Pietro Salvatore se acercó a él y colocó su mano sobre el hombro de su hijo menor, haciendo que sus ojos claros se conectaran con esa mirada calculadora que poseía el mayor de los italianos.—Una vez que consigas dominar el arte de ocultar lo que sientes, nadie volverá a intentar humillarte de nuevo, porque cuando la persona que te humilla se da cuenta de que sus palabras no te afectan, el juego ya no le es divertido —articuló su padre haciéndolo fruncir el ceño al darse cuenta de que lo que había hecho tenía sentido—. Asher era despiadado, él solía ser un poco grosero en ocasiones, pero sé que a este punto ya te habrás dado cuenta de que, si quieres proteger lo que amas, tienes que sacar los dientes. No puedes ser bueno para siempre. —Pero tú te pasaste, padre. Sus palabras no le causaron dolor a Pietro, era un descarado por naturaleza. —Puede que tengas razón, me he pasado, puede que haya inclinado mi lado de la balanza en el lugar equivocado, pero yo ya no puedo corregir ni llor
Los ojos de Alfredo Leroux miraron a Aleksander y entonces le saludo con un fuerte apretón de manos y un abrazo que terminó siendo captado por la cámara de los fotógrafos. El agarre del magnate italiano era firme, demasiado en realidad, como si con aquella acción buscara intimidar, sin embargo, Aleksander le respondió de la misma forma tomándolo por sorpresa. Rebecca miró a su padre con cierta expectación en la mirada. Al final él había sido quien había ido a saludarlos. —Me sorprende su presencia, siendo sincero pensé que no aceptarían la invitación. —Queríamos evitar preguntas de la prensa que cuestionaran nuestra inasistencia. —¿Desde cuándo te importa lo que la prensa diga? —Desde que hacen columnas sobre Aleksander—respondió Rebecca luego de que su padre le diera un abrazo y un beso en la mejilla que no fue más que una actuación para alcanzar sus objetivos públicos. Alfredo forzó una sonrisa para luego terminar de saludar a los demás presentes en la mesa. Aleksander observó
Emilia besaba los labios de Clemente con fuerza detrás de la puerta de aquella biblioteca. ¿Por qué Harmon no podía ser de esa forma? ¿Por qué no podía parecerse a él en lo más mínimo? Clement recorría su cintura con las manos pensando en otra cosa que no fuera que estaba apunto de acostarse de nuevo con la hermana de su esposa. ¡Pero es que Dios! Emilia era todo lo bueno del mundo! ¡Lasciva, inteligente, lujuriosa! Comenzó a besar sus hombros. —No, espera, espera… —¿Qué? —No podemos hacerlo, no esta noche, tengo que ir con los invitados, deben estar esperándome. —¿Qué Harmon no puede hacerse cargo de ellos? —preguntó besando su cuello, pero de inmediato ella logró zafarse de su agarre. Sus ojos brillaron con ligera diversión, no, no podía. Harmon era frívolo y no quería que sus invitados se llevaran mal sabor de boca. Puede que se llevaran como la mierda, pero la gente no tenía que saberlo. —No, no puede. Tal vez más tarde cuando todo termine podamos divertirnos un poco. Emili
Rebecca estaba anonadada. Emilia estaba apunto de desmayarse. Clement quiso cavar una tumba y enterrarse vivo. Camille casi se echa a llorar. ¿Qué era lo que estaban mirando sus ojos? Había un vídeo reproduciéndose en la pantalla, el mismo que hacía unos minutos, Emilia miraba en aquella caja amenazadora que volvió realidad sus mayores pesadillas. Todo el mundo la miraba de forma acusatoria y jamás en su vida recordó haberse sentido tan humillada. Harmon estaba consternado, humillado pero contento, porque aquello le ayudaría a sacarse a Emilia de una vez por todas de encima. Alfredo miró a su hija, su mandíbula estaba completamente desencajada y su esposa estaba de la misma forma. Ella, a diferencia de su marido, no pensaba en Camille si no en el escándalo que se convertiría aquello. Sus amistades más cercanas estaban allí, gente de la mayor élite de Roma y todos estaban presenciando aquel círculo mediático que se había formado. Rebecca no podía creerlo. Todos estaban en shock pre
Claro que había sido él, sus ojos parpadearon sacando sus propias conjeturas, pero cada pensamiento que pasaba por su cabeza era más loco que el anterior. Era increíble. Justo cuando estaba por darse la vuelta se topó con Aleksander. El teléfono casi se cae de sus manos cuando dio un brinco cargado de sorpresa. Para que no tropezara su hermano la sujetó.—¡Dios mío! —¿Qué te pasa? —ella bloqueó su teléfono de inmediato pensando en que tal vez su hermano había mirado el chat—. ¿Estás bien, Antonella? Tienes que irte a casa, papá ya está en el auto. No será nada divertido estar aquí para cuando los vidrios comiencen a romperse. Bien, parecía que no lo había mirado.—Lo siento, estoy bien, solo estaba mirando algunos chats y conversaciones. Pensaba en que pronto la información de lo que acabamos de presenciar circulara en las redes. Esto debe ser duro para Rebecca, puede que su familia sea horrible, aunque al parecer más que la nuestra, sin embargo, a ella le importa lo que les ocurra
Alfredo centró los ojos en Rebecca quien no parecía nada sorprendida por las palabras de Aleksander. Suficiente tenía con todo lo que estaba ocurriendo alrededor de él. Estaba agobiado, con la cabeza al limite pensando en todas las formas posibles de solucionar lo que le estaba pasando. Debía salvar su reputación sin importar el costo. —¿Qué quieres decir? —Alek, no. Rebecca le sujetó el brazo y entonces Aleksander intentó suspirar y mantener la calma para no decirle en su cara todo lo que tenía atrapado en la garganta. Su esposa lloraba, sufría por lo acontecido y no podía dejar que nuevamente aquel que debía protegerla desde el principio le hiciera daño. Aleksander pasó las manos por su cabello mientras miraba a Rebecca incitándola a que fuera ella quien hablara. —Sé que tienes más para decir. ¿Qué otros secretos y verdades pueden haber? Acabo de soltar la mía, la que me lleva atormentando desde que tengo memoria y la que me llena de vergüenza—exclamó sin importarle cuánto dolor
¿Qué significaba aquello? Alfredo miró a su hija pasmado sintiendo como aquel papel en sus manos se volvía una brasa ardiente que le quemaba por completo. Su hija. Rebecca era su hija. Como si se tratara de una mala jugada del destino miró a Camille y a Emilia preguntandose si en verdad había estado haciendo con ellas lo que debió siempre hacer con su hija biologica. —Te está mintiendo, papá, debe ser una estretegia suya para formar parte de tu herencia, no puedes dejar que te manipule de esta forma. Todo el mundo en esta casa sabe el rencor que Rebecca siente por nosotras, te está intentando engañar —dijo Camille intentando llamar la atención de su padre, pero cuando sujetó su mano Alfredo la apartó como si su tacto quemara. Lo que siempre creyó tener claro ahora no era más que una vana ilusión. No quería que ninguna de las dos le tocara, no hasta que tuviera la certeza de saber que eran su sangre. —¡No me toques! Los ojos brillantes de Rebecca se conectaron con los ojos de s
Explosión mediática, eso fue lo que ocurrió al día siguiente en la prensa italiana. Ni con todo el dinero del mundo se sacaba del lodo al que habían caído los Leroux. No importaba cuantas cantidades de dinero dieran para censurar a la prensa, todo estaba en las redes y la reputación de Emilia Leroux estaba por el piso y con ello el de su padre y de todo aquel que compartiera su apellido, salvo Rebecca. ¿Porque Rebecca estaba a salvo? Porque Aleksander se había encargado de que el nombre de su esposa no apareciera en los periódicos, además, ella ahora tenía su apellido, el apellido Salvatore y eso era suficiente para mantenerla lejos del ojo del huracán. No tardó demasiado en ver el escándalo transferido a los números que anticiparon en forma numérica como la reputación de Alfredo Leroux se iba en picada. Era un desastre y Aleksander no pensaba dejar que eso también lo ensuciara a él y a sus negocios. Convocó de forma inmediata a una rueda de prensa en la que Rebecca no estuvo pres