mientras su esposa y su madre intercambiaban miradas de alivio, Ethan tomó una decisión firme. Había delegado temporalmente la gestión de sus empresas en Chris, confiando en que él podría mantener todo a flote mientras se dedicaba a su familia y a su propia sanación. Sabía que la tormenta no duraría
Dominique entró en el apartamento con su imponente presencia y recorrió la escena con la mirada oscura, como si no viera nada. James y Jonás se quedaron paralizados al reconocer al hombre que todos creían muerto.—¿Papá? —tartamudeó James, incapaz de ocultar la sorpresa y el miedo en su voz.—¡Sorpresa! —respondió Dominique, con una sonrisa sardónica. —Pensaste que podías deshacerte de mí, así como así, ¿verdad? Pero aquí estoy de vuelta para ver hasta dónde has llegado con tu pequeña empresa de prostitución.Jonás, nervioso, intentó intervenir. —Tío, esto no es lo que parece...—¿Ah, no? —interrumpió Dominique, acercándose con paso firme. — ¿No es acaso un espectáculo encantador? Mi hijo, el magnate de la inmoralidad, y su primo, el cómplice perfecto. ¿Qué te ha pasado, James? ¿Te has olvidado de la familia?James tragó saliva, su mente corriendo a mil por hora. —No... no sabía que seguías vivo. Pensé que te habías muerto.Dominique se rió con un sonido frío y calculador.—Eso es lo
La lluvia caía a cántaros en Illinois y se desataba una tormenta con truenos y centellas que iluminaban el oscuro cielo. Ethan, absorto, contemplaba el retrato de su abuelo, un hombre que nunca había conocido como familiar, sino como el distante dueño de la fábrica donde había trabajado durante mucho tiempo. Ambos habían vivido sin saber del lazo que los unía hasta que, de repente, se abrió la puerta de la mansión Thomas con un chirrido ominoso. Apareció Dominique, el abuelo de Ethan, con su figura frágil y encorvada. Un escalofrío aterrador le recorrió el cuerpo al ver el cuadro y, al mismo tiempo, a su abuelo en persona. La incredulidad lo envolvió como una niebla densa y el aire se volvió pesado, como si el tiempo se hubiera detenido. Dominique, con una mirada que parecía atravesar el tiempo, se acercó lentamente y Ethan sintió que la realidad se desvanecía a su alrededor, atrapado entre el pasado y el presente, entre el miedo y la fascinación. ¿Era un fantasma o un eco de su propi
Desde entonces, Ethan y su abuelo juraron no separarse jamás. La mansión Walton, que alguna vez había sido un lugar solitario y silencioso, ahora estaba lleno de risas y alegría. Cada rincón de sus amplias habitaciones se llenaba de recuerdos felices, mientras los niños correteaban por los jardines y el aire se llenaba de sus gritos de felicidad. La familia con la que Dominique Walton siempre había soñado existía, y juntos compartían momentos que atesorarían para siempre.Ethan cerró la puerta de la oficina con suavidad, asegurándose de que nadie pudiera oírlo. Se sentó frente a su abuelo, con el rostro pálido y tenso.—Abuelo, hay algo que necesito contarte —dijo Ethan, temblando ligeramente. —Mi padre había ordenado mi secuestro.Dominique frunció el ceño, pasando de la sorpresa a la incredulidad.—¿Qué estás diciendo, Ethan? Eso no puede ser cierto. James no puede ser tan cruel.—Lo es, abuelo. Lo oí de sus propios labios; eran sus aliados. Estaban planeando cobrar un rescate y no
Dominique salió pálido, pero firme, después de hablar con su hijo James. La conversación había sido intensa y desgarradora, y aún sentía el peso de cada palabra.—Ya nos vamos, hijo —le dijo a Ethan, que lo miraba con curiosidad y preocupación.—¡Abuelo! —exclamó Ethan. —Quiero hablar con mi padre.Dominique se detuvo un momento, sintiendo un nudo en el estómago. La dulzura de su nieto le rompía el corazón.—No quiere verte, Ethan —respondió con firmeza y un tono que no admitía discusión. —Vámonos.Ethan frunció el ceño, pero la determinación de su abuelo era inquebrantable. Dominique se agachó para estar a la altura de su nieto.—Escucha, Ethan. A veces, las decisiones que tomamos no son las mejores. Tu padre necesita tiempo para pensar y cambiar.Ethan asintió lentamente, aunque su mirada seguía llena de confusión. Dominique sintió una punzada de dolor al ver la tristeza en el rostro de su nieto.—Chris —susurró, volviéndose hacia su amigo—, encárgate de que mi hijo tenga una vida l