Margaret se encontraba sentada en su sillón favorito, mirando fijamente por la ventana. Eran las seis de la tarde y ya oscurecía, pero ella no tenía ganas de encender las luces. Simplemente quería permanecer allí, sola con sus pensamientos, aprovechando que su hijo estaba durmiendo.Todavía le dolía en el alma lo ocurrido con Emiliano hace unas horas.— ¿Cómo se atrevió a tratarme así? —se repetía una y otra vez —. Aunque, pensándolo bien, éramos solo una pareja acordada. No debería ponerme celosa, pero lo estoy… ¡maldita sea! Lo estoy.Cuando escuchó que tocaban a la puerta, su corazón dio un vuelco. Sabía perfectamente quién era. Sólo Emiliano podría estar allí a esa hora. Tomó un profundo respiro antes de levantarse y dirigirse a abrir.Al otro lado de la puerta, tal y como lo había imaginado, se encontraba Emiliano. Llevaba un ramo de rosas rojas en sus manos y la miraba con ojos suplicantes. Normalmente ese gesto la habría conmovido, pero en esta ocasión le pareció un acto totalm
Emiliano entró a la imponente mansión, sus pasos resonando en el elaborado vestíbulo. El peso del mundo parecía cargar sobre sus hombros, la tensión palpable en cada uno de sus músculos. Sabía que esta confrontación sería decisiva, y no estaba dispuesto a ceder ante las demandas de su abuelo, no esta vez.Dirigiéndose con pasos firmes hacia el bar, Emiliano sirvió un generoso vaso de whisky, necesitaba desesperadamente algo que calmara sus nervios desgarrados. Mientras sostenía el cristal entre sus manos temblorosas, los recuerdos de su última conversación con Vittorio lo asaltaron, reavivando la ira que había estado luchando por contener.— ¿Cómo se atreve a exigirme que me case con Valeria? — murmuró Emiliano para sí mismo, su voz cargada de amargura —. ¿Acaso no entiende que mi corazón ya tiene dueña?Apretando el vaso con fuerza, sintió que la ira burbujeaba dentro de él, amenazando con desbordarse. La idea de traicionar a Margaret, la mujer que amaba con cada fibra de su ser, lo
Valeria se encontraba en su departamento, mirando la pantalla de su teléfono móvil con creciente frustración y tristeza. Ya había aterrizado, pero no tenía la valentía de enfrentarse al abuelo Vittorio. Además, le parecía extraño que las noticias no se hayan eliminado aún. Los comentarios negativos en las redes sociales la golpeaban como una lluvia torrencial de odio y juicio. Valeria sentía que cada palabra era una daga directa a su corazón.La idea de regresar a casa le aterraba. Sabía que el abuelo Vittorio, un hombre estricto y conservador, estaría furioso. Para Vittorio, la reputación lo era todo, y las apariencias importaban más que cualquier otra cosa. Valeria podía casi escuchar sus recriminaciones, el tono severo y desilusionado de su voz. Sabía que la regañaría severamente, y la sola perspectiva de enfrentar esa furia la hacía temblar.Mientras tanto, en otro rincón de la ciudad, Pablo se encontraba leyendo los mismos comentarios en su propio dispositivo. Una sonrisa burlona
Valeria asintió y lo siguió. La oficina era un espacio tranquilo, decorado con elegancia y sobriedad, un refugio del caos del mundo exterior. Emiliano cerró la puerta detrás de ellos y se sentaron, enfrentándose el uno al otro.— Sé que todo esto ha sido un desastre — empezó Emiliano —. Y sé que gran parte de la culpa es mía.Valeria lo miró, sus ojos llenos de emoción contenida.— No es solo tu culpa, Emiliano. También es mía por permitir que las cosas llegaran a este punto. Pero no puedo seguir viviendo con este tipo de atención y estos comentarios hirientes. Necesito saber qué vamos a hacer para arreglar esto.Emiliano miró fijamente a Valeria sin emitir sonido alguno. Sus ojos se clavaron en ella, profundos y penetrantes, como si estuviera buscando algo que se le había escapado durante mucho tiempo. ¿En qué momento había dejado de mirar a las personas y no ver su naturaleza real? Pensaba. Él era un hombre desconfiado por naturaleza, siempre cuidando de no caer en las trampas d
— ¿Por qué están haciendo esto? — logró preguntar, su voz apenas un susurro.Vittorio la miró con una mezcla de desprecio y autoridad.— Es simple, Margaret. Necesito que entiendas tu lugar en todo esto. Emiliano ya no está dispuesto a seguir mis órdenes, pero tú aún puedes ser útil.El coche comenzó a moverse, y Margaret sintió el terror creciendo en su interior. Miró por la ventana, viendo cómo se alejaban de su hogar, y pensó en su bebé, solo y vulnerable.— Mi bebé... — murmuró —. No pueden dejarlo solo.Vittorio la miró con una sonrisa fría.— No te preocupes por tu hijo. Estará bien. Por ahora, necesitamos tener una conversación seria.Margaret sintió las lágrimas correr por su rostro. Estaba atrapada y a merced de un hombre que no conocía la compasión. Trató de calmarse, sabiendo que perder la cabeza no ayudaría en nada.— ¿Qué quieres de mí? — preguntó finalmente, su voz quebrada.Vittorio la observó por un momento antes de responder.— Quiero que entiendas que no puedes inter
En la mansión, Margaret seguía luchando. Un destello de esperanza apareció cuando escuchó el sonido de un coche acercándose rápidamente. Los hombres también lo oyeron y miraron hacia la puerta. Aprovechando su distracción, Margaret se liberó de uno de ellos y corrió hacia la salida, pero fue atrapada de nuevo antes de que pudiera llegar.— No tan rápido, preciosa — dijo uno de los hombres, con una sonrisa cruel.Margaret gritó, con la esperanza de que alguien la escuchara. El coche se detuvo de golpe, y ella pudo ver a Emiliano saliendo de él, corriendo hacia la mansión.— ¡Déjenla! — gritó Emiliano, su voz llena de furia.Los hombres dudaron por un momento, pero no la soltaron. Emiliano corrió hacia ellos, decidido a salvar a Margaret. Los hombres soltaron a Margaret y se lanzaron sobre Emiliano, pero él estaba preparado. Con una serie de movimientos rápidos, logró apartarlos y agarrar a Margaret, llevándola hacia la seguridad del coche.— ¿Estás bien? — le preguntó Emiliano, su voz
Margaret se despertó temprano. La noche anterior había sido difícil, con su mente repitiendo los eventos recientes y las palabras de Emiliano. Con una mezcla de nerviosismo y determinación, se preparó para el día. Sabía que su vida debía continuar, especialmente ahora que tenía más responsabilidades tanto como madre como presidenta de la empresa de su madre.Tomó a su hijo en brazos y se dirigió hacia la puerta del apartamento. Al salir del edificio, se encontró con una mujer de porte elegante y un chofer esperando junto a un coche lujoso.— ¿Señora Torres? — preguntó la mujer con una voz suave pero firme.Margaret, aún recelosa después de lo que había vivido días atrás, simplemente la miró con desconfianza.— ¿Quién es usted? — preguntó, ajustando a su hijo en sus brazos.La mujer, con una elegancia única, sonrió amablemente.— Soy su asistente personal. El señor De Lucca me ha dicho que la necesitaría. Además, él es el señor Francisco, su chofer, que estará a su disposición para lo
Cuando llegaron a su apartamento, Francisco la ayudó a bajar y Sofía la acompañó hasta la puerta.— Gracias por todo hoy, Sofía — dijo Margaret —. Hiciste un trabajo excelente.— Gracias, señora Torres. Es un placer trabajar para usted — respondió Sofía con una sonrisa.Margaret entró en su apartamento, sintiéndose más segura y fuerte que nunca. Colocó a su hijo en su cuna y se sentó en el sofá, dejando que el cansancio del día se apoderara de ella.En ese momento, su teléfono sonó. Era un mensaje de Emiliano."Espero que tu día haya ido bien. Pienso en ti y en tu hijo constantemente. Cuídate, Marge."Margaret sonrió, sintiendo una calidez en su corazón. Sin embargo, aquello la molestó, porque ni siquiera ha vuelto a escribirle y mucho menos preguntado por Emanuel.Ignoró rotundamente su mensaje.Con eso, se recostó en el sofá, permitiéndose unos momentos de paz. Sabía que aún había mucho por hacer, pero también sabía que podía enfrentar cualquier cosa que viniera. Con su hijo a su la