Me encontraba frente a Natalia, el amor de mi vida. Su rostro, aunque tranquilo, me desgarraba el alma al verla postrada en esa cama de hospital. Los monitores emitían un constante y frío pitido, una confirmación cruel de que, aunque su corazón seguía latiendo, ella no estaba realmente aquí conmigo. Hace meses que Natalia estaba en coma. Desde el accidente, no había pronunciado una sola palabra ni abierto los ojos. Cada día, cada hora, cada minuto se había convertido en una agonía interminable. Me acercaba a su lado, tomaba su mano fría y susurraba palabras que esperaba pudieran alcanzarla en algún lugar lejano, en algún rincón de su mente. —Te necesito, Natalia —decía, mi voz apenas un susurro ahogado por el dolor—. Thomi te necesita. Es solo un bebé y no sé cómo criarlo sin ti. Las lágrimas caían silenciosamente por mis mejillas. A veces, pensaba que ella podría sentirlas, que tal vez, en algún nivel, sabía que estaba ahí con ella. Miré una fotografía de Thomi. Me dolía saber
Desperté y sentí que la cabeza me estaba a punto de estallar. La luz de la habitación me resultaba demasiado brillante, y cada sonido parecía amplificado. Intenté enfocar mi vista y, a través de la neblina que envolvía mis pensamientos, vi los ojos tranquilos de Álvaro. Él se acercó lentamente, tomando mi mano con cuidado, como si temiera romperme. —Nat, tranquila, mi amor —dijo Álvaro suavemente, su voz era un bálsamo para mi confusión—. Estás en el hospital. Estuviste en coma, pero estás aquí, con nosotros. Estoy aquí. No podía ser vedad que estuve en coma. Yo no entendía nada. Su presencia me tranquilizaba, pero algo no cuadraba. Había otra figura en la habitación, alguien que no reconocía de inmediato. Me esforcé por enfocarme y vi a un hombre que me miraba con una mezcla de emociones: rabia, tristeza, y algo más que no pude identificar. La intensidad de su mirada me causaba miedo, un miedo que no podía explicar. —¿Qué pasó? —mi voz salió débil, casi un susurro. No sabía có
Adrián Fontana Me siento completamente enfadado. No puedo creer que ella me haya olvidado; me parece imposible. Deseo verla, pero en este momento me encuentro con Emir, quien me detiene. —Quiero ver a mi esposa y tú no me lo impedirás, Emir —digo, mi voz temblando de rabia. Emir me mira con una frialdad que me hiela la sangre. Se cruza de brazos y se planta firmemente entre la puerta y yo. —Ella no es tu esposa —dice con una calma aterradora—. Lo es mi hija, Clara. Las palabras de Emir caen sobre mí como un golpe. No puedo procesar lo que está diciendo. Mi mente se niega a aceptar la realidad que está tratando de imponerme. Natalia es mía, el matrimonio con Clara fue un jodido error. —Estás mintiendo —escupo, mi voz más débil de lo que quisiera—. Natalia es mi esposa. Siempre lo ha sido. —Era tu esposa —corrige Emir, subrayando cada palabra—. Ahora es Clara, mi hija, y lo mejor para ella es mantenerse lejos de ti. Me siento como si estuviera atrapado en una pesadilla.
Natalia Estaba muy desconcertada. Me encontraba en la habitación con el doctor, quien me había explicado que había sufrido un accidente y que había estado en coma durante varios meses. Me explico más detalladamente lo que me comento Álvaro. Salí de mis pensamientos cuando me di cuenta de que una mujer hermosa entraba y me saludaba con un fuerte abrazo. Yo no tenía idea de quién era ella. —¿Quién es usted, señora? —pregunté, tratando de disimular mi incomodidad. Ella sonrió con calidez y un toque de tristeza en los ojos. —Yo soy Luciana, fui mejor amiga de tu madre, Margarita, mi amor —respondió, acariciándome el rostro con ternura. Su voz y su gesto me parecieron familiares, pero mi mente estaba envuelta en una densa niebla que no me permitía recordar. —Luciana... —repetí, intentando anclarme a ese nombre en busca de alguna chispa de reconocimiento—. No recuerdo nada. Ella suspiró y asintió lentamente. —Es normal, Natalia. Has pasado por mucho. No te preocupes, todo
La habitación estaba sumida en una calma reconfortante, iluminada por la suave luz que se filtraba por las cortinas entreabiertas. Me encontraba recostada en la cama, sosteniendo a mi precioso bebé, Thomas, cuyo cuerpecito cálido se aferraba al mío con una ternura indescriptible. Sus respiraciones suaves y regulares llenaban el espacio. Observaba con amor el pequeño rostro de mi hijo, iluminado por la luz tenue, sus labios rosados formando una pequeña ventanita mientras se aferraba a mi pecho con ansias, buscando el alimento que le ofrecía. Al bajar las escaleras con Thomi en mis brazos, sentí la familiar sensación. Al llegar al comedor, vi a los señores Harrington y a Paula esperándome con sonrisas cálidas y acogedoras. Coloqué a Thomi en su sillita y lo observé con una mezcla de orgullo y asombro mientras exploraba con curiosidad los alimentos ante él. Paula se acercó con una bandeja de frutas frescas y una taza de té humeante, y me saludó con un abrazo afectuoso. —¡Buenos
Ese hombre no dejaba de mirarnos mientras se acercaba y vio que Álvaro y yo nos estábamos besando. Él se veía molesto. Finalmente, se detuvo a unos pasos de distancia y nos miró fijamente. —¿Qué está pasando aquí, Álvaro? —dijo con voz firme y autoritaria. Su tono me hizo sentir una mezcla de culpa y confusión. —¿Y tú quién eres? —pregunté, apartándome de Álvaro. —Soy Adrián Fontana —respondió, mirándome intensamente—. Natalia, por favor, trata de recordarme. Mi corazón latía con fuerza mientras trataba de procesar lo que estaba sucediendo. Ese nombre, Adrián Fontana, resonaba en mi mente, pero no lograba ubicarlo. —Lo siento, pero no te recuerdo —dije, sintiéndome incómoda bajo su intensa mirada. Adrián suspiró, claramente afectado por mis palabras. Dio un paso hacia adelante, sus ojos llenos de una mezcla de tristeza y esperanza. —Natalia, hemos pasado por mucho juntos. Tú y yo... Álvaro miró a Adrián con desafío en sus ojos. —Ustedes son cuñados porque Natalia es
Había tenido sueños tan intensos que parecían reales, especialmente aquel en el que hacía el amor de forma apasionada con él. Después de desmayarme tras hablar con Emir, esos sueños aún resonaban en mi mente, confundiéndome más que nunca.Mientras intentaba procesar la situación, los recuerdos del sueño se agolpaban en mi mente, sumergiéndome en una confusión abrumadora. ¿Quién era ese hombre que aparecía en mis sueños con tanta intensidad? Me sentía desconcertada por las emociones que había experimentado, emociones que aún palpaban en mi pecho.Al bajar a desayunar y encontrarme con mis padres, un torbellino de emociones se desató en mi interior. Jamás había imaginado conocer a mis padres biológicos.— Anoche te desmayaste, cariño. ¿Estás bien? —preguntó mi madre, su voz cargada de preocupación.Asentí con una sonrisa forzada, intentando disipar las dudas y confusiones que me abrumaban.— Sí, mamá, estoy bien. Fue solo un pequeño susto —respondí, tratando de tranquilizarla.Mis padre
Estaba completamente desconcertada mientras cenábamos. Aún no podía creer que tenía a una mujer idéntica frente a mí y mucho menos a ese hombre. Durante la cena, solamente él y Emir hablaban tranquilamente de negocios, mientras yo intentaba procesar toda la información que acababa de recibir. Después de la cena, cargué a Thomas, quien estaba súper inquieto, y me dirigía hacia las escaleras para llevarlo a su habitación. Sin embargo, en ese momento, Adrián tomó mi brazo. Automáticamente, el bebé extendió sus brazos hacia él, como si lo reconociera de alguna manera. La situación me dejó aún más desconcertada, preguntándome cómo era posible que Thomas tuviera una reacción así hacia Adrián. —Lo siento, el bebé es muy inquieto. — Me disculpé —Tranquilo, campeón, no hagas pasar malos ratos a mamá.— Él pronuncia mientras acaricia el cabello de Thomi. —Tu abuelo siempre habló mucho de ti. Él te amaba mucho.— Afirmé —Mi abuelo era un hombre muy sabio.— Él acarició mi mejilla y acomo