Estaba completamente desconcertada mientras cenábamos. Aún no podía creer que tenía a una mujer idéntica frente a mí y mucho menos a ese hombre. Durante la cena, solamente él y Emir hablaban tranquilamente de negocios, mientras yo intentaba procesar toda la información que acababa de recibir. Después de la cena, cargué a Thomas, quien estaba súper inquieto, y me dirigía hacia las escaleras para llevarlo a su habitación. Sin embargo, en ese momento, Adrián tomó mi brazo. Automáticamente, el bebé extendió sus brazos hacia él, como si lo reconociera de alguna manera. La situación me dejó aún más desconcertada, preguntándome cómo era posible que Thomas tuviera una reacción así hacia Adrián. —Lo siento, el bebé es muy inquieto. — Me disculpé —Tranquilo, campeón, no hagas pasar malos ratos a mamá.— Él pronuncia mientras acaricia el cabello de Thomi. —Tu abuelo siempre habló mucho de ti. Él te amaba mucho.— Afirmé —Mi abuelo era un hombre muy sabio.— Él acarició mi mejilla y acomo
Cuando abrí los ojos, me encontré en una cama rústica dentro de una cabaña. Mis primeros impulsos fueron levantarme y buscar a Thomas, pero al intentarlo, me di cuenta de que estaba esposada. En ese momento, Adrián entró con una bandeja de comida y la dejó a un lado de la cama. — ¿Dónde está Thomas? ¿Qué me has hecho, Adrián? Mi papá debe estar buscándome —exclamé, sintiendo el pánico crecer en mi pecho. — Nunca nos encontrarán, y no grites, me costó mucho trabajo hacer dormir a Thomi —respondió con una calma perturbadora. — Estás loco —murmuré, luchando contra las lágrimas que amenazaban con escaparse. — Estoy loco por ti, Natalia. Me vuelves loco desde la primera vez que te vi. No lo recuerdas, pero nos amamos. Yo fui el primero y el único en tocarte —sus palabras resonaron en el aire, llenas de obsesión y posesión. Traté de mantener la compostura, a pesar del miedo que se apoderaba de mí. — Amo a Álvaro —afirmé con firmeza, aunque mi voz temblaba ligeramente. — Intent
Cuando me desperté, me sentía muy confundida. Poco a poco, comencé a recordar algunas cosas. Me acordaba de Adrián, de que había sido mi esposo y de que habíamos hecho el amor muchas veces, pero había detalles que no recordaba totalmente como el embarazo de Thomas. Sin embargo, él no me daba tiempo de pensar porque me tenía agarrada de la cintura y, mientras dormía, había esposado mi muñeca a la suya. —Buenos días, preciosa —dijo, despertando al notar mi movimiento. —Adrián, ¿qué estás haciendo? —pregunté, tratando de mantener la calma mientras mi mente se aclaraba. —Solo me aseguro de que no te escapes, amor —respondió con una sonrisa tranquila, como si fuera la cosa más natural del mundo. —Esto no está bien —protesté, sintiendo un nudo en el estómago. —Lo que no está bien es que te hayan lavado el cerebro en mi ausencia —dijo, su tono cambiando a uno más serio—. Necesitamos estar juntos para que recuerdes todo. —Pero... —intenté hablar, pero él me silenció con un beso
Estaba observando cómo Natalia alimentaba a Thomi. Ella estaba molesta porque la había secuestrado, pero pronto entendería que todo lo que hago lo hago por nuestro amor. —Me amas, Nat, lo sé. — Le dije mientras ella desviaba la mirada, concentrada en nuestro hijo. —Te odio. — Respondió con firmeza, aunque sus ojos delataban una mezcla de emociones. —Pronto entenderás que todo esto lo hago por nosotros. — Me acerqué a ella, acariciando su rostro con ternura. — Todo lo que hago, lo hago por nuestro amor. —¿Nuestro amor? — Suspiró, claramente agotada. — Esto no es amor, Adrián. —Lo es, Nat. Solo necesitas recordarlo. — Me incliné y besé su frente, esperando que algún día ella volviera a sentir lo mismo. Cuando el bebé se durmió nuevamente, lo colocamos en su cuna. Me encargué de vestir a Natalia al menos con su ropa interior y una bata. No confiaba en dejarla desnuda mientras tenía que salir. —¿A dónde irás, Adrián? —preguntó ella, su voz cargada de desconfianza y curiosid
Cuando llegué a casa, la confusión me envolvía. Mamá, tras abrazarme, se llevó a Thomas a dormir. Mientras tanto, yo permanecía en la sala, perdida en mis pensamientos, mientras Emir intentaba hablarme. Poco a poco, los recuerdos volvían: su actitud hostil, sus desprecios y la ocasión en que me chantajeó para que dejara a Adrián. —Natalia, no lo escuches —insistió Emir, su tono firme, pero con un rastro de preocupación. —Lo recuerdo —dije, interrumpiéndolo—. Tú querías que Adrián se casara con tu hija Clara. Me insultaste y me amenazaste varias veces. Emir frunció el ceño, pero no negó mis palabras. —Nat, lo hice por tu bien. Adrián no era el hombre adecuado para ti. —¿Por mi bien? —respondí, la indignación creciendo en mi voz—. Me obligaste a separarme de él, a vivir una mentira. —Nat... —intentó decir, pero yo no lo dejé continuar. —No tienes idea del daño que has causado. —dije, las lágrimas llenando mis ojos—Todo fue una manipulación tuya. —Hice lo que creí mejor
Había regresado finalmente a la casa de mi madre, Margarita. Paula quiso venir conmigo, pero yo me negué porque ella estaba muy bien en la mansión. Emir le estaba pagando sus estudios y yo sabía que era feliz. Thomas estaba dormido mientras yo ordenaba mi ropa en el pequeño cuarto que solía ser mío. La casa de mi madre era modesta pero acogedora, y me sentía aliviada de estar en un lugar seguro. Estaba absorta en mis pensamientos cuando escuché un golpe en la puerta. Me acerqué y, al abrirla, vi a Álvaro. —¿Qué haces aquí, Álvaro? —pregunté, sorprendida y un poco incómoda. —Necesito hablar contigo, Natalia. —dijo, con una expresión seria—. ¿Puedo pasar? Dudé por un momento, pero finalmente cedí y lo dejé entrar. Cerré la puerta y lo conduje a la pequeña sala de estar. Nos sentamos en el sofá, y el silencio se volvió casi palpable. —¿Qué quieres, Álvaro? —pregunté, tratando de mantener la compostura. —Nat, sé que estás herida y confundida, pero necesito explicarte algunas c
Estaba caminando tranquilamente por el parque, empujando el carrito de Thomas mientras él observaba todo a su alrededor con curiosidad. El sol de la tarde bañaba todo con una luz cálida, y el suave murmullo de las hojas me daba una sensación de paz que no había sentido en mucho tiempo. Mi teléfono sonó, rompiendo el momento de tranquilidad. Era el abogado de mi padre. Atendí la llamada, un poco nerviosa. —Hola, Natalia. —saludó con una voz profesional—. Necesitamos hablar contigo sobre un asunto importante relacionado con la herencia de tu abuelo. —¿La herencia de mi abuelo? —pregunté, sorprendida. No sabía que había dejado algo para nosotros. —Sí. Al parecer, dejó una herencia considerable para su primer nieto, y eso sería Thomas. Necesitamos discutir los detalles y los pasos a seguir. Mi corazón se aceleró. La idea de que Thomas tuviera una herencia que podría asegurarle un futuro mejor era abrumadora. A la vez, me preocupaba cómo esta noticia podría complicar aún más las
Adrián Fontana. Estoy completamente enfadado desde que Emir me llamó y me informó que el miserable de Leonel tiene a mi esposa y a mi hijo. Aún no puedo creer que esto sea posible. La ira y la desesperación se mezclan en mi interior, formando una tormenta que amenaza con consumir mi razón. Me encuentro en la mansión, en el despacho de Emir, con mi hermano Álvaro a mi lado. Él está tan desesperado como yo, su rostro muestra una mezcla de miedo y furia contenida. Emir nos mira con preocupación, tratando de mantener la calma en medio de esta crisis. —Adrián, tenemos que actuar rápido —dice Emir, su voz grave—. Leonel es peligroso y no sabemos de lo que es capaz. Asiento, mi mente trabajando a mil por hora, tratando de encontrar una solución. No puedo permitir que Natalia y Thomas estén en peligro ni un segundo más. —Lo sé, Emir. Pero si llamamos a la policía, Leonel podría lastimarlos. Tenemos que manejar esto con cuidado —respondo, tratando de mantener la calma a pesar de que