Mientras volvían al dormitorio, Anastasia seguía tensa, sus pensamientos en otra parte.—¿Te has vuelto a sentir mal? Necesitas cuidarte —dijo Rhys suavemente. Él no quería ser duro con ella; había decidido llevar su relación con calma para que no hubiera ningún otro malentendido.—No, es por eso que quería caminar un poco —respondió ella, forzando una sonrisa mientras entraban a la habitación.Una vez dentro, Rhys se disculpó por haberla dejado brevemente; él había decidido no ir con su escolta, no por ahora. Les ordenó que se encargaran de todo ellos solos y que cualquier cosa que sucediera le informaran de inmediato.Anastasia continuó pensando en cómo escapar un momento de su esposo. Sabía que Rhys estaba haciendo lo que consideraba mejor, pero la urgencia de la situación con la sirvienta requería acciones rápidas y decisivas. Necesitaba llegar más pronto a ella, antes de que fuera tarde.Cuando el médico entró, ella mantuvo su compostura, respondiendo a sus preguntas y permitiend
Tal vez esa cena juntos les vendría muy bien, y no solo para su relación, sino también funcionaria para una distracción. Tanto Anastasia como Rhys dejarían de pensar en lo que estaba ocurriendo en Cardiff. Anastasia se miró por última vez en el espejo. Esperaba verse más que bien; quería dejar a Rhys boquiabierto. Sin embargo, deseaba mantener esa sencillez que siempre había caracterizado su esencia. Aunque ahora vestía ropa cara y lucía muchas joyas preciosas que costaban miles de euros, seguía siendo la misma.Por su mente cruzó el recuerdo de su vida pasada y sus amigas, a quienes había dejado atrás. Se preguntó si la reconocerían de inmediato si la vieran ahora. Probablemente no, pues estaban acostumbradas a una Anastasia diferente, más casual, que vestía blusas prácticas y pantalones de mezclilla con zapatos deportivos, muy distinta a su apariencia actual.Con un suspiro, se giró y le dio la espalda al reflejo elegante que mostraba su figura transformada. Era bella, pero con su
—Pero ahora estamos aquí los dos, eso es lo que importa —terminó ella para componer lo que había comenzado a decir. Logró sonreír un poco, más que nada para calmar sus nervios.Rhys asintió, su mirada se suavizó y le apretó la mano con más fuerza.—Es verdad, estamos aquí ahora, y cada momento que paso contigo, cada segundo que puedo mirarte así, no me arrepiento de nada —dijo él con sinceridad, dejando escapar un suspiro.Anastasia se sintió abrumada por la intensidad de sus palabras; el aire pareció vibrar con esa confesión. Se preguntaba si él sentía lo mismo que ella: esa mezcla de temor y entusiasmo ante la profundidad de sus sentimientos.—Rhys, nunca pensé que llegaríamos a estar así los dos, sentados en una mesa, cenando juntos y teniendo una conversación calmada, sin atacarnos o echarnos la culpa lo que pasó en aquella suite del hotel —confesó ella, bajando la vista hacia sus manos entrelazadas para ocultar la pena que le causó decir aquello.—Me prometí a mí mismo ser sincer
Después de un rato, el silencio se rompió suavemente con el sonido de unos pasos y la voz baja de uno de los guardias de la escolta real que servían al príncipe. Anastasia, aún medio dormida, se movió ligeramente, acurrucándose más cerca de Rhys, por lo que él no intentó levantarse ni siquiera la apartó.Para él, sentir ese cálido y frágil cuerpo contra el suyo era lo mejor del mundo, disfrutaba tenerla cerca. En tono bajo, le preguntó al guardia por qué interrumpía su velada. Este le indicó que traía noticias del palacio y, luego con un gesto, Rhys le pidió que saliera de la habitación. No quería perturbar el sueño de Anastasia.Minutos después de que se retirara el guardia, Rhys hizo lo posible por ponerse de pie. Aunque se había comprometido con su padre a desconectarse de todo lo relacionado con el reino, los asuntos del palacio lo obligaban a actuar. Además, estaba el problema de la dama que había escapado y el príncipe no quería que el rey o el parlamento se enteraran.No había
¿Qué había pasado? ¿Por qué Rhys no había vuelto a la habitación?Eso se preguntaba Anastasia tras despertar al día siguiente, o más bien, tras pasar la noche en vela. No consiguió volver a dormir; en realidad, pasó las horas dando vueltas en la inmensa cama, después de levantarse varias veces.Durante toda la madrugada, estuvo esperando a Rhys, con la esperanza de que él regresara y se acostara a su lado.Pensó que, después de su conversación, ambos estarían juntos y que, de ahora en adelante, siempre sería así. Pero ahora creía haberse equivocado, que tal vez todo lo que él le había dicho era solo para tranquilizarla y que sus intenciones eran otras.«Él solo quiere llevar las cosas en paz conmigo, eso no significa que esté verdaderamente interesado en mí, y mucho menos que tenga sentimientos amorosos». Esta vez no sé cuestionó, sino afirmó y dio por hecho lo que Rhys pensaba.Se había duchado muy temprano y se tomó su tiempo para vestirse de nuevo, aunque sin ganas; sentía que ya n
Con su mirada, comenzó a buscar a su esposo por el lugar. Nada, no estaba ahí. ¿Entonces, por qué la había citado en el jardín?—¿Y Rhys? —preguntó. No acostumbraba a llamarlo príncipe, ni delante de los empleados—. ¿No iba a esperarme aquí?—Tengo entendido que sí —respondió la mujer, con una expresión de confusión—. Debe haberse ocupado con algunos asuntos, alteza.Los empleados sabían muy bien que los asuntos reales surgían a cualquier hora del día y que de repente el príncipe se ocupaba. No era el tipo de persona que pasaba el tiempo holgazaneando. Era un hombre muy ocupado, pues muy pronto heredaría el trono, era un hombre muy ocupado.Anastasia era plenamente consciente de que su esposo no era un hombre común y que su vida distaba mucho de ser normal. Llevaba el peso de una nación entera sobre sus hombros, y aun así, ella no terminaba de acostumbrarse a ello.Eso la dejó pensativa por unos minutos. Su preocupación volvió; el hecho de que Rhys se hubiera ido de esa manera dejaba d
El príncipe había sonado muy seguro con las palabras que había dicho, como si él mismo hubiera ido de puerta en puerta asegurando el bienestar de cada habitante de su nación. Rhys no lo hacía de manera arrogante; realmente creía que en ninguna parte de Gales faltaban alimentos, o al menos para él, la gente de su pueblo vivía bien.—¿Dices que puedo elegir? —preguntó ella. Rhys asintió, con una pequeña sonrisa. —Bueno, quiero que preparen todos estos alimentos y los guarden en recipientes, luego los pongan en unas bolsas, todo bien cubierto —indicó mientras miraba a su esposo. Él solo le señaló con la mirada que se lo pidiera a la empleada que estaba ahí parada. —Yo creo que… —se detuvo y giró la cabeza para mirar de nuevo la mesa. —Si hay más comida hecha en la cocina, también pónganla en las bolsas.La empleada solo asintió obedientemente mientras escuchaba la petición de la princesa. Una vez dicho todo, la mujer salió de la habitación en busca de más personal, para recoger todas las
EN EL PALACIO —Por tus malas decisiones, ahora yo también estoy involucrada en este asunto —le dijo la reina Crystin a la princesa Gisal en un tono severo.Estaba furiosa por las acciones de la princesa, no tanto por el acto en sí, sino por no haber recurrido a ella para pedir algún consejo.Gisal había actuado por su cuenta, con la ayuda de su fiel dama de compañía, excluyendo deliberadamente a la reina del plan. No era para protegerla, sino porque no quería que Crystin controlara los planes maliciosos que habían urdido juntas anteriormente.Ambas, la reina y la princesa Gisal, habían acordado eliminar a la princesa Anastasia. No importaba el método; de todas formas, la reina se encargaría de encubrir cualquier sospecha, sin dejar ningún cabo suelto.Sin embargo, Gisal cometió el error de ser descuidada; no fue meticulosa y dejó un cabo suelto, por lo que ahora la reina tenía que intervenir.—Espero que esta vez aprendas —continuó con el regaño.—No sabía que se me iba a salir de la