Margaret vio salir a Emiliano del restaurante y, sin pensarlo dos veces, corrió hacia él. Se pegó a su cuerpo, buscando consuelo en su calidez. Emiliano la sostuvo firmemente mientras las lágrimas caían por las mejillas de la mujer.— Tengo un hermano... — susurró Margaret, soltando una risa irónica —. Ahora tengo un hermano. Incluso después de sus muertes siguen dándome sorpresas.Emiliano la ayudó a subir al coche, notando el peso emocional que cargaba Margaret.— ¿Dónde quieres ir? — preguntó Emiliano con suavidad —. Te llevaré donde me pidas.Margaret, aún con las lágrimas derramándose de sus ojos, respondió:— Quiero ir a la empresa. No quiero pensar por el momento y quiero ver a mi niño.Emiliano asintió y puso el coche en marcha. Mientras tanto, en la empresa de Emiliano, el caos comenzaba a generarse. El abuelo Vittorio estaba fuera de sí, buscando a su nieto desesperadamente. Había descubierto que una publicación crítica sobre él aún no había sido borrada y varios de sus soci
Por otra parte, después de la humillación que pasó Valeria en la vieja mansión De Lucca, se encontraba tan furiosa también por las palabras que le había dicho Pablo en el hospital. La humillación y la ira la consumían, alimentando un fuego implacable en su interior. Las paredes blancas y frías de su departamento parecían cerrarse a su alrededor, intensificando su sensación de claustrofobia y desesperación. Antes que nada, ella debía obtener lo que deseaba y, si no lo hacía, al menos destruiría a esa familia que había osado desafiarla.Con las manos temblorosas, marcó el número de su familia para volver a casa. Sentía el peso de cada número que pulsaba, como si cada dígito la acercara un poco más a su venganza.— Hola, mamá... — habló con voz quebrada, su garganta apretada por la rabia contenida.Se escuchaba la respiración pesada al otro lado de la línea, un sonido que resonaba con una mezcla de preocupación y furia contenida. Finalmente, la voz de su madre rompió el silencio, como un
Valeria y su familia habían organizado un evento magnífico, lleno de lujo y ostentación. La invitación había sido extendida a Emiliano y a Margaret, quienes, aunque reticentes, decidieron asistir para no levantar sospechas.— ¿Estás segura de que deberíamos ir? — preguntó Margaret mientras estaban en camino. Por alguna razón tenía un mal presentimiento.— No tenemos opción. Si no vamos, parecerá que estamos huyendo y eso solo le dará más poder a Valeria — respondió Emiliano, ajustándose la corbata.La noche estaba en su apogeo cuando llegaron a la fiesta. Valeria los recibió con una sonrisa que no llegaba a sus ojos, acompañada de su madre, que no ocultaba su odio hacia ellos dos.— ¡Emiliano, Margaret! Qué gusto verlos — dijo, extendiendo los brazos en un gesto exagerado —. Espero que disfruten de la noche.Margaret mantuvo una expresión neutral, mientras Emiliano estrechaba la mano de Valeria con firmeza.— Gracias por la invitación, Valeria — respondió, su voz cargada de formalidad
La oficina se había convertido en un hervidero de caos y confusión. Los empleados murmuraban entre sí, sus ojos oscilando entre la figura ensangrentada de Valeria y Margaret, quien permanecía al lado del sofá, aun con su copa de champán en la mano, con el semblante firme pero preocupado. Valeria seguía en el suelo, su respiración entrecortada y su cuerpo temblando por el dolor y la pérdida de sangre.— ¡Por qué la ambulancia no llega! — gritó desesperada la madre de Valeria, que acababa de entrar en la escena, sus manos temblando mientras intentaba asistir a su hija.Finalmente, se escuchó el sonido de las sirenas acercándose, y los paramédicos irrumpieron en la oficina, llevando una camilla. Con rapidez y profesionalismo, comenzaron a atender a Valeria, estabilizándola lo mejor que podían antes de trasladarla a la ambulancia. La madre de Valeria los seguía de cerca, sus ojos llenos de lágrimas y su rostro enrojecido por la preocupación y la rabia.Mientras Valeria era llevada fuera d
Valeria abrió los ojos lentamente, esbozando una mueca de dolor. La luz fluorescente del techo la cegaba y su cabeza parecía estallar. Sentía todo su cuerpo adolorido, pero el dolor en su vientre era especialmente intenso. Intentó moverse, pero cada músculo de su cuerpo protestaba, obligándola a permanecer inmóvil en la cama del hospital.Al enfocarse en su entorno, vio a su madre, caminando frenéticamente de un lado a otro al pie de la cama. El rostro de su madre estaba marcado por la furia y la preocupación, una combinación que Valeria no había visto antes. Cuando su madre notó que estaba despierta, su expresión cambió a una mezcla de alivio y rabia contenida.— ¿En qué diablos estabas pensando, Valeria? — gruñó su madre, con una voz que parecía desgarrar el aire —. ¿Por qué no me contaste de ese macabro plan?El tono de su madre la atravesó como una daga. Valeria sintió un nudo en el estómago y sus manos temblaban ligeramente sobre las sábanas. Intentó hablar, pero su garganta esta
Valeria estaba sumida en su tormento interno cuando la puerta de la habitación se abrió nuevamente. Esta vez, no era Pablo ni su madre. Dos oficiales de policía entraron con pasos firmes y miradas decididas. Uno de ellos, un hombre corpulento de mediana edad, se acercó a la cama con un aire de autoridad inquebrantable.— ¿Qué sucede? — cuestionó, aun sabiendo lo que iba a pasar.— Señorita, se encuentra detenida por conspiración, chantaje y por atentar contra su vida estando embarazada. Debe acompañarnos para...Valeria no logró terminar de escuchar las palabras del oficial. La desesperación la envolvió en una nube negra, sofocándola. ¿En verdad había perdido esta batalla? ¿En verdad sus aliados la habían abandonado? Su mente se nubló con pensamientos oscuros y caóticos. Fingió desmayarse, su cuerpo cayendo pesadamente sobre la cama.Los oficiales intercambiaron miradas, y uno de ellos se acercó para verificar su estado. Tras unos minutos de deliberación y al ver que no reaccionaba, d
El anciano inhaló profundamente de su cigarrillo, sus ojos fijos en Margaret con una mezcla de desprecio y admiración.— Eres valiente, te lo concedo. Pero la valentía no te salvará esta vez.Margaret se levantó con esfuerzo, ignorando el dolor que recorría su cuerpo. Se plantó frente al anciano, su postura desafiante.— No necesito que me salven — espetó —. Pero tú, viejo, deberías preocuparte por lo que vendrá después de que me mates. Porque no estoy sola en esto.El anciano soltó una risa sarcástica.— ¿Crees que tus aliados me asustan? He lidiado con tipos como ellos toda mi vida. Y siempre he salido victorioso.— Esta vez será diferente — respondió Margaret, su voz firme —. Porque no te enfrentas solo a ellos. Te enfrentas a mí. Y no descansaré hasta verte destruido.— Si estás muerta no podrás destruirme…— ¿Quién lo dice?El anciano se levantó del sofá, acercándose a Margaret con una expresión calculadora.— Eres un estorbo, Margaret. Siempre lo has sido. Pero ahora, eres un est
Valeria se encontraba oculta en una oscura esquina del edificio, observando la puerta del departamento de Margaret. Sabía que los guardias habían aumentado su vigilancia, pero estaba decidida a llevar a cabo su plan. El resentimiento y la envidia que sentía hacia Margaret la habían llevado a tomar decisiones drásticas y peligrosas. Pero, sobre todo, se vengaría de Emiliano por no corresponderla, y luego iría detrás del déspota anciano que la ultrajó.Mientras esperaba su oportunidad, Valeria escuchó una conversación entre dos guardias que patrullaban cerca.— El señor De Lucca nos despedirá a todos si no la encontramos. Su abuelo es un demente. Ese hombre es peligroso — dijo uno de los guardias.— Pero yo le temo más al señor Ezquivel. A ese hombre no le temblará la mano, menos si de defender a su hermana se trata. He oído que tardó años en encontrarla — respondió el otro.Valeria, oculta detrás de una pilastra, no podía creer lo que estaba escuchando. ¿Cómo que Armando es hermano de M