—Pero ahora estamos aquí los dos, eso es lo que importa —terminó ella para componer lo que había comenzado a decir. Logró sonreír un poco, más que nada para calmar sus nervios.Rhys asintió, su mirada se suavizó y le apretó la mano con más fuerza.—Es verdad, estamos aquí ahora, y cada momento que paso contigo, cada segundo que puedo mirarte así, no me arrepiento de nada —dijo él con sinceridad, dejando escapar un suspiro.Anastasia se sintió abrumada por la intensidad de sus palabras; el aire pareció vibrar con esa confesión. Se preguntaba si él sentía lo mismo que ella: esa mezcla de temor y entusiasmo ante la profundidad de sus sentimientos.—Rhys, nunca pensé que llegaríamos a estar así los dos, sentados en una mesa, cenando juntos y teniendo una conversación calmada, sin atacarnos o echarnos la culpa lo que pasó en aquella suite del hotel —confesó ella, bajando la vista hacia sus manos entrelazadas para ocultar la pena que le causó decir aquello.—Me prometí a mí mismo ser sincer
Después de un rato, el silencio se rompió suavemente con el sonido de unos pasos y la voz baja de uno de los guardias de la escolta real que servían al príncipe. Anastasia, aún medio dormida, se movió ligeramente, acurrucándose más cerca de Rhys, por lo que él no intentó levantarse ni siquiera la apartó.Para él, sentir ese cálido y frágil cuerpo contra el suyo era lo mejor del mundo, disfrutaba tenerla cerca. En tono bajo, le preguntó al guardia por qué interrumpía su velada. Este le indicó que traía noticias del palacio y, luego con un gesto, Rhys le pidió que saliera de la habitación. No quería perturbar el sueño de Anastasia.Minutos después de que se retirara el guardia, Rhys hizo lo posible por ponerse de pie. Aunque se había comprometido con su padre a desconectarse de todo lo relacionado con el reino, los asuntos del palacio lo obligaban a actuar. Además, estaba el problema de la dama que había escapado y el príncipe no quería que el rey o el parlamento se enteraran.No había
¿Qué había pasado? ¿Por qué Rhys no había vuelto a la habitación?Eso se preguntaba Anastasia tras despertar al día siguiente, o más bien, tras pasar la noche en vela. No consiguió volver a dormir; en realidad, pasó las horas dando vueltas en la inmensa cama, después de levantarse varias veces.Durante toda la madrugada, estuvo esperando a Rhys, con la esperanza de que él regresara y se acostara a su lado.Pensó que, después de su conversación, ambos estarían juntos y que, de ahora en adelante, siempre sería así. Pero ahora creía haberse equivocado, que tal vez todo lo que él le había dicho era solo para tranquilizarla y que sus intenciones eran otras.«Él solo quiere llevar las cosas en paz conmigo, eso no significa que esté verdaderamente interesado en mí, y mucho menos que tenga sentimientos amorosos». Esta vez no sé cuestionó, sino afirmó y dio por hecho lo que Rhys pensaba.Se había duchado muy temprano y se tomó su tiempo para vestirse de nuevo, aunque sin ganas; sentía que ya n
Con su mirada, comenzó a buscar a su esposo por el lugar. Nada, no estaba ahí. ¿Entonces, por qué la había citado en el jardín?—¿Y Rhys? —preguntó. No acostumbraba a llamarlo príncipe, ni delante de los empleados—. ¿No iba a esperarme aquí?—Tengo entendido que sí —respondió la mujer, con una expresión de confusión—. Debe haberse ocupado con algunos asuntos, alteza.Los empleados sabían muy bien que los asuntos reales surgían a cualquier hora del día y que de repente el príncipe se ocupaba. No era el tipo de persona que pasaba el tiempo holgazaneando. Era un hombre muy ocupado, pues muy pronto heredaría el trono, era un hombre muy ocupado.Anastasia era plenamente consciente de que su esposo no era un hombre común y que su vida distaba mucho de ser normal. Llevaba el peso de una nación entera sobre sus hombros, y aun así, ella no terminaba de acostumbrarse a ello.Eso la dejó pensativa por unos minutos. Su preocupación volvió; el hecho de que Rhys se hubiera ido de esa manera dejaba d
El príncipe había sonado muy seguro con las palabras que había dicho, como si él mismo hubiera ido de puerta en puerta asegurando el bienestar de cada habitante de su nación. Rhys no lo hacía de manera arrogante; realmente creía que en ninguna parte de Gales faltaban alimentos, o al menos para él, la gente de su pueblo vivía bien.—¿Dices que puedo elegir? —preguntó ella. Rhys asintió, con una pequeña sonrisa. —Bueno, quiero que preparen todos estos alimentos y los guarden en recipientes, luego los pongan en unas bolsas, todo bien cubierto —indicó mientras miraba a su esposo. Él solo le señaló con la mirada que se lo pidiera a la empleada que estaba ahí parada. —Yo creo que… —se detuvo y giró la cabeza para mirar de nuevo la mesa. —Si hay más comida hecha en la cocina, también pónganla en las bolsas.La empleada solo asintió obedientemente mientras escuchaba la petición de la princesa. Una vez dicho todo, la mujer salió de la habitación en busca de más personal, para recoger todas las
EN EL PALACIO —Por tus malas decisiones, ahora yo también estoy involucrada en este asunto —le dijo la reina Crystin a la princesa Gisal en un tono severo.Estaba furiosa por las acciones de la princesa, no tanto por el acto en sí, sino por no haber recurrido a ella para pedir algún consejo.Gisal había actuado por su cuenta, con la ayuda de su fiel dama de compañía, excluyendo deliberadamente a la reina del plan. No era para protegerla, sino porque no quería que Crystin controlara los planes maliciosos que habían urdido juntas anteriormente.Ambas, la reina y la princesa Gisal, habían acordado eliminar a la princesa Anastasia. No importaba el método; de todas formas, la reina se encargaría de encubrir cualquier sospecha, sin dejar ningún cabo suelto.Sin embargo, Gisal cometió el error de ser descuidada; no fue meticulosa y dejó un cabo suelto, por lo que ahora la reina tenía que intervenir.—Espero que esta vez aprendas —continuó con el regaño.—No sabía que se me iba a salir de la
Lo que Rhys hizo, al rechazar a la princesa Gisal, solo provocó que creciera en ella un enorme resentimiento. Tanto que lo único que deseaba era vengarse, pero primero quería deshacerse de Anastasia.Ella era su primer objetivo; después iría tras el príncipe. Quizás a él no quería hacerle un daño físico, pero tarde o temprano ese sentimiento podía cambiar, ya que una mujer dolida por no ser correspondida en el amor puede ser lo peor.Gisal ya no estaba interesada en obedecer a la reina. Así que comenzó a planear mentalmente algo que esta vez debía funcionar.Mientras tanto, escuchaba a la reina Crystin; sin embargo, no estaba prestando atención, solo oía su voz como un eco lejano.—¿Me estás escuchando? —preguntó la reina con una mirada que no dejaba lugar a dudas de que no le gustaba ser ignorada.—Perdón, ¿qué decía? —Gisal sacudió la cabeza, tratando de aclarar su mente, aunque solo lo logró a medias.Ya no pensaba con claridad; deseaba poner sus manos en el cuello de Anastasia y a
ISLAMientras tanto, en la isla, el príncipe Rhys estaba en el despacho, intentando recordar lo que paso aquel día en la suite. Después de haber recibido una llamada por parte de su guardia real, de la nada se quedó sentado frente al escritorio absorto en sus pensamientos por varios minutos, pero todo era un borrón en su mente. Tenía semanas sin intentar recordar, de hecho había dejado por olvidado ese tema, pues ya había pasado un mes de eso y no tenía caso seguir dándole vueltas a algo que no iba a lograr repara. Aparte su relación con Anastasia estaba mejorando, ya no discutían, ni siquiera se lanzaban dagas con las miradas. Eso para él significaba mucho. Tampoco Anastasia había vuelto a pensar en ello, ahora su mente estaba más ocupada en otras cosas, como en el hecho de que atraparan a la dama y le preguntaran quién le ayudo a escapar de la celda. Temía que Rhys se enterara de que ella había sido, que después de haberse preocupado por ella y puesto a la culpable detrás de la