-Nina-
—Si me permites el atrevimiento, creo que soy el primero que lo logra, pero no creas que este rédito solo es mío, tuve ayuda—aquello picó mi curiosidad—mi mejor maestra fue: Gabrielle—sonrió con la satisfacción surcándole el rostro.
—Mientes—sentencié— Ella jamás haría una cosa así, mucho menos algo que pueda lastimar a su hijo—argumenté con total seguridad.
—No soy el enemigo, Nina —afirmó.
—Entonces: ¿para qué quieres a Luca?—cuestioné de manera decidida.
—nos une una causa en común, él a m
-Luca-A través del gigante umbral una empleada se abría paso hacia adentro del estudio. La mujer se detuvo frente a Bastián.—Oliva, llévate a la jovencita, para que pueda desayunar—Nina se volteó hacia mi sus dedos se trenzaron aún más con los míos.—Puedes ir, te veré dentro de un rato…—le susurré a lo que ella asintió yéndose con la empleada.Bastián se volteó hacia mi cuando ellas dos desaparecieron.—Lo que te hice yo, él, también puede hacerlo. Claro está, que en el segundo caso, la situación sería mucho peor, si Laurent se entera sobre c
-Nina-Estaba atardeciendo, acomodé mis apuntes—Lefrevre, Nina—levanté la vista hacia la secretaria que desde que la conocía yo no parecía caerle muy bien, o quizás nadie le caía bien, ni siquiera su propia sombra. Sus lentes se habían detenido en la punta de su nariz mientras alzaba una ceja marcando su mal humor, el sonido de su zapato repiqueteaba sobre el suelo de la sala.—¿sí?—Afuera te buscan—asentí mientras una invasión de extraña alegría se colaba en mi pecho.«Luca»—penséEra el único nombre que producía un particular eco en mi corazón mien
-Káiser-Káiser se movió a toda velocidad recorriendo los pacillos del palacio de Elíseo, hasta llegar al despacho de Laurent, que al verlo entrar con la cara desencajada se puso de pie.—¿Qué te ocurre?—inquirió expectante—¿Desde cuándo no me dices las cosas que haces?—le cuestionó Káiser sin rodeos dejando papeles de cuentas bancarias sobre la mesa.—¿de qué estás hablando?—volvió a cuestionar Laurent observando con el ceño fruncido los papeles.—Me acaban de avisar que ya confirmaron el envío de todo tu dinero a entidades benéficas, incluso, hasta p
-Nina-Britanny llegó como lo esperado, con un modesto pastel de cumpleaños, las manos suaves de Donata acariciaron mi rostro con cariño.—Feliz cumpleaños cariño…Sonreí débilmente.—¡Nina! Es tu cumpleaños, ¡cambia esa cara jovencita!—dijo mi tío riendo —porque tengo una sorpresa para ti, y juro que estás haciendo que me arrepienta de dártela si sigues con esa cara.—¿Una sorpresa? ¡Amo las sorpresas!—exclamó Britanny dando saltitos de alegría—Vamos a fuera —susurro mi tío, yo asentí.Un sutil pero llamativo co
La catedral de Nôtre Dame se alzaba imponente frente a mis ojos. Bajo una tarde fría y nublada, el perfume con olor a lluvia envolvía mis sentidos mientras corría desesperado; mi corazón latía como si fuese el galope de un caballo salvaje que no deseaba dejarse atrapar. A medida que iba acercándome más, comencé a aminorar el ritmo; me volteé en varias ocasiones para asegurarme de que nadie venía detrás de mí.Apreté la mandíbula soportando el roce que producía el lánguido suéter de lana en mi piel. A pesar de que me sentía exhausto, todavía apreciaba el dolor causado por las heridas que llevaba ocultas tras esa áspera lana. Cada movimiento de mi hombro me punzaba sobremanera. Seguí avanzando rumbo a la Catedral, sabía m
Mi tío, Egmont Fisher, se convirtió en mi tutor al producirse la muerte de mis padres; él era lo único a lo que podía llamar «familia».––Desde que tus padres no están, me he dedicado por años a trabajar para construir una empresa sólida; nada más que eso me da energía o, por lo menos, me motiva. Para un hombre como yo, que siempre ha tenido lo que quiso, la existencia se torna aburrida y eterna. No quiero lo mismo para ti, quiero que disfrutes de la vida, Nina: eres joven y estás perdiendo mucho aquí. He sido un viejo egoísta reteniéndote.––Sí, lo sé… ––susurré.Mi pasado trascurrió de acuerdo con una lógica extraña: un día abrí los
-Luca-El hombre chillaba de dolor ante cada golpe que le propinaba. Apenas si se podía levantar del suelo del cubículo en el que estábamos, donde solo se veían una mesa y una silla. Edwin tomó al individuo para acomodarlo de nuevo en el asiento; se hallaba en el piso porque yo lo había golpeado con fiereza, tirándolo.–Luca, creo que ya es suficiente–me susurró Edwin casi al oído.—¡Púdrete!–le contesté mientras me sentaba en el borde de la mesa y seguía bebiendo mi lata de cerveza.–Ya les dije que no tengo nada–el hombre parecía a punto de echarse a llorar. Se le notaban raspones en los brazos, el rostro machucado por los golpes, y le salía sangre por la boca y
-Vera-Duncan me dejó en una fiesta que realizaban los alumnos de la universidad; la efectuaban con frecuencia anual, al aire libre detrás del campo de baloncesto. Había muchos que concurrían por primera ocasión, como en mi caso.En una noche que no terminaba de ser fría por completo, el recinto se veía lleno; había mesas con bebidas, largos caminos de focos colgados que iluminaban el lugar proyectando la luz a una corta distancia, y detrás de todo, un cerco que comunicaba con un bosque.No me costó integrarme. A pesar de que había tenido mis dudas de quedarme allí, con el correr de los minutos logré entablar una charla con varias personas. El único requisito de esa fiesta de presentación era precisamente no presentarse; un chi