Caluminasa como la otra, ahora soy su cuñada
Caluminasa como la otra, ahora soy su cuñada
Por: Oksana
Capítulo 1
—¡Catalina, ven rápido! ¡Han destrozado toda tu habitación!

Tomé mi prueba de embarazo y corrí del hospital a la casa, en donde, al llegar a las escaleras, me golpeó un olor nauseabundo.

—¡Échenle toda esa agua sucia en la cama! ¡A ver si así se le quita lo zorra! ¡Una descarada roba novios! La consideraba mi mejor amiga y ella, en cambio, me pago seduciendo a mi novio.

Mariana Soto, con las manos en la cintura, gritaba furiosa desde la puerta. Un segundo después, lloraba desconsolada frente a la cámara de su móvil.

—Mi novio es diácono en San Lorenzo de la Sierra. Lo acompañé durante tres años hasta que dejó su vocación por mí. Pero mi supuesta amiga, Catalina... Esa descarada siempre que mi novio venía por mí, se paseaba con tops diminutos y falditas que apenas le cubrían su deshonra. ¡Y miraba a mi novio con ojos de cordero degollado! Usó trucos sucios para quedar embarazada de él...

Una de las muchachas que destrozaba mis cosas intervino, indignada:

—Mariana es demasiado buena. ¡Nosotras, como sus amigas, debemos proteger su amor!

—¡Sí, protejamos el hermoso amor entre el diácono de San Lorenzo y la reina del campus!

—¡Protejamos su amor! —coreaban, alzando banderas de justicia mientras seguían con su vandalismo.

Recibí un enlace a una transmisión en vivo. El título: «Zorra seduce al diácono de San Lorenzo, la esposa legítima la descubre y la obliga a abortar», y en la parte superior estaba mi foto en blanco y negro.

Sin poder contenerme más, pateé la puerta para abrirla. Hubo un momento de silencio, seguido de burlas aún más fuertes.

—Vaya, la roba novios ha vuelto.

—Si fuera tú, me habría muerto de la vergüenza antes de regresar.

Mariana, fingiendo secar lágrimas inexistentes, mostró su perfil más vulnerable ante la cámara, mientras decía:

—Catalina, entiendo que como mi amiga, estés celosa de que decidí mejor que tú y me casé con un novio guapo y rico como el diácono, pero eso no justifica que te metas en su cama...

¿Su novio? Intenté recordar, pero no podía, por lo que, con sinceridad, pregunté:

—¿Quién es acaso tu novio?

Mariana abrió los ojos, incrédula.

—¿No… no conoces a Diego Gómez, el diácono de San Lorenzo?

¿Diego Gómez? ¿Acaso ese no era el hermano holgazán de Alejandro Gómez? ¿Mi mejor amiga y yo nos habíamos casado con la misma familia?

—Lo he visto de lejos un par de veces, pero nunca hemos hablado —respondí honestamente.

Pero mi respuesta pareció una excusa para Mariana, quien mordió su labio, en silencio, con los ojos enrojecidos, luciendo extremadamente dolida.

Las palabras clave #LaRobaNovios, #Diácono_De_SanLorenzo, #Mejor_Amiga y #Aborto atrajeron a más gente a la transmisión. Todos me insultaban y simpatizaban con Mariana. Algunos, incluso, empezaron a atacar a mis padres.

«De tal palo, tal astilla. Su madre debe ser otra roba maridos para haber criado a esta bastarda sin padre».

«¿Quién es su madre?»

Viendo que los internautas estaban a punto de exponer la identidad de mi familia, le arrebaté el celular a Mariana y lo lancé al suelo.

—¡Mi teléfono! ¡Costó más de mil dólares! Tienes que pagármelo.

—Te lo pagaré —asentí, al ver el que móvil se había hecho añicos contra el sueño.

Antes de que las chicas pudieran reírse, señalé el desastre a mi alrededor, diciendo:

—Pero primero, ustedes me pagarán por todos estos daños.

Mi elegante juego de sábanas apestaba, mi ropa cara estaba hecha jirones, y mis productos de belleza pisoteados por el suelo. Sobre la mesa habían escrito «LA OTRA» y «ZORRA» con mi lápiz labial.

Mi expresión se ensombreció.

—La ropa era de diseño, vale cientos de miles, y el maquillaje, aunque usado, cuesta cientos de euros. Me tienen que pagar todo.

Al oír hablar de que tendrían que compensarme, las muchachas miraron a Mariana, desconcertadas.

—¿Cómo esa pobretona va a poder permitirse cosas tan caras? Todo se lo habrá regalado mi novio —repuso Mariana, con desdén, sacando el pecho.

La Mariana que había frente a mí parecía una extraña. Éramos nosotras las que habíamos comprado todo eso juntas, y ahora mentía descaradamente diciendo que era un regalo que me había dado su novio.

—Como su legítima esposa, solo estoy recuperando lo que me pertenece. No tengan miedo, yo me hago responsable de todo —dijo con altivez.

«¿En verdad creía que yo le estaba robando a su hombre?», me pregunte, mientras, animadas por sus palabras, las muchachas se volvían más agresivas, y se forzaban mi armario cerrado con llave.

—A saber qué cosas inconfesables guarda aquí dentro.

Viendo que era inútil razonar con ellas, saqué mi celular para llamar a la policía. Sin embargo, antes de que pudiera marcar el 112, una mano masculina me arrebató el celular.

Los ojos de Mariana se iluminaron y se lanzó a sus brazos.

—¡Diego, por fin has llegado!

—¿Quién está molestando a mi novia? —preguntó Diego, abrazando a Mariana con gesto protector.
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