¿Qué había pasado? ¿Por qué Rhys no había vuelto a la habitación?Eso se preguntaba Anastasia tras despertar al día siguiente, o más bien, tras pasar la noche en vela. No consiguió volver a dormir; en realidad, pasó las horas dando vueltas en la inmensa cama, después de levantarse varias veces.Durante toda la madrugada, estuvo esperando a Rhys, con la esperanza de que él regresara y se acostara a su lado.Pensó que, después de su conversación, ambos estarían juntos y que, de ahora en adelante, siempre sería así. Pero ahora creía haberse equivocado, que tal vez todo lo que él le había dicho era solo para tranquilizarla y que sus intenciones eran otras.«Él solo quiere llevar las cosas en paz conmigo, eso no significa que esté verdaderamente interesado en mí, y mucho menos que tenga sentimientos amorosos». Esta vez no sé cuestionó, sino afirmó y dio por hecho lo que Rhys pensaba.Se había duchado muy temprano y se tomó su tiempo para vestirse de nuevo, aunque sin ganas; sentía que ya n
Con su mirada, comenzó a buscar a su esposo por el lugar. Nada, no estaba ahí. ¿Entonces, por qué la había citado en el jardín?—¿Y Rhys? —preguntó. No acostumbraba a llamarlo príncipe, ni delante de los empleados—. ¿No iba a esperarme aquí?—Tengo entendido que sí —respondió la mujer, con una expresión de confusión—. Debe haberse ocupado con algunos asuntos, alteza.Los empleados sabían muy bien que los asuntos reales surgían a cualquier hora del día y que de repente el príncipe se ocupaba. No era el tipo de persona que pasaba el tiempo holgazaneando. Era un hombre muy ocupado, pues muy pronto heredaría el trono, era un hombre muy ocupado.Anastasia era plenamente consciente de que su esposo no era un hombre común y que su vida distaba mucho de ser normal. Llevaba el peso de una nación entera sobre sus hombros, y aun así, ella no terminaba de acostumbrarse a ello.Eso la dejó pensativa por unos minutos. Su preocupación volvió; el hecho de que Rhys se hubiera ido de esa manera dejaba d
El príncipe había sonado muy seguro con las palabras que había dicho, como si él mismo hubiera ido de puerta en puerta asegurando el bienestar de cada habitante de su nación. Rhys no lo hacía de manera arrogante; realmente creía que en ninguna parte de Gales faltaban alimentos, o al menos para él, la gente de su pueblo vivía bien.—¿Dices que puedo elegir? —preguntó ella. Rhys asintió, con una pequeña sonrisa. —Bueno, quiero que preparen todos estos alimentos y los guarden en recipientes, luego los pongan en unas bolsas, todo bien cubierto —indicó mientras miraba a su esposo. Él solo le señaló con la mirada que se lo pidiera a la empleada que estaba ahí parada. —Yo creo que… —se detuvo y giró la cabeza para mirar de nuevo la mesa. —Si hay más comida hecha en la cocina, también pónganla en las bolsas.La empleada solo asintió obedientemente mientras escuchaba la petición de la princesa. Una vez dicho todo, la mujer salió de la habitación en busca de más personal, para recoger todas las
EN EL PALACIO —Por tus malas decisiones, ahora yo también estoy involucrada en este asunto —le dijo la reina Crystin a la princesa Gisal en un tono severo.Estaba furiosa por las acciones de la princesa, no tanto por el acto en sí, sino por no haber recurrido a ella para pedir algún consejo.Gisal había actuado por su cuenta, con la ayuda de su fiel dama de compañía, excluyendo deliberadamente a la reina del plan. No era para protegerla, sino porque no quería que Crystin controlara los planes maliciosos que habían urdido juntas anteriormente.Ambas, la reina y la princesa Gisal, habían acordado eliminar a la princesa Anastasia. No importaba el método; de todas formas, la reina se encargaría de encubrir cualquier sospecha, sin dejar ningún cabo suelto.Sin embargo, Gisal cometió el error de ser descuidada; no fue meticulosa y dejó un cabo suelto, por lo que ahora la reina tenía que intervenir.—Espero que esta vez aprendas —continuó con el regaño.—No sabía que se me iba a salir de la
Lo que Rhys hizo, al rechazar a la princesa Gisal, solo provocó que creciera en ella un enorme resentimiento. Tanto que lo único que deseaba era vengarse, pero primero quería deshacerse de Anastasia.Ella era su primer objetivo; después iría tras el príncipe. Quizás a él no quería hacerle un daño físico, pero tarde o temprano ese sentimiento podía cambiar, ya que una mujer dolida por no ser correspondida en el amor puede ser lo peor.Gisal ya no estaba interesada en obedecer a la reina. Así que comenzó a planear mentalmente algo que esta vez debía funcionar.Mientras tanto, escuchaba a la reina Crystin; sin embargo, no estaba prestando atención, solo oía su voz como un eco lejano.—¿Me estás escuchando? —preguntó la reina con una mirada que no dejaba lugar a dudas de que no le gustaba ser ignorada.—Perdón, ¿qué decía? —Gisal sacudió la cabeza, tratando de aclarar su mente, aunque solo lo logró a medias.Ya no pensaba con claridad; deseaba poner sus manos en el cuello de Anastasia y a
ISLAMientras tanto, en la isla, el príncipe Rhys estaba en el despacho, intentando recordar lo que paso aquel día en la suite. Después de haber recibido una llamada por parte de su guardia real, de la nada se quedó sentado frente al escritorio absorto en sus pensamientos por varios minutos, pero todo era un borrón en su mente. Tenía semanas sin intentar recordar, de hecho había dejado por olvidado ese tema, pues ya había pasado un mes de eso y no tenía caso seguir dándole vueltas a algo que no iba a lograr repara. Aparte su relación con Anastasia estaba mejorando, ya no discutían, ni siquiera se lanzaban dagas con las miradas. Eso para él significaba mucho. Tampoco Anastasia había vuelto a pensar en ello, ahora su mente estaba más ocupada en otras cosas, como en el hecho de que atraparan a la dama y le preguntaran quién le ayudo a escapar de la celda. Temía que Rhys se enterara de que ella había sido, que después de haberse preocupado por ella y puesto a la culpable detrás de la
—Entiendo —respondió el rey, con un tono aún grave—. Dime, ¿de qué error hablas?Rhys miró por la ventana. Estaba oscureciendo, pero aun así pudo distinguir la silueta esbelta que caminaba por la orilla del mar. Anastasia había salido unos minutos después de que Rhys se colocara frente a la ventana.Una sensación de preocupación lo invadió cuando la vio allí afuera, con el viento fresco y la brisa marina golpeando sus pies. Temía que se resfriara.El príncipe había estado cuidando mucho de ella últimamente, preocupándose de forma exagerada por su salud, como si Anastasia fuera de cristal y pudiera romperse en cualquier momento.—¿Hijo? —llamó el rey, al darse cuenta de que Rhys estaba distraído mientras observaba a su esposa a través del cristal.Rhys respiró con dificultad. No esperaba tener que confesar todo por teléfono; habría preferido hacerlo cara a cara, como debería haberlo hecho desde el principio. Pero ahora no había otra opción, tenía que contarle al rey lo que ocurrió aque
La idea de un heredero podría suavizar el escándalo, pero la realidad de un matrimonio fundado en la conveniencia y no en el amor podía ser devastadora, tanto para la familia real como para Anastasia misma.Aunque el propio rey le había sugerido que buscara a alguien con quien casarse, no esperaba que fuera una completa desconocida. Por eso permitió que su hijo eligiera a su futura esposa. La otra opción era que el rey o la reina tomaran el control del asunto y decidieran casar al príncipe con una joven a la que probablemente solo había visto un par de veces él, pero con la certeza de que la futura reina tendría sangre real.—Voy a tener que pensarlo, hijo y ver que le diré al consejo sobre ello, para que las cosas se calmen por ahora. Hay muchas cosas en juego y lo sabes. —Hizo una pausa, como si estuviera pensando lo siguiente que añadiría. —Mientras tanto, cuida bien de ella. Pero ten en cuenta que esto podría volverse más complicado de lo que imaginas y pueda que un heredero no ga