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Capítulo 2 un día triste.

Narra Camille.

Mi vida no podía estar más triste, perdí a mi padre anoche, y ahora lo estamos velando, amigos y familiares se encuentran aquí acompañando mi dolor.

—Lo siento mucho, hija. – es la voz de mi madre, al menos está aquí, ella casi no visitaba a papá.

—Hermanita. – mi hermano se sienta a mi lado y me abraza.

—Lo siento. – Carlos me da el pésame.

—Sería dado de alta, estaba feliz de pasar año nuevo con él, y ahora ya no está, se fue y me dejó sola. – Digo con una sonrisa triste, mientras que mis lagrimas bajan como un arroyo por mis mejillas.

—No estás sola, me tienes a mí y mamá. – Marcus me trata de dar ánimos.

—Buenas tardes. – esa voz, ¡es Logan! Todos miramos hasta donde esta él.

—Dr. Coleman. – digo con sorpresa, no lo esperaba aquí.

—Siento mucho tu pérdida. – se acerca a mi dándome el pésame.

—Muchas gracias. – me extraña su cambio nuevamente hacia conmigo, últimamente había estado serio conmigo y ahora esta como antes, amable.

—Cualquier cosa que necesites, estaré para ti. – puedo ver un brillo en sus ojos marrones.

—Gracias por su apoyo, Dr. – esta vez habla mi madre.

(…)

La gente aún permanecía en casa de papá, y yo seguía sin salir de mi trance, que parece más un sueño, Logan me había dicho que estaba estable, y que sería dado de alta, y no fue así al parecer, tuvo complicaciones.

—Hija, deberías venir a vivir con nosotros. – habla mi madre sacándome de mis pensamientos.

—Quiero estar aquí, no deseo dejar la casa de papá. – digo sin ánimos.

—No quiero que estes sola. – dice tomando mis manos en las suyas.

—Gracias, pero no lo estoy, Marcus está conmigo.  – pero por ahora es lo que deseo.

—Lo sé, y por eso quiero que se vengan, esa casa sólo te traerá recuerdos tristes. – insiste.

—Lo voy a pensar. – digo para no discutir, no tengo cabeza ni ánimos para eso.

(…)

Los días pasan y no tengo ánimos de nada, no he comido, no he ido al trabajo, creo que ya hasta me despidieron, mi madre ha venido a vernos casi todos los días, nos preparan alimentos, para que no me enferme, a decir verdad, no tengo hambre. Tampoco sé nada del Dr. Coleman desde el funeral.

—Papá. – digo con tristeza mientras veo fotos y videos desde que era pequeña, se preocupaba más por mí, que por su salud. Por ahora me encuentro sola en casa, mi hermano ha estado trabajando, al menos alguien tiene que mantener la casa, porque si me despidieron, y pronto debo buscar trabajo

Suena mi teléfono, miro a la pantalla y es Marcus.

—Hola. – digo en tono triste.

—Hermanita. – su voz esta igual.

—¿A qué debo tu llamada? – pregunto con curiosidad.

—Quiero que me acompañes a un viaje. – sé que trata de animarme, pero no lo deseo.

—No lo sé. – digo desanimada.

—Por favor, te va a ayudar. – insiste.

—Está bien. – me rindo.

—Perfecto. Paso por ti mañana. – nos despedimos y colgamos.

(…)

Ya estaba lista para el viaje a Londres, Inglaterra, Marcus dice que es para levantarme los ánimos, en verdad que le agradezco que se preocupe por mí, aun es muy reciente el fallecimiento de mi padre, y sigo sin ánimos.

—Te voy a dar una sorpresa. – dice con una sonrisa y sólo asiento con la cabeza.

—Gracias. – me alegra tener un hermano.

—Por cierto, ¿Qué hay con el Dr. Coleman? - ¿a qué viene su pregunta?

—¿Por qué? – tengo curiosidad. No he vuelto a saber nada de Logan desde el velorio.

—Pues… desde que llevó el caso de papá, no ha dejado de mirarte, y estuvo en el velorio. – sólo de recordarlo me pongo roja.

—Él… tiene novia. – digo con un poco de desilusión.

—Pues lo que, si sé, es que le gustas y mucho. -  lo dudo mucho.

Preferí cambiar de tema, estoy muy segura de que Logan ya ni se acuerda de mí. Tiene novia y muchas mujeres atrás de él, evidentemente nunca se fijaría en mí.

En nuestro viaje por Londres, mi hermano me llevó a Abbey Road, es una calle muy famosa, gracias a la portada con el mismo nombre del grupo británico The Beatles, al Big Ben, entre otros lugares muy bonitos.

(…)

De regreso a la Ciudad de Miami, mi madre terminó convenciéndome de vivir con ellos, pero le dije que no vendería la casa de mi padre, al menos rentarla, algún día tendría mi familia y me gustaría regresar ahí.

—Anda, vamos de antro. – dice Sofí, mi amiga, quien, por cierto, está enamorada de mi hermano.

—No tengo ánimos. – y es la verdad.

—Por favor…- insiste

—Está bien. – sino nunca me la quito de encima.

—¡Viva! – se alegra por aceptar.

(…)

Ya era sábado por la noche, y el lugar estaba a reventar, la música te dejaba sordo, pero lo único que importa es divertirse, al menos yo no, sólo porque mi querida amiga no quería que me perdiera de todo esto, la vida sigue adelante, es verdad, sólo que por ahora no lo deseo así.

Estoy aburrida aquí sentada sólo bebiendo soda, suena ridículo, ya lo sé, no quiero beber otra cosa.

—¿Srita. Anderson? – la voz de un hombre me saca de mis pensamientos, miro y es…

—¿Dr. Coleman? – lo miro asombrada, no creí que frecuentara este tipo de lugares.

—¿Qué anda haciendo por aquí? – me mira sin poder creer lo.

—Vine con una amiga, pero, a decir verdad, me estoy aburriendo. – digo con una mueca y él sonríe tiernamente.

—Aquí estas. – la pelirroja se acerca a él tomándolo del brazo.

—Sam. – la mira sonriendo.

—Cuídate. – me dice y se va con ella. Debe ser su novia, que decepción.

Como no veo a mi amiga, me levanto de mi lugar y salgo del antro, no tengo ánimos de nada. Camino hacia la calle a esperar un taxi, el frio comienza a pegar fuerte y yo sin nada que me cubra. De repente siento que alguien me coloca un saco sobre mis hombros, me giro para ver de quien se trata y no lo podía creer.

—¡Dr.! – digo con sorpresa. — ¿Qué pasó con mujer que estaba con él?

—¿Qué haces aquí tú sola? – me mira con curiosidad.

—Estoy esperando un taxi. – digo tímidamente.

—Pero ya es tarde, dudo que consigas uno. – me sonríe.

—Tal vez tenga suerte. ¡Ah, mire! – digo con alegría. Me quito su saco, se lo entrego, y antes de que suba, alguien me empuja haciendo que caiga al piso.

—¿Estás bien? —  se acerca a mí con preocupación.

—¡¿Qué le pasa?! – dije avergonzada por la caída. Mientras que Logan me ayuda a levantarme.

—¿Te lastimaste? – se acerca a mi para ver si no tengo alguna lesión. Su cercanía me pone muy nerviosa, mientras el me revisa, mi cuerpo tiembla ante su tacto.

—Yo… mm… estoy bien. – me alejo un poco y lo veo sonreír algo apenado.

—Déjame llevarte a tu casa. – dice mirando a otra parte, nunca pensé que fuera algo tímido, eso que me lo deje a mí, yo soy la tímida aquí.

—No es necesario. – siento mi cara sonrojada por su caballerosidad.

—Por favor. – me mira esperando a que acepte.

—Pero… ¿y su novia? – digo recordando a la pelirroja esa.

—Ella ya no es mi novia, acabamos de terminar y… fue quien te empujó. – no me había dado cuenta de ello.

—¿En serio? – digo sin creerlo. Así que ya terminaron, eso me pone muy feliz.

—Discutimos y al ver que me acerqué a ti, salió furiosa y me disculpo por su comportamiento. — ¿Cuál pudo ser esa discusión como para que terminaran?

—Está bien, acepto su ofrecimiento de llevarme a casa. – me mira y sonríe.

Caminamos hasta donde se encuentra su carro, el cómo todo un caballero, me abre la puerta y yo me adentro del vehículo, el asiento es de piel suabe y se siente cálido aquí adentro. Él también se sube y le doy la dirección de mi casa.

—Y… ¿Cómo has estado? — titubea un poco, sé que quiere ser respetuoso en cuanto a lo de mi padre.

—He estado un poco mejor. Gracias por preguntar. — Estoy algo nerviosa, estoy junto al doctor más guapo de la ciudad.

—Me alegra escucharlo. — se escucha un poco nervioso, no entiendo el por qué.

Llegamos a la casa de mamá, las luces ya estaban apagadas, excepto la de la entrada, es muy considerada, además sé que se preocupa por sus hijos.

—Gracias por traerme. — le doy una sonrisa sincera.

—No tienes por qué darlas, es un pacer para mí. — ¡Dios! Muero por besarlo. No, olvídalo, tal vez al rato se contenta con su “novia” – ojalá que no. – desearía salir con él.

Esto fue un reencuentro muy agradable, ojalá lo pueda ver más seguido, y más que ya no tengo algún pretexto para ir a verlo al hospital, o sólo que… no tendría caso hacerlo, pensará que lo estoy atosigando.

Sale de su carro rodeándolo para poder abrir la puerta del copiloto, me ofrece su mano, la cual acepto, me ayuda a salir y veo una sonrisa ¿coqueta? Debo imaginarlo.

—Que tenga una excelente noche, hermosa señorita. — ok, lo admito, me está coqueteando.

—Igualmente, Dr. Coleman. — guiño un ojo del mismo modo coqueto y sonríe aún más.

Se regresa al carro y se va. ¡Dios! Pero ¡qué hombre!

—Es guapo. — la voz de mamá me saca de mi burbuja.

—¡Mamá!  Me asustaste. — le recrimino por el susto

—No entrabas a casa, así que me asomé que estaba pasando. — lo dice como si nada.

—Él sólo fue el medico de papá. — lo mejor es no hacerme vagas ilusiones. 

Lo vuelvo a decir, fue un lindo reencuentro y siendo realista, lo mejor es olvidarme de él.

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