02. ¿¡Estás loca!?

~•⊰ Sandy ⊱•~

Habían pasado dos semanas, tras ese “especial” episodio de mi vida. No fue difícil acostumbrarme a la soledad de mi casa, ya que, si bien lo pensaba: cuando estaba con Will, cada uno estaba sumergido en su propio mundo y sólo asomábamos la cabeza de vez en cuando, para interactuar—. O al menos, así lo quería recordar.

Los días estaban cada vez más soleados y bonitos, así que tomaba mi mochila con el portátil, mi libreta con apuntes, alguna fruta, una botella de agua y me disponía, a salir en búsqueda de inspiración. Nada me estaba funcionando.

Llevaba más de veinte minutos mirando la pantalla, con tan sólo un párrafo escrito, el cual reescribí, por lo menos, diez veces antes.

—¡Maldita sea! —bufé, bajando la pantalla del portátil y mirando a mí alrededor. Ni la tranquilidad del precioso jardín botánico de la universidad, conseguía que me llegara la inspiración.  

Era como sí el universo hubiese conspirado en mi contra: “ahora que no eres feliz, has perdido el don de escribir”.Bufé ante la estúpida idea, riéndome sin gracia, mientras terminaba de recoger mis cosas. Volvería a casa, con un nuevo día perdido, al no conseguir hilar tan solo una idea en mi cabeza. La frustración crecía.

Me había dado largas maratones leyendo novelas románticas, viendo películas y series, buscando inspiración, pero nada me ayudaba y el tiempo seguía corriendo, presionándome en silencio.

Stephanie y Cristin, habían insistido en que quizás salir y cambiar de aires me ayudaría, pero nada de lo que intentara, lograba sacarme del bloqueo escritor por el que estaba pasando.

Había llamado a mamá, minutos atrás y me sugirió que hablara con Julia, mi editora, para que me diera un tiempo más. Dijo que tener un bloqueo, tras un episodio como el que viví, era algo normal y esperable. Pero siempre tenía una pregunta rondándome en la cabeza—. ¿Cómo es que hay tantos autores importantes de la literatura, que han conseguido llevar los más preciosos escritos, después de vivir terribles desamores o tragedias en sus vidas?

Mi celular vibró en el bolsillo de mi sudadera y lo tomé para contestar, parpadeando un par de veces, al ver que era Julia quien llamaba—. ¿Qué le diría?

—¡Sandy! —exclamó emocionada—. ¿Tienes novedades? —cuestionó, sin rodeos.

—Hola, Julia… —Suspiré—. No te tengo buenas noticias…

—¿Qué pasó, linda? ¿estás bien? —cuestionó enseguida, ya que hubo algunas oportunidades donde me tocó escribir, incluso estando enferma. Julia, a pesar de tener mucho que hacer, siempre se hacía un tiempo para mí.

—Sí… —Respondí en piloto automático. Volví a suspirar—. La verdad, no —Me sinceré—. Llevo un par de semanas con un terrible bloqueo escritor y no he conseguido hilar una sola idea… —confesé, sintiendo cierto alivio al verbalizarlo.

Silencio. Esto no es bueno —Pensé.

Oh… —respondió—. ¿Necesitas que comentemos la novela? —propone, un poco más animada.

—Tal vez… aunque he hablado con mis amigas, con mi madre… He leído mucho —bufé—. He hecho todo lo que antes me funcionaba, sin éxito, Julia.

Lo siento tanto, Sandy… Pero, sabes que tenemos un organigrama y…

—Lo sé, Julia, créeme que lo sé —La interrumpí—. No sé qué más hacer —confesé.

Hablaré con los jefes —dijo, tras unos minutos de silencio—. Te llamaré cuando tenga algo más concreto —agregó.

—Si es necesario deshacer el contrat…

No —respondió seca—. Eres mi autora estrella, Sandy —aseveró—. Me jugaré algunas cartas por ti, así que deséame suerte —dijo más animada.

—Pues, suerte, Julia y gracias —Corté la llamada y solté el aire que no sabía, había tenido retenido.

Me apresuré en cruzar la calle, ya que venía el autobús que me dejaría en casa. Sólo esperaba que un milagro ocurriera, pues, la presión no estaba ayudándome nada con mi paz mental y la inspiración.

(…)

Dos días después, una nueva llamada de Julia, me hizo estremecer de los nervios, informándome que necesitaban de mi presencia el jueves por la mañana, en las oficinas de Londres, para una reunión extraordinaria—. Estaba perdida.

Mis amigas, por supuesto, me quisieron acompañar, así que, a primera hora de la mañana, nos montamos en el auto de Stephanie y nos dirigimos hacia las oficinas de PoketNovel, en Inglaterra.

Decir que estaba nerviosa, era poco. Sentía que hiperventilaba y que me faltaba el aire, pues, éste era mi trabajo soñado. Hacía exactamente lo que más me gustaba en el mundo. Me daban la libertad de escribir sobre lo que a mí se me antojara y además, no me iba nada mal.

—¡Maldito seas, William! —maldije en voz alta. Mis amigas me miraron con preocupación y negué, restándole importancia—. Sólo necesitaba sacarlo de mi sistema —Me excusé.

—¡Maldito sea! —exclamaron las dos, logrando que esbozara una sonrisa.

Después de una hora y media de viaje, mis amigas decidieron esperarme en una cafetería cercana al edificio, así que apenas entré a la editorial, me presenté y me pidieron que subiera al octavo piso, donde me esperaban para la reunión.

Los nervios me tenían la piel erizada—. ¿Qué haría ahora?

Las puertas de la caja metálica se abrieron y Julia me esperaba al bajar, por lo que nos saludamos afectuosamente y caminamos a paso rápido a la sala de reuniones, sin darme tiempo a preguntarle absolutamente nada.

—¡Señorita Harrison, bienvenida! —exclamó un hombre de mediana edad.

—Él es el señor Murray, uno de los gerentes de zona, en PoketNovel —Nos presentó Julia.

—Es un gusto, señor Murray —saludé y la mujer a su lado me hizo un asentimiento con la cabeza, el cual correspondí, dándole una sonrisa.

—Ella es Wilma, mi asistente —La presentó—. Créame, señorita Harrison, que el gusto es mío —mencionó.

Julia me invitó a tomar asiento y tras unos minutos de silencio, el señor Murray habló:

—Hace unos días atrás, la señorita Price, nos habló para comentarnos su situación, señorita Harrison —dijo el hombre, en tono serio. Tragué el nudo que se instaló en mi garganta y asentí—. Como editorial, apreciamos el trabajo de nuestros autores, ya que son ustedes quienes nos hacen crecer día a día —mencionó—. Y es por esto mismo, señorita Harrison, que hemos tomado una determinación —El señor Murray se puso de pie y caminó hacia uno de los ventanales, observando un punto fijo.

—Yo, entenderé si… —Julia me tomó la mano y negó.

—Usted es una de nuestras autoras estrella, señorita Harrison y sabemos el potencial que tiene —Me halagó—. Lo que significa, que ayudarle a superar su bloqueo escritor, es una inversión para nosotros —espetó sincero. Alcé una ceja y lo escuché con interés, mientras volvía a su puesto, donde se detuvo detrás de su silla y me miró con intensidad—. La editorial decidió financiar un viaje en tren, donde podrá reconectar con su área creativa y donde esperamos profundamente, que logre superar su bloqueo, encontrando nuevas fuentes de inspiración —finalizó, dejándome de piedra en mi lugar, mientras intentaba sopesar toda esta nueva información.

—¿Qué? —Logré articular, consiguiendo con esto, que los tres pares de ojos que me observaban con curiosidad, sonrían.

—Hemos comprado un paquete turístico por Europa, para que consiga nuevas fuentes de inspiración y nos deleite con el nuevo material, que me atrevo a decir, nos tiene con muy altas expectativas —respondió con una sonrisa.

—Y-yo… —tartamudeé—. ¿De verdad? —cuestioné, aún incrédula.

—Los detalles los podrá conversar con la señorita Price —respondió—. Esperamos tener novedades suyas y que este viaje, sea de su total agrado —dijo, mientras su asistente se ponía de pie junto a él—. Si nos disculpa, tenemos una junta en unos minutos —Se acercó a mí, ofreciéndome su mano, la cual estreché y le sonreí.

—Muchas gracias, señor Murray —Asintió, dejándome a solas con Julia.

—¿Lo puedes creer, Sandy? —preguntó casi en un grito, lleno de emoción.

—No —respondí—. Déjame procesarlo, que aún no lo creo —Julia estalló en una carcajada y me pasó unos volantes, además de los pases para el Eurail—. ¿Es en serio? —Asintió—. Y yo que venía destrozada, pensando que me iban a echar o algo así —bufé.

—¿¡Estás loca!? —cuestionó sorprendida—. ¡Eres una “Top Seller”, Sandy! Dejarte ir, sería el peor error que podrían cometer —explicó.

—Vale, vale… aún no me la creo —rebatí.

Comencé a mirar los papeles, el itinerario y las fechas para el viaje, por lo que mis ojos estuvieron a punto de salirse de mis cuencas, al darme cuenta que debía estar el lunes, a primera hora en Milán, Italia.

—¡Oh, Dios mío! —exclamó Cristin, cuando les terminaba de contar todo lo que había ocurrido minutos atrás—. Déjame ver eso —Pidió, arrebatándome de las manos la carpeta con los pasajes, el itinerario y los pases del Eurail.

—Y tú, que venías echa un ovillo —Se burló Steph—. Sería bueno que, te des cuenta de lo valiosa que eres para ellos, llamita.

—Sigo sin palabras —confesé.

—Bueno, creo que debemos irnos y ayudarte a armar las maletas —dijo Cristin sonriente. Abracé a mis amigas por los hombros y caminamos hacia el estacionamiento, para volver a Cambridge.

(…)

Los días pasaron rápido y no había insistido con la escritura, puesto que, toda mi energía y concentración estaban puestos en el viaje. Ya había hecho el “Check-in”. Dejé algunos pendientes resueltos y el sábado por la tarde, me había ido a casa de Stephanie y Cristin, donde hicimos una noche de chicas.

Nos depilamos, nos hicimos la manicura, nos exfoliamos la piel y nos pusimos muchas cremas en el cuerpo y en el cabello, mientras veíamos películas, tomábamos vino y comíamos comida chatarra. Fue la forma en la que mis amigas habían decidido darme una despedida, antes de tomar el avión al día siguiente, por la mañana.

Mis padres me habían deseado un excelente viaje, alegrándose mucho por mí, dejándome en claro que en cada paso que dé, puedo contar con su apoyo incondicional. Les prometí que les enviara fotografías de cada sitio que visitara, cuando tuviera el tiempo de hacerlo.

Eventualmente, agradecía que estuviéramos en los primeros días del verano, ya que no debía traer tanta ropa abrigada conmigo, dejándome lugar demás, para llevar bastante ropa de todo tipo, ya que, por lo visto, el recorrido incluye varias actividades.

Sentía ese cosquilleo en el estómago, el cual me anticipaba que este viaje sería un gran puente que me abriría paso a nuevas experiencias y emociones, las cuales estaba cien por ciento a vivir.

—¡Vívelo a concho, mi llamita linda! —exclamó Cristin, estrujándome entre sus brazos—. No rompas corazones —Me guiño un ojo, mientras le hacía un mohín en forma de protesta.

—Repórtate de vez en cuando, Bombón —agregó Steph, uniéndose al abrazo.

—Las extrañaré un montón, amigas —susurré—. ¡Les enviaré fotografías! —grité, mientras caminaba con mis maletas hacia el área de embarque.

Sé que este viaje, será lo mejor que me ha pasado en mucho tiempo —aseveré. Deseando de corazón que así fuera.

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