En el club “Inferno”, uno de los más concurridos, caros y corruptos de Moscú, el Don de la mafya bebía vodka con su tío Yura y su primo Oleksander.
—¡Que vengan las putas!- ordenó Oleksander, tres bailarinas exóticas entraron, dos fueron a sentarse en las piernas de Yura y Oleksander, respectivamente, la tercera intentó sentarse sobre Alexis pero ante la negativa de él, se dirigió al tubo y comenzó a bailar.
—¿Guardándole formas a Yelana, primo?- comentó Oleksander.- no creo que a ella le importe mucho, lleva un par de semanas encamándose con el búlgaro.
—Esas no son noticias para él. Si Yelana se está acostando con otro es porque el Don se lo ordenó.- rió Yura, apretando las nalgas de la morena que tenía sobre sus rodillas.
Alexis se limitó a levantar su vaso en saludo y sonreír.
—¿Cómo lo llevas con tu esposita?- preguntó Oleksander, ocultando su rostro entre las enormes tetas falsas de la rubia en sus rodillas.
—Tu primo no ha tenido tiempo de experimentar las verdaderas delicias del matrimonio, Oleksander.- río su tío, era más que evidente que ya estaba pasado de copas.-recuerdo que tu difunta madre era especialista en mirarme con esa cara de vómito que siempre ponía cada vez que descubría alguna de mis infidelidades.
—Anya hace algo similar, siempre me muestra las fotos que sacó algún periódico primero y luego me dice el precio exacto de algún bolso carísimo.- protestó Oleksander.
—Mujeres. ¿Quién las entiende?- intervino Alexis, pensativo.
—Ah…ya ha comenzado a exigir, ¿eh? ¿Qué te pidió? ¿Diamantes, joyas, un coche nuevo?- indagó curioso Oleksander.
—Hijo, el matrimonio de ellos es ficticio. Para que una mujer demande cosas así, debe dar algo a cambio primero. ¿No crees?
—Pues están equivocados, los dos.
Yura y su hijo lo miraron con sorpresa.
—La chiquilla del demonio sí exigió algo, de hecho, y no. No ha dado nada a cambio. La italiana quiere estudiar.
Yura y Oleksander se miraron uno al otro.
—¿Lo pueden creer? Tiene ideas de montar su propio negocio, la muy tonta.
Oleksander dejó escapar un silbido.
—Ten cuidado primo, a ese paso tu “esposita” podría desbancarte, ¿sabes? De hecho si la preñas, la abominación que salga de ahí bien podría tomar tu lugar.
Alexis soltó a reír.
—A diferencia tuya, primo, yo no meto mi verga dónde no debo. Tu jueguito con la húngara terminó tan mal que tuviste que casarte con ella, ¿o se te olvida?
Haciéndole una seña con su dedo índice, la prostituta que estaba que centrada en las rodillas de su primo se levantó y vino a sentarse en las suyas, rodeando su cuello con los brazos y sonriendo.
—Este es el tipo de mujer que me gusta. Las hembras.- masculló, furioso, levantando la falda de la prostituta, moviendo su ropa interior impacientemente con sus dedos hacia un lado y penetrándola rudamente. Con sus manos tiró del top strapless que vestía la mujer hasta que sus tetas estuvieron al descubierto, y comenzó a apretarlas y pellizcar las con sus dedos, mientras ella movía su culo contra las caderas de él, apoyándose en la punta de sus tacones, haciendo fuerza para mantener su posición sobre él. – las mujeres maduras que saben complacer a un hombre, y no las niñitas ingenuas que se las dan de estudiosas.
Oleksander sonrió, deteniendo a la que bailaba en el tubo, haciéndola bajar de sobre el escenario, arrodillarse ante él y meterse su verga en la boca.
—Bien dicho, primo.
***
Después de correrse dentro de la puta barata, Alexis pidió más vodka y bebió en compañía de su tío y su primo hasta las cuatro de la mañana, sus familiares eran unos borrachos de lo más ruidosos, él, sin embargo se mantenía pensativo.
Italiana del demonio.
¿De dónde le salieron ese par de tetas que vi esta tarde? ¿Y esa cara de puta, con esa boca de labios tan gruesos, siempre la tuvo y yo no la vi?
¡Maldición!
Casi me vengo detrás del buró de mi despacho de imaginarla arrodillada ante mí, chupándome la verga.
Como estuvo enferma y desnutrida, era una monstruosidad de ver. Pero ahora, tiene un culo que pide a gritos unas cuántas nalgadas.
Desde la entrevista con ella en su despacho no se le bajaba la erección. Follarse a la puta en el club lo había ayudado unos minutos pero pensar en la italiana lo había vuelto a poner duro. Las ganas de follar lo ponían de mal humor porque lo hacían sentir débil. Había salido pitando de la mansión precisamente por eso.
Lo que le había dicho a su primo, lo había dicho más para convencerse a sí mismo que por cualquier otra cosa.
No podía ser que tras casi cuarenta años de estar completamente seguro de lo que le gustaba, viniera una chiquilla, y más la hermana de su enemigo, hija del enemigo de su padre, a hacerle dudar.
Aburrido del club, se reunió con sus guardaespaldas en el piso de abajo, ordenando que llevaran a sus familiares de regreso a sus casas. Se montó en su limosina y le ladró al chófer que se moviera.
Al llegar a la mansión, la encontró en penumbras, se quitó los zapatos y el saco, y se sirvió un trago de whisky, necesitaba despejar un poco su mente embotada por la bebida. Se dirigía a su habitación, estaba por subir las escaleras, cuando un ruido proveniente de la cocina lo alertó de que allí había alguien.
Desenfundando su arma, se fue a la cocina con sigilo. En su casa se comía a las horas señaladas o no se comía, esa era la ley, por lo tanto en la cocina , aunque era casi imposible, podía estar un intruso.
Para entrar a la mansión Ivanov había que pasar dos puntos de control, tres cercados electrificados y un perímetro lleno de hombres armados, ya se dijo, era casi imposible que hubiese entrado un intruso así que…Se acercó, arma en mano, a la puerta de la cocina.
El lugar estaba a oscuras, pero la luz que salía de dentro del refrigerador le permitió ver claramente al ladrón. Y Sí.
Allí estaba ella.
Con la cabeza metida en el refrigerador, con el cabello suelto, los pies descalzos y llevando una excusa de bata de dormir que no le llegaba ni a las rodillas. Sacando cosas del frío y comiéndoselas con apuro, como si fuera una rata.
Alcanzó a ver qué roía galletas y queso. Cometiendo el atrevimiento de meter sus dedos en el tarro de mermelada , embarrándoselos, para luego metérselos en esa boca.
¡Esa boca italiana!
Gritó su subconsciente. Se vería muy bien alrededor de mi verga, respondió su cinismo.
Pero, ¿como se atrevía ella a robar comida?
Sofía se volteó, volviendo a meter la cabeza dentro del refrigerador, inclinándose para sacar algo de las gavetas de abajo.
¡Ese culo italiano!
Bramó su mente, ahogada en alcohol, contemplando como lo empinaba burlonamente en su dirección.
¡Ya está, tu misma te lo has buscado italiana de los mil demonios!
—Así que, tienes hambre, ratica.- una gruesa voz susurró en su oído, al tiempo que un cuerpo imposiblemente alto se pegaba a su espalda.- hagamos un trato, yo te daré de comer si tú me das a mí. Una enorme mano rusa se apoderó del dorso de su cuello, tirando de las raíces de su cabello dolorosamente, haciéndole girar el rostro en su dirección y forzándola a mirarlo. La manzana que acababa de sacar del gavetero del refri cayó de su mano, rodando por el suelo de la cocina. —Uno creería, que el corderito inocente estaría durmiendo a estas horas y no comportándose como un roedor en la cocina. La mirada de ella chocó con la gélida mirada de Alexis, quién pronunciaba sus palabras entre dientes. Su aliento, cargado de alcohol, rozaba su rostro, provocándole arcadas del asco. Dando unos pasos atrás, sin dejar escapar a su despavorida presa, el ruso encendió el interruptor , causando que toda la cocina se iluminara. —Así que, te gusta robar comida. ¿Eh? —No la robaba, tenía hambre. Me sen
La bailarina, vestida en un traje de cuero rojo y calzando unos tacones de vértigo, trazaba piruetas sobre la mesa , realizando su rutina pornográfica en el tubo. Por los altavoces sonaba Bodak Yellow de Cardi B. —Hemos traído el nuevo producto para lo que lo apruebe, mi don.- anuncia Vladimir Volka, a quien todos llaman “ el búlgaro”. Alexis le dio un sorbo a su trago de vodka, prestando más atención a la mujer sobre la mesa que a los mafiosos búlgaros que lo acompañaban. Vladimir procedió a abrir el paquete de coca, tomando una tarjeta magnética y alineando el polvo sobre la mesa de cristal. Sacó un billete de su billetera y lo enrolló, formando el pequeño cilindro, sin embargo en vez de inclinarse para instalar, le ofreció el cilindro al Don quien lo tomó, frotándolo entre sus dedos. Este inhaló el producto, y sorbió a través de su nariz, rara vez consumía drogas, siendo que prefería al vodka o al whisky para adormecer sus demonios, sin embargo, con los búlgaros probar la coca
La despertó un enorme estruendo. Pasos subían y bajaban las escaleras a gran velocidad. Se escuchaban gritos por toda la mansión, sobre todo los de Milia, la rusa sonaba histérica. —Ya tranquilízate. —Le han disparado a mi hermano, ¿cómo quieres que me tranquilice? Eso la hizo reaccionar. Se cambió rápidamente de ropas, optando por unos jeans y un jersey y salió al pasillo. La habitación del Don quedaba a tres puertas de la suya, y frente a ella estaban reunidos todos lo Ivanov. —¿Como sucedió esto?- preguntó intranquilo Yura. —Salía de uno de los clubes cuando lo emboscaron.-susurro Yelana. —¿Se sabe quiénes montaron la emboscada?- insistió Yura. —Sí.- masculló Yelana dirigiéndole una mirada cargada de odio.- eran hombres de Vitorio Visconti. —¿Italianos?- increpó Eván.- ¿basura italiana en nuestro territorio? —Llegaron hace unos días al país, haciéndose pasar por turistas.- explicó Yelana, visiblemente pálida, sacando un bulto de documentos de su cartera.- estos son los que
—La próxima vez que algo así suceda, esperarán a que yo esté consciente y dé la orden antes de hacer cualquier cosa, ¿les queda claro? Lo que es más, a partir de hoy de entre nosotros soy el único que tiene permitido ponerle la mano encima a la italiana. —Sí, mi Don. —Sí, mi Don. Alexis miró a su hermana de soslayo. —¿Milia?- ladró. —Creímos que hacíamos lo correcto. —Pues creyeron mal, y por sus decisiones precipitadas mi plan para desbancar a los Visconti pende de un hilo. ¡Ahora, obedece y promete no meterte más en lo que no te importa! Milia bajo su cabeza en señal de derrota. —Sí, hermano. —Bien, y ahora largo. Déjenme a solas con Yelana. Tres semanas le llevó a Sofía recuperar la conciencia y cuando lo hizo deseó no haber nacido nunca. Cada que respiraba sentía como si la apuñalaran y todo su rostro y su cabeza eran único y monstruoso dolor. —Al fin despiertas,baranina.- Ella ni siquiera pestañeó, hacerlo le provocaba un dolor infernal. —Si vienes a continuar con e
Alexis: En un par de tirones la reacomodo sobre mi hombro, aprovechando la oportunidad para asestarle una fuerte nalgada. Chilla de dolor y mi verga comienza a ponerse dura. —¡Maledeto, uno de estos días te mataré, lo juro!- grita en italiano. —No se lo que has dicho y no me importa. No sé cómo te tratarían los Visconti, pero aquí en Rusia a las niñas malcriadas se las castiga. Bajo las escaleras con ella echa una furia sobre mi hombro. La mantengo sujeta de la cintura y las piernas para evitar que intente patearme. Sus manos son otra cosa, golpea mi espalda con sus puños repetidamente y aprieto la mandíbula. La m*****a italiana ha lastimado mi herida de bala. Sofía: Forcejeo y bufo, chillo y golpeo su espalda, sin lograr absolutamente nada. Mientras más me revuelvo sobre su hombro, más fuerte azota mi trasero. Ha recorrido media mansión conmigo en andas, como si yo fuera una especie de presa y él el cazador que regresa victorioso. Enredo mi mano en su cabello extremadamente l
Sofía: Sangre. Hay sangre en mis manos y en mis ropas, incluso creo que mi cabello está mojado de sangre. Algo terrible ha debido suceder, pero no lo recuerdo. ¿Que sucedió? Lo último que viene a mi mente es que el ruso infernal puso un b**e en mis manos. ¿Lo golpeé? ¿Lo maté? No lo sé, pero no lo creo. No es posible, porque de haber sido así, Milia y la gatubela no estarían tan tranquilas. Entonces, ¿qué demonios sucedió? ¿Golpeé a esos hombres? ¿Por qué no lo recuerdo? Dentro del camión, viajamos el chofer, un escolta, Milia, Yelana y yo. La visibilidad es prácticamente nula. Se ha desatado una tormenta y nos vemos forzados a viajar en un camión todoterreno modificado para avanzar sin dificultad sobre la nieve. Según entiendo, estos vehículos no se orientan por satélite, hacerlo durante una tormenta de nieve de esta magnitud sería sino difícil, imposible. Por lo tanto, para no perdernos en la Siberia, los vehículos vienen con brújula integrada. Milia mira por la ventana, est
Sofía: Regresamos a este lugar hace tres días y aunque Yelana lo intenta, no logra contactar con Alexis o con Yura. Milia está histérica y no soporto pasarme una hora más sentada frente a la televisión viendo los mismos reportajes una y otra vez. Quedarme dentro del edificio principal no es una opción. La matrona me regaña a cada paso que doy y las sumisas del servicio me miran con mala cara. Estoy harta. Así que después de almuerzo, en lo que Milia y Yelana toman una siesta, me visto acordé a la temperatura de cinco grados bajo cero que hace afuera del edificio principal y camino sobre la nieve, disfrutando el sonido de aplastarla bajo mis botas. Me he puesto un gorro, un abrigo extra grande, que parece hecho de piel de oso polar, un chaleco térmico y por encima dos t-shirts , dos pantalones de algodón, medias, uff. Parezco una vaca con tanta ropa encima pero morir congelada no me parece que sería agradable, además, también me he puesto un par de guantes. Nunca había tenido op
Sofía: —Aquí es dónde probamos las armas.- anuncia Eván con aire orgulloso. Me ha traído a un lugar que solo he visto en películas, es un cuadrilátero rodeado y protegido por cristales, imagino que sean cristales blindados. Hay tres canchas, pero solo en la del medio ( la que tenemos de frente) está colocado ese característico póster con la silueta humana. Sobre una mesa a mi izquierda hay un grupo de revólveres, escopetas, ametralladoras e incluso granadas de mano, organizadas por orden de tamaño, de menor a mayor, de izquierda a derecha. —¿Que son esas?- pregunté. Mirando con curiosidad unas cosas cilíndricas, que parecían lápices labiales sin embargo tenían un botón rojo en borde superior. —Esas son mis bebés.- comentó Eván sonriendo ampliamente.- son un tipo especial de granadas de mano diseñadas por mí. Sólo nosotros poseemos este tipo de armamento, es exclusivamente nuestro, no lo vendemos. Toma uno de los cilindros entre sus dedos, ofreciéndomelo. No me atrevo a tocar esa