Él suspiro. Aun no quería hablar del tema, pero parecía difícil eludirlo con su insistencia.—¿Por qué tanta curiosidad abuela? —Porque mantengo en la mira y he estado buscando a quienes le han intentado hacer daño a quienes amo—afirmó la anciana haciendo que Asher bufara. Claro, claro, amor, amor y amor, un amor que le había hecho ocultarlo, pero no defender lo que era suyo.—¿No lo sospechas ni un poco? —Pensé en Alfredo. Asher negó, el que sería su futuro suegro le apreciaba, le apreciaba en verdad, no tendría razones para hacerlo porque Rebecca y sus negocios saldrían perjudicados. Además, si hubiera sido él, no tendría porque haber aceptado la boda de Rebecca con Aleksander. El italiano comenzó a descargar los archivos en su computadora mientras tecleaba algunas cosas en ellas. —No fue él, me apreciaba demasiado como para hacerlo, aunque puede que si estuvieran involucrados en ello alguien de su familia. Mi padre tenía secretos, amantes, mujeres con las que dormía como si no
UNA SEMANA DESPUÉS. ...—¿Quieres que te ayude? Emilia intentó acercar sus manos a Harmon, pero su marido de inmediato se hizo a un lado mientras el mismo acomodaba la pajarita. Sus ojos como siempre—para ella—, eran frívolos, carentes de sentimiento alguno. Al principio puede que el americano se sintiera atraído por su belleza, pensó que podrían llevarse bien, pero siempre había sido la clase de hombre que se dejaba seducir por cualquier cara bonita que se pusiera delante. Había mujeres con cara mucho más linda que la de Emilia Leroux en América o en Europa. El magnate americano quería un hijo y Emilia no podía dárselo, eso basto para tener un pretexto que pudiera justificar su comportamiento. Luego de que supieran que era casi imposible que la italiana pudiera darle un hijo, decidió acostarse con mujer tras mujer, amante tras amante, después de todo, mientras se mantuviera casado con Emilia tendría beneficios como yerno del poderoso Alfredo Leroux. Esos beneficios se mantendrían
Pietro Salvatore se acercó a él y colocó su mano sobre el hombro de su hijo menor, haciendo que sus ojos claros se conectaran con esa mirada calculadora que poseía el mayor de los italianos.—Una vez que consigas dominar el arte de ocultar lo que sientes, nadie volverá a intentar humillarte de nuevo, porque cuando la persona que te humilla se da cuenta de que sus palabras no te afectan, el juego ya no le es divertido —articuló su padre haciéndolo fruncir el ceño al darse cuenta de que lo que había hecho tenía sentido—. Asher era despiadado, él solía ser un poco grosero en ocasiones, pero sé que a este punto ya te habrás dado cuenta de que, si quieres proteger lo que amas, tienes que sacar los dientes. No puedes ser bueno para siempre. —Pero tú te pasaste, padre. Sus palabras no le causaron dolor a Pietro, era un descarado por naturaleza. —Puede que tengas razón, me he pasado, puede que haya inclinado mi lado de la balanza en el lugar equivocado, pero yo ya no puedo corregir ni llor
Los ojos de Alfredo Leroux miraron a Aleksander y entonces le saludo con un fuerte apretón de manos y un abrazo que terminó siendo captado por la cámara de los fotógrafos. El agarre del magnate italiano era firme, demasiado en realidad, como si con aquella acción buscara intimidar, sin embargo, Aleksander le respondió de la misma forma tomándolo por sorpresa. Rebecca miró a su padre con cierta expectación en la mirada. Al final él había sido quien había ido a saludarlos. —Me sorprende su presencia, siendo sincero pensé que no aceptarían la invitación. —Queríamos evitar preguntas de la prensa que cuestionaran nuestra inasistencia. —¿Desde cuándo te importa lo que la prensa diga? —Desde que hacen columnas sobre Aleksander—respondió Rebecca luego de que su padre le diera un abrazo y un beso en la mejilla que no fue más que una actuación para alcanzar sus objetivos públicos. Alfredo forzó una sonrisa para luego terminar de saludar a los demás presentes en la mesa. Aleksander observó
Emilia besaba los labios de Clemente con fuerza detrás de la puerta de aquella biblioteca. ¿Por qué Harmon no podía ser de esa forma? ¿Por qué no podía parecerse a él en lo más mínimo? Clement recorría su cintura con las manos pensando en otra cosa que no fuera que estaba apunto de acostarse de nuevo con la hermana de su esposa. ¡Pero es que Dios! Emilia era todo lo bueno del mundo! ¡Lasciva, inteligente, lujuriosa! Comenzó a besar sus hombros. —No, espera, espera… —¿Qué? —No podemos hacerlo, no esta noche, tengo que ir con los invitados, deben estar esperándome. —¿Qué Harmon no puede hacerse cargo de ellos? —preguntó besando su cuello, pero de inmediato ella logró zafarse de su agarre. Sus ojos brillaron con ligera diversión, no, no podía. Harmon era frívolo y no quería que sus invitados se llevaran mal sabor de boca. Puede que se llevaran como la mierda, pero la gente no tenía que saberlo. —No, no puede. Tal vez más tarde cuando todo termine podamos divertirnos un poco. Emili
Rebecca estaba anonadada. Emilia estaba apunto de desmayarse. Clement quiso cavar una tumba y enterrarse vivo. Camille casi se echa a llorar. ¿Qué era lo que estaban mirando sus ojos? Había un vídeo reproduciéndose en la pantalla, el mismo que hacía unos minutos, Emilia miraba en aquella caja amenazadora que volvió realidad sus mayores pesadillas. Todo el mundo la miraba de forma acusatoria y jamás en su vida recordó haberse sentido tan humillada. Harmon estaba consternado, humillado pero contento, porque aquello le ayudaría a sacarse a Emilia de una vez por todas de encima. Alfredo miró a su hija, su mandíbula estaba completamente desencajada y su esposa estaba de la misma forma. Ella, a diferencia de su marido, no pensaba en Camille si no en el escándalo que se convertiría aquello. Sus amistades más cercanas estaban allí, gente de la mayor élite de Roma y todos estaban presenciando aquel círculo mediático que se había formado. Rebecca no podía creerlo. Todos estaban en shock pre
Claro que había sido él, sus ojos parpadearon sacando sus propias conjeturas, pero cada pensamiento que pasaba por su cabeza era más loco que el anterior. Era increíble. Justo cuando estaba por darse la vuelta se topó con Aleksander. El teléfono casi se cae de sus manos cuando dio un brinco cargado de sorpresa. Para que no tropezara su hermano la sujetó.—¡Dios mío! —¿Qué te pasa? —ella bloqueó su teléfono de inmediato pensando en que tal vez su hermano había mirado el chat—. ¿Estás bien, Antonella? Tienes que irte a casa, papá ya está en el auto. No será nada divertido estar aquí para cuando los vidrios comiencen a romperse. Bien, parecía que no lo había mirado.—Lo siento, estoy bien, solo estaba mirando algunos chats y conversaciones. Pensaba en que pronto la información de lo que acabamos de presenciar circulara en las redes. Esto debe ser duro para Rebecca, puede que su familia sea horrible, aunque al parecer más que la nuestra, sin embargo, a ella le importa lo que les ocurra
Alfredo centró los ojos en Rebecca quien no parecía nada sorprendida por las palabras de Aleksander. Suficiente tenía con todo lo que estaba ocurriendo alrededor de él. Estaba agobiado, con la cabeza al limite pensando en todas las formas posibles de solucionar lo que le estaba pasando. Debía salvar su reputación sin importar el costo. —¿Qué quieres decir? —Alek, no. Rebecca le sujetó el brazo y entonces Aleksander intentó suspirar y mantener la calma para no decirle en su cara todo lo que tenía atrapado en la garganta. Su esposa lloraba, sufría por lo acontecido y no podía dejar que nuevamente aquel que debía protegerla desde el principio le hiciera daño. Aleksander pasó las manos por su cabello mientras miraba a Rebecca incitándola a que fuera ella quien hablara. —Sé que tienes más para decir. ¿Qué otros secretos y verdades pueden haber? Acabo de soltar la mía, la que me lleva atormentando desde que tengo memoria y la que me llena de vergüenza—exclamó sin importarle cuánto dolor