Como ocurre la mayoría de las noches, me congelé en mi habitación debido a que el aire acondicionado está roto. Por ello, tomé unas cobijas y me dirigí hacia la sala... Para llegar a la sala, debí pasar por las habitaciones, y en la de Clara, no pude evitar escuchar gemidos que provenían de su cuarto. Es evidente lo que está haciendo con Adrián. Ella insistió en que su departamento está inundado y debe quedarse a dormir esta noche con nosotros. Los ignoré y me acerqué a la chimenea, la encendí y luego me recosté en el sofá, arropada con mi cobija. Esto es gloria comparado con mi cama pequeña y la habitación helada. Es increíble la ironía: la esposa en el sofá y la amante en la cama acostándose con el esposo, aunque yo no lo considero mi esposo. Más bien, un monstruo y un tipo que me provoca solamente asco. Nunca me fijaría en él y nunca podría quererlo, no después de todo lo que me ha humillado. No estoy segura de cuánto tiempo me dormí; creo que fueron dos o tres horas, pero fu
Adrián Fontana Me encuentro completamente molesto; el miserable de Álvaro ha pasado todos los límites y no se lo perdonaré. Siento un fuego abrasador en mi pecho, mis manos están temblando y no puedo dejar de apretar los puños. Me he refugiado en mi despacho, intentando calmarme, intentando encontrar un resquicio de tranquilidad. Me siento en mi silla de cuero, girándola hacia la ventana para evitar cualquier distracción, mirando el horizonte con la esperanza de que la vista me apacigüe. Pero mi madre no me deja en paz. Ha estado llamando a la puerta insistentemente, su voz cargada de preocupación y autoridad, exigiendo que hable con ella. Sus palabras traspasan la puerta cerrada, cada vez más urgentes, más demandantes. —Adrián, abre la puerta. Necesitamos hablar —insiste una y otra vez, su tono oscilando entre la súplica y la orden. Cada vez que suena su voz, siento un nuevo pico de ira y frustración. Quiero gritar, quiero arrojar algo contra la pared, quiero hacer cualquie
Natalia Bernal Me sentía muy mal porque Adrián se había encerrado en su despacho y no dejaba de romperlo todo y llorar. Sabía que no era por mí que estaba así, que había algo más. La impotencia y la preocupación me carcomían por dentro. No sabía cómo ayudarlo, cómo aliviar ese dolor que claramente lo estaba consumiendo. Cuando estuvo a punto de llegar la noche, reuní el valor para entrar al despacho. Abrí la puerta con cautela y lo vi allí, en el suelo. Su corbata estaba desordenada, colgando de su cuello de forma descuidada. Su cabello oscuro, que siempre lucía impecable, ahora estaba revuelto, un reflejo del caos interno que lo atormentaba. Sus ojos verde esmeralda, normalmente tan brillantes y llenos de vida, estaban repletos de lágrimas. La imagen me rompió el corazón. —Adrián... —dije en un susurro, acercándome a él lentamente, temerosa de empeorar la situación. Él levantó la mirada y, por un momento, nuestras miradas se cruzaron. Pude ver el abismo de su dolor, una mezcl
Cuando desperté, me di cuenta de que estaba con Adrián rodeando mi cintura. Sentir su cuerpo contra el mío me provocaba una mezcla de emociones confusas. Por un lado, me sentía cómoda y protegida entre sus brazos, pero por otro lado, esa sensación me molestaba profundamente. No podía olvidar quiénes éramos él y yo: dos personas que se odiaban profundamente y que habían sido forzadas a casarse por circunstancias que estaban más allá de nuestro control. Sentí sus brazos firmes alrededor de mi estómago, su cuerpo pegado al mío, como si no quisiera soltarme nunca. Su aliento cálido rozaba mi oreja, enviando escalofríos por mi espalda, y mi corazón comenzó a latir más rápido en respuesta a su cercanía. Traté de apartarme de él, pero su agarre se volvió aún más firme, como si supiera lo que estaba pensando y no estuviera dispuesto a dejarme ir. Por un momento, me sentí atrapada en esa posición, atrapada entre el deseo de escapar y la necesidad de permanecer donde estaba. —Adrián... —m
No he dejado de pensar en Adrián, en sus manos y sus labios sobre mi cuerpo. A pesar de todo, la memoria de su tacto me sigue provocando escalofríos y, sin querer, una sonrisa se dibuja en mis labios. Intento concentrarme mientras estoy con Paula, visitando a nuestra madre. Finalmente, ella aceptó venir a verla después de tanto tiempo. —¿Por qué sonríes así? —pregunta Paula, levantando una ceja, claramente intrigada. —Nada, solo estoy contenta de que hayamos logrado traer a mamá aquí —respondo, tratando de desviar la conversación. —Hmm, no te creo, pero bueno —dice ella, dejando el tema de lado mientras caminamos hacia la sala de estar. Mamá está sentada en la cama de hospital, mirándonos con una mezcla de sorpresa y alegría. —Hola, mamá —saluda Paula con una sonrisa, inclinándose para darle un beso en la mejilla. —Hola, mis niñas —responde ella, su voz suave y cargada de emoción—. Me alegra tanto verlas aquí. —Nosotras también estamos felices de verte, mamá —digo, acer
Mientras los tres tipos seguían al volante a toda velocidad, me sentía atrapada en el asiento trasero del carro, con la preocupación y el miedo aumentando en mi interior. Deseaba fervientemente que Adrián hubiera respondido mi llamada y estuviera en camino para ayudarnos. Sus palabras reconfortantes y su presencia segura habrían sido un alivio en ese momento de incertidumbre. Mis manos estaban aferradas a las de Paula, quien parecía estar al borde del pánico. Traté de transmitirle tranquilidad con un apretón reconfortante, aunque por dentro también me sentía nerviosa y vulnerable. Nunca antes me había enfrentado a una situación así, y no sabía cómo iba a terminar. — Paula, escúchame bien. No quiero tener que recurrir a medidas drásticas, pero si no vuelves conmigo, no sé qué podría pasar —dijo Jason con voz amenazante, mientras mantenía una expresión fría en su rostro. —¿Qué quieres decir con eso, Jason? ¿Estás tratando de amenazarme? —respondió Paula, visiblemente nerviosa, sus
Estoy demasiado asustada. Leonel me hizo el favor de levantar la denuncia y acompañar a Paula a declarar mientras yo me encuentro en la sala de espera de la clínica esperando a que curen la herida de Adrián. No puedo dejar de pensar en lo cerca que estuvimos del peligro, y en lo que podría haber pasado si Adrián y Leonel no hubieran llegado a tiempo. Me alivie cuando Doctor me informo que la herida de Adrián ha sido tratada. La bala no afectó ningún órgano vital y han suturado la herida. Necesitará descanso y seguir algunas recomendaciones, pero estará bien. Me levanto rápidamente y sigo al médico por un pasillo hasta llegar a la habitación donde está Adrián. Cuando entro, lo veo acostado en la cama, con una venda alrededor del brazo y una expresión cansada pero aliviada en su rostro. Sus ojos se encuentran con los míos y una pequeña sonrisa aparece en sus labios. —Hey, preciosa. Estoy bien, ¿ves? —dice Adrián, tratando de sonar despreocupado.— No morí. —No hagas bromas, A
Hace más de una semana que Adrián ha estado en reposo, y hoy finalmente le dieron el alta. Durante todo este tiempo, me he dedicado por completo a atenderlo, prepararle el desayuno, el almuerzo y la cena, además de acompañarlo en cada momento que lo necesitaba, incluso compartiendo la cama con él para asegurarme de que descansara bien. Sin embargo, a pesar de la cercanía, no he vuelto a entregarme a él de la misma manera que antes. La culpa por haberlo herido sigue pesando sobre mí, impidiéndome dejarme llevar por completo. En este momento, me encuentro entrando a la clínica donde está mi madre. Pero al escuchar risas desde el interior, me detengo en seco. Al adentrarme un poco más, me doy cuenta de que esas risas provienen de Adrián, lo cual me desconcierta por completo. — ¿Qué haces tú aquí? — Pregunté — No seas grosera, Natalia, saluda como es debido. El joven Adrián ha venido a visitarme. — Informa mi madre. — Paula me informó que tu madre deseaba conocerme. Natalia, no e