El aire parecía haberse vuelto más denso, pesado por la incomodidad que el príncipe había despertado. La sonrisa radiante de Anastasia había desaparecido, sustituida por un ceño fruncido y una mirada aguda, como si intentara descifrar lo que le había molestado a su esposo.—¿Por qué te pusiste tan serio de repente? —preguntó, esforzándose por mantener la calma, aunque su enojo ya era evidente en su voz.Anastasia notó el cambio en la expresión del príncipe. Aunque él intentaba disimular sus emociones, ella detectó cierta incomodidad en su esposo; no obstante, no entendía por qué.Su ceño fruncido y labios tensos delataban su incomodidad. ¿Acaso algo de lo que había dicho le había molestado? Se preguntaba ella.—¿Te incomoda que hablemos de las freesias? —preguntó, confundida.Antes, él había sacado el tema, por lo que ella no entendía el porqué de su cambio de actitud.—Pensé que querías saber por qué las freesias son mis flores favoritas —dijo ella, tratando de aliviar la tensión, ya
Rhys observó a Anastasia desde la distancia, como si intentara descifrar sus emociones. Podía ver el fuego en sus ojos, el mismo fuego que lo había atraído a ella la primera vez que lo percibió. Era esa pasión, esa determinación de no dejar nada sin resolver, lo que lo mantenía a su lado, las ganas de luchar y no dejarse vencer. Pero también era lo que lo hacía querer alejarse. El príncipe estaba acostumbrado al control, a mantener su distancia emocional. Sin embargo, Anastasia rompía todas sus barreras con su simple presencia.—No se trata de huir —dijo Rhys, cruzando los brazos—. A veces, el silencio es la única forma de no decir cosas de las que luego podrías arrepentirte.Anastasia frunció el ceño. Podía entender el miedo a decir algo que pudiera lastimar, pero ¿acaso el silencio no era más doloroso? Si Rhys no estaba dispuesto a abrirse, ¿cómo podrían seguir adelante? Sabía que debía persistir, pero había una parte de ella que comenzaba a cansarse de luchar siempre contra ese mu
El beso fue muy demandante, señal de que podrían terminar en la cama juntos otra vez, pero antes de que eso ocurriera, fue Anastasia la que detuvo el beso. No disolvió del todo la nube de dudas que se acumulaba en su mente.Quedo claro lo de la conversación que Rhys escucho, pero, ¿cuánto sabía realmente sobre ella? ¿Y por qué que cambio cuando ella le dijo que las freesias tenían un valioso significado para ella?Anastasia mantuvo las manos en el cuello de Rhys aún después de deshacer su beso y lo miró con una leve sonrisa, aunque sus ojos seguían buscando esa respuesta.—¿Ya me dirás por qué de un momento a otro cambiaste? —preguntó, con un tono que parecía suave, pero que contenía una nota de desafío.Rhys retrocedió un poco para verla bien a la cara. El beso pareció haber disminuido su tensión, pero la pregunta la trajo de vuelta. Su semblante se endureció ligeramente, como si le costara admitir algo que era evidente para ambos.—¿Cambie? ¿En qué forma? —respondió, tratando de par
Dudó por un momento antes de hablar. ¿Estaba lista para abrir esa parte de su vida a Rhys? Aunque su relación con Carlos había quedado atrás, el dolor que le causó en ese entonces le dejo una ligera molestia, aunque él ya había pasado a otra página de su vida.Sentía que debía ser sincera con Rhys, ya que él había compartido parte de su vulnerabilidad con ella.—Hay algo que debo contarte —comenzó, buscando las palabras adecuadas—. El motivo por el que vine a Cardiff tuvo que ver con mi exnovio, Carlos. —Observó la reacción de Rhys. Aunque él mantuvo la calma, notó cómo sus músculos se tensaron ligeramente—. Nos conocimos en la universidad. Al principio todo fue bien, pero luego descubrí que me engañaba con otra persona. El mismo día que perdí mi empleo me entere de que estaba con otra mujer.Rhys cerró los ojos un momento, como si estuviera procesando lo que escuchaba. Su instinto protector hacia Anastasia se activó, pero se contuvo de hacer comentarios que pudieran parecer fuera de
El príncipe observaba a Anastasia desde su asiento junto a la piscina, el lugar estaba rodeado de palmeras y flores tropicales, el sonido de las olas rompiendo en la costa cercana completaba el ambiente idílico. Rhys sonreía mientras veía a Anastasia nadar, disfrutando del agua azul cristalina y la brisa cálida.La isla era una joya secreta en medio del océano, perteneciente a la dinastía Bevanog por generaciones. La mansión en el centro de la isla estaba rodeada por exuberantes selvas tropicales y playas de arena blanca, un refugio donde el tiempo parecía detenerse. Para Anastasia se le hizo como si fuera un santuario, un escape, un rincón donde ella y Rhys podían reparar cualquier conflicto juntos; al menos así lo sentía ella.Habían recorrido pocas horas antes, y ella propuso lo de refrescarse, solo que su idea era en el mar, pero el lado protector de Rhys no desaprecia, por muy mínimo que fuera la causa, él seguía preocupándose por la seguridad de su esposa.El príncipe había insi
EN EL PALACIOEl reino de Gales se encontraba en la cúspide de un tumulto sin precedentes. Dentro de las altas murallas del palacio real, una crisis que había comenzado como un murmullo ahora retumbaba a través de los vastos corredores con la fuerza de una tormenta desencadenada, oscureciendo la grandiosa tradición de una monarquía que había regido con equilibrio y honor durante siglos.El rey Arthur, el venerable monarca de la nación, había recaído gravemente tras una perturbadora reunión con su consejo real. La causa inmediata de su malestar no fue solo su enfermedad crónica, sino un golpe emocional mucho más devastador: la revelación del verdadero linaje de Anastasia, la esposa del príncipe Rhys.Era un día aciago en el consejo real. Los miembros del consejo, compuestos por duques, barones y damas de alto rango, se habían reunido en una sesión extraordinaria tras descubrir que Anastasia, quien había sido presentada como la futura reina consorte durante el gran evento de compromiso,
El rey Arthur, debilitado pero aún lúcido en su papel de monarca, yacía en su lecho real, su respiración entrecortada por la enfermedad y la preocupación. Los pesados cortinajes de terciopelo que adornaban la estancia apenas se movían.—Huw, acércate —la voz del rey era apenas un susurro, pero cargada de una urgencia que hizo que el viejo sirviente se apresurara a su lado con una mezcla de preocupación y lealtad.—Majestad, estoy aquí —respondió Huw, inclinando su cabeza con respeto.—Necesito que hagas algo de vital importancia para mí y para el futuro del reino —continuó el rey, tomando una pausa para recobrar el aliento. —Debes encontrar a mi hijo, el príncipe Rhys, y decirle que debe volver al palacio de inmediato, urgente.Huw asintió, su expresión seria y comprensiva. Conocía bien la gravedad de cualquier pedido que viniera directamente del rey en tales circunstancias.—¿Debo informarle sobre su recaída, su majestad? —preguntó Huw, preparado para seguir cualquier instrucción al
Cada arreglo se hacía con la mayor discreción posible, para permitir que padre e hijo tuvieran el espacio y la privacidad necesarios para las conversaciones que definirían el futuro inmediato del reino.Mientras Huw daba instrucciones al personal, se aseguró de que la suite real estuviera preparada con todo lo necesario para que Rhys y Anastasia pudieran descansar después de su viaje. Además, ordenó que se preparara una pequeña recepción privada para su llegada, para que esté lejos de mirones que puedan llevar el rumor de que el príncipe ya se encuentra en el palacio.Rhys y Anastasia finalmente llegaron al palacio al caer la noche. Las luces del gran vestíbulo brillaban con un fulgor acogedor, y el personal los recibió con una mezcla de respeto, pero todos ahí tenían esa expresión de preocupación en sus rostros. Huw esperaba en la entrada, su postura rígida, pero su expresión llena de calidez, ese hombre sí sabía cubrir su faceta preocupante.—Alteza, bienvenido a casa —dijo Huw, inc