El almuerzo parecía un campo de batalla.Desde que había regresado del bosque, en la mañana, Alexis tenía un malhumor tormentoso. Sofía contemplaba la escena pegada a la pared, de pie junto al resto de las sumisas que servían la cena.Yura no le quitaba los ojos de encima a Nikita, Nikita lo miraba con una expresión degolladora, Eván miraba a Nikola con desconfianza y los demás a la mesa, intentaban conversar entre ellos para frenar la masacre que se avecinaba.—¿Estás feliz de ver a tu amante, madre?—¡Ya es suficiente!- bramó Nikita colérica, dirigiendo su mirada de Eván a Yura nuevamente.- te exigí que les contaras, ¿por qué no lo hiciste?Antes de que Yura pudiera abrir la boca, Alexis intervino.—De hecho sí lo hizo, pero creo que merecemos escuchar tu versión de los hechos,más tarde, tía.Nikita palideció, asintiendo.—Ahora, me gustaría terminar de almorzar en paz, tanto drama familiar va a terminar indigestándome000Dentro del despacho de Alexis se encontraban Eván, Milia, N
En el campo de tiro, el Don acribilla una diana a balazos. Asegurándose de que proyectil tras proyectil impactarán en el mismo punto, abriendo un agujero cada vez más grande en la cartulina. —¿Estás practicando para Vitorio Visconti o tenemos un nuevo enemigo del que desconozco?- preguntó Eván con curiosidad, observando la masacre que había hecho su hermano. —Nunca se está completamente preparado, cuando creemos que ya hemos derrotado a todos los enemigos siempre aparece uno nuevo, saliendo de entre las sombras.- murmuró Alexis, pensativo. Eván elevó las cejas. —¿El asunto con el nuevo infiltrado te preocupa tanto que te has puesto filosófico? ¡Hombre! No te angusties, al anterior lo encontramos fácilmente ¿y qué sucedió? Pues que hizo ¡Cabúm!- rió Eván. —Este asunto es serio. Hay algo de todo esto que no me gusta, hermano. No sé por qué, pero sospecho que esta vez la rata entre nosotros no es un infiltrado, sino un traidor. Eván frunció el ceño. —¿ Eso quiere decir que sospech
Roma, Italia:Vitorio se contempló en el espejo de la sastrería. A pesar del paso de los años, y de sus dedos artríticos, el viejo Ira aún conservaba su toque.El sastre había entallado los trajes de su abuelo, su padre y ahora los suyos. Cada vez que hacía una nueva compra, acudía con el viejo. No confiaba en nadie más, para este trabajo ni para cualquier otro que involucrase contacto físico con su persona.La arrogancia, la avaricia y el orgullo, eran las principales virtudes de las que se jactaba el Padrone. Su posición y su riqueza lo ponían a la par de los reyes y reinas de la tierra. No había puerta cerrada que no se abriera para él, no había lujo u ostentación inalcanzable para él, no había mujer que tuviera un “ No” en sus labios para él, por qué lo que Vitorio Visconti no conseguía por las buenas lo tomaba a la fuerza.Su vida era un paraíso de drogas, armas, carros veloces, apuestas, intimidaciones, asesinatos y putas, sin embargo, había una espina incrustada en su costado q
ADVERTENCIA:ESTE CAPÍTULO CONTIENE ESCENAS FUERTES Y EXPLÍCITAS DE VIOLENCIA. SE RECOMIENDA DISCRECIÓN POR PARTE DEL LECTOR.***El ex abogado era un hombre de unos cincuenta años, pero los temores y vicisitudes de sobrevivir en la mafia lo habían hecho envejecer prematuramente, tornando su otrora cabellera negra en un amasijo de canas antes de tiempo.Había sorteado toda clase de peligros en su vida, pero justo cuando había logrado retirarse del negocio con una buena cantidad que le propiciara vivir cómodamente por el resto de sus días, había aparecido el Ivanov para tentarle con una oferta demasiado jugosa como para rechazarla. Y ahora estaba atado de pies y manos, amordazado, y en espera de su sentencia.—No discutiremos el motivo por el que estás aquí, tú mejor que nadie sabe el craso error que cometiste. Ahora, solo te queda enfrentar las consecuencias de tus actos.Guido se estremeció en su silla, intentando librarse de los amarres que lo sujetaban. Temiendo lo que el Padrone y
Algo había sucedido y Sofía lo podía percibir.Alexis la ignoraba constantemente y cuando la miraba lo hacía con una expresión de odio que le ponía la carne de gallina.¿ Alguien había dicho alguna cosa en su contra?¿Tal vez él había cambiado de opinión, decidiendo que era mejor que ella esperase el tiempo pactado de regreso en el foso? Ese pensamiento la hizo temblar.Sin embargo nada podía hacer, si el Don decidía encerrarla de nuevo solo le quedaba reza para tener las fuerzas para sobrevivir, una vez más.—¿Noche agitada, Yura?- comentó Alexis, notando lo desaliñado y trasnochado que se veía su tío.—Fue movidita, sí.- sonrió ampliamente el viejo zorro, guiñándole un ojo a Nikita, quien a su vez comenzó a enrojecer rápidamente.El Don elevó una ceja.Todo parecía indicar que el par de tórtolos había vuelto a la andadas. No le sorprendía, desde hacía días su tío babeaba cada vez que Nikita aparecía. Lo que le preocupaba era que la viuda negra de los bajos fondos hubiera puesto su m
La fábrica de armas de la Yakuza, en Tokio, estaba bien oculta; camuflajeada bajo la inocente fachada de una fábrica de alimentos enlatados. El Don vigilaba el lugar con sus binoculares, desde el edificio que quedaba justamente en frente. Observando el constante entrar y salir de cabecillas y de obreros. —Están intentando replicar mi granada, Alex.- masculló Eván molesto, mientras tecleaba furiosamente en su laptop, habiéndose metido en el sistema de la fábrica y observando los archivos de los prototipos en los que estaban trabajando. —No creo que con una burda imitación sobrepasen la obra de arte que has creado, hermanito.- comentó Alexis, lanzándole una mirada seria a Eván para luego volver a mirar a su objetivo a través de los binoculares.- esta gente no sabe con quién se ha metido. ¿Hiciste las modificaciones que te pedí? —Sí. El control remoto tiene un alcance de hasta dos kilómetros.- masculló Eván, aún furioso. —Perfecto.- murmuró él, dejando caer los binoculares, los cuale
El japonés comenzó a sudar frío, sin embargo sus guardaespaldas dirigieron los cañones de sus armas a Eván. —Ah,ah, ah.- murmuró Eván, subiendo sus piernas a la mesa tras la cuál se sentaba.- si fuera ustedes no haría eso. En segundos otros tres hombres de la escolta explotaron en pedazos. Ante aquello, los restantes mafiosos japoneses bajaron sus armas, temerosos por sus vidas y salieron corriendo del lugar, despavoridos. —La verdad es que me decepcionan chicos.- Susurró Eván divertido.- vine hasta aquí solo por la posibilidad de ver a alguno de ustedes hacerse el harakiri*. Alexis negó, moviendo la cabeza. Divertido ante el comentario de su hermano. —Vamos, suplica por tu miserable vida, gusano.- masculló entre dientes el Don. Yamamoto comenzó a decir una retahíla de cosas en un japonés atropellado y veloz, en lo que Eván sacaba una navaja y se limpiaba la inexistente churre de debajo de sus uñas. —¿Eso te suena a disculpas, hermano?- interrogó el Don. —No lo creo, y aunque a
Al llegar a la Ciudadela, Alexis frunció el entrecejo notando que su familia no lo esperaba en la entrada, incluso Eván se movió incómodo a su lado. Por si las moscas, el Don sacó su arma, manteniéndola en su mano. Una sumisa les abrió la puerta y Alexis supo que algo andaba terriblemente mal. Su madre estaba de pie, pálida, su tía miraba a cualquier punto excepto a él, Yelana lo contemplaba con expresión expectante y Milia estaba francamente temblorosa. —Bienvenido, mi Don.- Susurró su madre. —¿Qué carajos pasó, Nikola?- masculló él, impaciente. Nikola se alisó su impecable peinado con mano temblorosa. —Esta mañana, cuando bajé al primer piso, la encontré muerta al pie de los escalones. Al parecer resbaló y rodó escaleras abajo. Alexis recorrió la sala de espera con su gélida mirada. Todas las mujeres de su familia vestían de negro y todas estaban presentes en la sala de estar, a excepción de una. Cerró sus ojos, apretando fuertemente sus párpados hasta que se visión se tornó