Alfredo centró los ojos en Rebecca quien no parecía nada sorprendida por las palabras de Aleksander. Suficiente tenía con todo lo que estaba ocurriendo alrededor de él. Estaba agobiado, con la cabeza al limite pensando en todas las formas posibles de solucionar lo que le estaba pasando. Debía salvar su reputación sin importar el costo. —¿Qué quieres decir? —Alek, no. Rebecca le sujetó el brazo y entonces Aleksander intentó suspirar y mantener la calma para no decirle en su cara todo lo que tenía atrapado en la garganta. Su esposa lloraba, sufría por lo acontecido y no podía dejar que nuevamente aquel que debía protegerla desde el principio le hiciera daño. Aleksander pasó las manos por su cabello mientras miraba a Rebecca incitándola a que fuera ella quien hablara. —Sé que tienes más para decir. ¿Qué otros secretos y verdades pueden haber? Acabo de soltar la mía, la que me lleva atormentando desde que tengo memoria y la que me llena de vergüenza—exclamó sin importarle cuánto dolor
¿Qué significaba aquello? Alfredo miró a su hija pasmado sintiendo como aquel papel en sus manos se volvía una brasa ardiente que le quemaba por completo. Su hija. Rebecca era su hija. Como si se tratara de una mala jugada del destino miró a Camille y a Emilia preguntandose si en verdad había estado haciendo con ellas lo que debió siempre hacer con su hija biologica. —Te está mintiendo, papá, debe ser una estretegia suya para formar parte de tu herencia, no puedes dejar que te manipule de esta forma. Todo el mundo en esta casa sabe el rencor que Rebecca siente por nosotras, te está intentando engañar —dijo Camille intentando llamar la atención de su padre, pero cuando sujetó su mano Alfredo la apartó como si su tacto quemara. Lo que siempre creyó tener claro ahora no era más que una vana ilusión. No quería que ninguna de las dos le tocara, no hasta que tuviera la certeza de saber que eran su sangre. —¡No me toques! Los ojos brillantes de Rebecca se conectaron con los ojos de s
Explosión mediática, eso fue lo que ocurrió al día siguiente en la prensa italiana. Ni con todo el dinero del mundo se sacaba del lodo al que habían caído los Leroux. No importaba cuantas cantidades de dinero dieran para censurar a la prensa, todo estaba en las redes y la reputación de Emilia Leroux estaba por el piso y con ello el de su padre y de todo aquel que compartiera su apellido, salvo Rebecca. ¿Porque Rebecca estaba a salvo? Porque Aleksander se había encargado de que el nombre de su esposa no apareciera en los periódicos, además, ella ahora tenía su apellido, el apellido Salvatore y eso era suficiente para mantenerla lejos del ojo del huracán. No tardó demasiado en ver el escándalo transferido a los números que anticiparon en forma numérica como la reputación de Alfredo Leroux se iba en picada. Era un desastre y Aleksander no pensaba dejar que eso también lo ensuciara a él y a sus negocios. Convocó de forma inmediata a una rueda de prensa en la que Rebecca no estuvo pres
¿Un bebé? Embarazada. Rebecca se quedó sin palabras, Aleksander se puso pálido y por varios segundos ninguno de los pronunció palabra pues parecieron quedarse mudos ante la noticia. Iban a tener un hijo. Un bebé era inesperado, pero no de mala manera, solo fue sorpresivo. Rebecca tardó en procesar las palabras y entonces miró a su marido con fascinación. ¡Tendrían un bebé! Iban a tener un bebé. La sonrisa de felicidad que iluminó el rostro de su esposa sacó al italiano del letargo y supo, atónito, que un bebé no podía ser una mejor noticia, especialmente porque ella era la mujer que amaba fervientemente. —Un bebé, vamos a tener un bebé. —Oh, Dios, Rebecca, esto es fantástico. El italiano sujetó el rostro de su esposa y la besó cargado de felicidad. Iba a ser padre, serían una familia y todo estaría de maravilla. Puede que estuvieran pasando por un mal momento, especialmente Rebecca por todos los problemas familiares que estaba enfrentado pero era solo una tormenta, cuando pasara
¿Cómo pudo haber ocurrido algo así? Rebecca quedó consternada cuando se enteró de lo que había acontecido en su casa. Ignoró por completo las observaciones de la familia de su esposo y terminó dirigiéndose al hospital en cuanto tuvo la oportunidad. Su hermana se había lanzado desde una segunda planta y su situación era crítica. Los Leroux no le habían hablado, lo había hecho una de las empleadas del servicio en cuanto los paramédicos llegaron a la mansión. Había tenido que ir sola porque Aleksander no se encontraba cuando recibió la llamada. El chofer le abrió la puerta, bajó rápidamente del auto y entró al hospital. Encontró a su madre hecha un mar de llanto mientras Emilia intentaba consolarla pero no era suficiente, en cambio, lo único que logró fue que la hiciera a un lado. —No me toques, todo esto ha sido tu culpa. —Madre, no me digas eso. —¡Es la verdad! ¡Todo es tu culpa! ¡Tu hermana no habría hecho eso de no ser por ti, por tu insana decisión de meterte con su marido sabi
Rebecca había quedado consternada luego de aquella nota, como no iba a estarlo si había sido demasiado macabra de leer y una coincidencia de lo más frívola. Intentó que aquella nota no le causara malestar, tenía demasiadas cosas en la cabeza como para poner primero ese acontecimiento que no hacía más que nublar su juicio. Ella se había hecho cargo de los arreglos funerarios y de preparar todo, aunque hubo algunos comentarios por parte de la familia de su marido que fueron de esperarse, pero por suerte y para su sorpresa no fueron irrespetuosos si no objetivos. —Es lamentable lo que ha ocurrido, pero espero que tomes en cuenta que tu acercamiento a tu familia puede ser malo para nosotros justo ahora cuando el escándalo está en su máximo auge —explicó Pietro haciendo que ella asintiera, sin embargo, Aleksander intervino de inmediato. —Sé que lo que voy a decir sonará un poco frívolo para Rebecca pero se que me entenderá. Considero prudente para nosotros asistir a la ceremonia funerari
Aleksander se quedó pasmado, mirando cómo ese enorme cuadro que miraba casi a diario, estaba delante de él y tomaba vida propia en su hermano quien le miraba directamente con esos ojos claros. Vestía de forma casual pero elegante, con una gabardina oscura, pero no era realmente la ropa lo que le daba esa aura si no su propio carácter. El cuerpo de su esposa chocó con su pecho mientras asustada miraba la escena. ¿Qué demonios estaba pasando?Alessia estaba sin palabras, mirando con los ojos casi desorbitados, deseando acercarse a su hijo para mirar que no era más que una vana ilusión de su cabeza. Su mirada era consternación pura así que antes de que las piernas le fallaran decidió acercarse a él.—¿Asher? Hijo... —musitó con un nudo en la garganta mientras caminaba hacía él. Una ligera sonrisa apareció en los labios del italiano cuando sintió como su madre alargaba la mano para tocar su rostro.—Te he extrañado, madre. Alessia podía sentir el temblor de sus manos y antes de darse cu
Aleksander no tuvo ni siquiera que pensarlo. —No, tendrás todo lo que quieres, menos a ella. —¿Por qué no he de tener algo que era mío por derecho? Que papá te haya usado para esa boda no quiere decir que fueras digno de ella. Date cuenta que estás viviendo mi vida. —No fue mi culpa. —No, tal vez no lo fue. Será mejor que devuelvas todo y regreses al lugar de donde papá te ha sacado. Será lo mejor para ti pues supongo que ya que Antonella dice que estás aquí contra tu voluntad y solo por las circunstancias, disfrutaras volver. —Asher… —Haré lo que quieras porque sé que es tu lugar. Puedes tener tu dinero, tus empresas y demás, pero no tendrás a Rebecca. Ella es mi esposa ahora y sé que aunque se lo pidas no querrá regresar contigo, sin embargo, es su decisión y tú puedes intentarlo. Rebecca miró a Aleksander y por sus ojos notó la confianza ciega que le tenía. Asher se acercó a ella, esos intensos ojos azules que pensó no volver a ver estaban delante de ella. Aleksander miró co